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Génova

Redescubriendo al líder

Mariano Rajoy ha reunido a su alrededor gente de todas las generaciones larazon

A Mariano Rajoy le paran en la calle. Le piden el autógrafo, que les firme el libro, el de las memorias, porque el candidato, si se cumplen las expectativas, los números que dan las encuestas, llegará a La Moncloa con una autobiografía temprana debajo del brazo, que es algo inusual, algo que nadie ha hecho. Ahora hay mucho alboroto y bullicio alrededor de él, que siempre ha sido un hombre próximo a lo familiar, un amigo de las cercanías; hay mucho brazo extendido que pretende abrazarle, que le reclama. Muchas voces que se han despertado y que le piden que acabe con el desbarajuste, con el caos económico, con los casi cinco millones de parados. A Mariano Rajoy parece que se le ha redescubierto ahora como político, como líder, por el lado de lo cabal, por el lado de la sensatez, por el mensaje de que «no hay que vivir por encima de las posibilidades» y «no se puede gastar lo que no se tiene», que son como el recordartorio de una lecciones elementales, pero ya algo olvidadas. Unas ideas que, con paciencia, a base de repetirlas, de intentar que se comprendan, da la impresión de que finalmente han calado.

Algo imprevisto

Hoy para toda esa multitud que le sale al encuentro, que le espera en los polideportivos para escuchar las palabras del mitin, se ha convertido en la única persona capaz de resolver las diferentes crisis acuciantes que han ido asediando el futuro y arruinando el andamiaje anímico del país. Los hay, incluso, que carecen de la prudencia necesaria, la paciencia adecuada y que el propio Partido Popular a veces reclama, para esperar los resultados electorales del próximo domingo y le corean ya abiertamente como «¡Presidente, presidente!». Un ejemplo es Zaragoza, ayer sábado, donde Rajoy –que a pesar del zarandeo de los viajes recientes, de las geografías atravesadas, se le ve con confianza, seguro de sí mismo– logró levantar el entusiasmo de los suyos y tardó más de veinte minutos en abandonar la plaza de toros. Los que habían asistido al discurso, porque aquí somos mucho de que se reafirmen las ideas propias y ajenas, le retuvieron con gritos, excusas, peticiones, cortándole el paso, manteniéndole en el pasillo que conduce a la salida. Una señora le acertó a coger por la solapa de la chaqueta y soltarle una retahíla de consejos, de palabras, de cosas, no importa cuáles eran y tampoco que no trascendieran demasiado, porque aquí lo que vale es el gesto. Eso es lo significativo, lo que hay que subrayar y da la temperatura de lo que está sucediendo. Esa emotividad repentina, casi sorprendente, que se ha despertado en torno a su figura y que era imposible vaticinar hace años, puede que hace tan solo unos meses. Un pulso que rebasa el margen estrecho del recinto del mitin y que ha alcanzado las calles, que es por donde anda lo popular.

Perspectiva doméstica

Esto mismo ha sucedido en casi todas las provincias por las que ha viajado Rajoy. En Melilla, Vitoria, Canarias, da igual. Alguien, un desconocido que desciende por la acera, le reconoce y se le acerca rápidamente para contarle los problemas. Esas cuestiones que le han hundido el suelo de lo cotidiano, la perspectiva doméstica, que es el verdadero parqué de una nación más que los índices bursátiles. Otra demostración se encuentra en Burgos, donde estuvo este viernes pasado, cuando una señora, ya sin de edad para ciertos entusiasmos y cosas, fue capaz de sobrepasar el obstáculo, de vencer la altura disuasora de la valla, para gritarle lo de «guapo». Este es el ambiente. Lo que hay. Mariano Rajoy pasea por una población y, a su lado, le van saludando, le van coreando eslóganes improvisados, pero que suelen repetirse sin que uno conozca bien el fenómeno de esa ósmosis extraña: «¡Tú sí que vales!», «¡Mucho ánimo!», «¡A por ellos!» y otros así, por el estilo. En un bar, en un local que entró para tomar el café, los clientes le rodearon enseguida para fotografiarse con él, no vaya a ser que se marchara pronto. Ahora hay mucho fervor por conseguir la instantánea. Existe mucho fetichismo del testimonio digital, del «souvenir» que ofrece lo casual, lo improvisado. Sobre todo los jóvenes le vienen a Rajoy con el móvil (que es la cámara improvisada de hoy) para captar el retrato posado de ellos junto al candidato del Partido Popular. Hoy, para cualquier cosa, se necesita atestiguarlo y nada mejor que una imagen, una foto. Los grupos se organizan a su alrededor. Unas palabras. Despedida y sonrisas. A su paso, se oyen peticiones. «Se necesitan aparcamientos para los epilépticos». Rajoy mira. Responde. Toma nota. Y continúa. Es, como si, de repente, al candidato le hubieran encontrado el lado humano. Y ya se sabe lo que pasa entonces.

Viaja con una corte muy pequeña, y mantiene en Génova su motor
Donde esté Mariano Rajoy en esta campaña, con él estarán su directora de Comunicación, Carmen Martínez Castro; y su responsable de Protocolo, Valle Ordóñez. Además de su esposa Elvira Fernández. Pero su motor sigue teniéndolo en Génova. Allí continúa peleándose cada día con el «tracking» electoral el sociólogo Pedro Arriola. Desde allí le llegan «papeles» y los dossieres para cada una de las plazas que visita, tarea de la que se encarga el equipo de Jorge Moragas. Y desde Génova también le mantienen en activo, las 24 horas, su proyección en las redes sociales, a través del equipo que dirige Alfonso de Senillosa. Hasta que dio a luz, la «número dos» por Madrid, Soraya Sáenz de Santamaría, ha sido otro de sus puntos de apoyo, informa C. M.