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Francia
Un cara a cara de alto voltaje
Todo está ya listo para que hoy Nicolas Sarkozy y François Hollande se enfrenten en un esperado cara a cara televisivo. El debate, retransmitido por la cadena privado TF1 y la pública France 2 a partir de las nueve de la noche, durará dos horas y media y contará con cuatro bloques temáticos (economía, sociedad, instituciones y política exterior). Según lo pactado, la temperatura en el estudio será de 20 grados y la mesa de cada uno medirá 2,45 metros.
El debate entre los dos candidatos que llegan a la segunda vuelta es una tradición política y mediática en Francia desde 1974. Sólo se rompió en 2002, cuando Jacques Chirac se negó a debatir con el ultra Jean-Marie Le Pen. Pese al interés que despiertan, rara vez han dado la vuelta a los sondeos. En declaraciones a «Le Monde», Jérôme Fourquet, del instituto IFOP, asegura que «la historia de la V República muestra que el debate, por importante que sea, jamás ha permitido invertir la relación de fuerzas».
El primer cara a cara entre Valéry Giscard d'Estaing y François Mitterrand en 1974 sí pudo contribuir a la ajustada victoria del candidato liberal, que le espetó a su rival socialista: «Usted no tiene el monopolio de corazón». El líder del PS tuvo que esperar para devolverle el dardo a Giscard al debate que los volvió a enfrentar en 1981. «Tiende usted un poco a repetir el estribillo de hace siete años: el hombre del pasado. Es molesto, al menos que en el intervalo se haya usted convertido en el hombre de la pasividad», le soltó Mitterrand, que pocos días después se convirtió en el primer socialista en llegar al Elíseo.
Transformado ya en una especie de monarca y padre de toda la nación, a Mitterrand no le costó ganar al conservador Jacques Chirac y ser reelegido con comodidad en las presidenciales de 1988. «Esta noche, yo no soy el primer ministro y usted no es el presidente de la República. Somos dos candidatos que se someten al juicio de los franceses. Por tanto, me permitirá que le trate como señor Mitterrand», pidió Chirac a un impertérrito Mitterrand que le replicó: «Tiene usted razón, señor primer ministro».
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