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Oslo

El análisis: Terror en Oslo

La Razón La Razón

En ausencia de alguna declaración policial de sospecha o algún comunicado reivindicativo, la única especulación razonable es la que apunta al islamismo. Cierto que continuamente sucede lo imprevisto y hay crímenes que no se aclaran. El asesinato de Olof Palme, hace 25 años, sigue siendo una incógnita. En la voladura del edificio federal en Oklahoma, en 1995, no hubo comunicado y a sólo dos años del primer atentado contra las Torres Gemelas, el vuelo de la imaginación se dirigió hacia los radicales islámicos, pero en horas la Policía señaló la pista de milicias de tipo nazi.
La ejecución del principal autor, seis años después, dejó muchos misterios sin aclarar. En nuestro 11-M nadie dudó durante las primeras horas de que se trataba de ETA, hasta que aparecieron pistas, al parecer totalmente intencionadas, que apuntaban hacia autores islamistas. Hubo dos reivindicaciones en ese sentido, a cual más falaz.
Lo que no parece posible en Oslo es un acto individual. La magnitud del atentado tiende a descartar al lobo solitario, pero podría ser una pequeña manada. El loco aislado o grupal está en el campo de lo absolutamente imprevisto. Si ahondamos en lo previsible, hay que rastrear los pecados anti islámicos de Noruega, miembro del OTAN, participante en misiones internacionales y país muy generoso concediendo asilo a refugiados políticos.
En su momento, el país se solidarizó con el caricaturista de Mahoma en el periódico danés, dando también sus dibujos a la publicidad. Tiene su pequeña participación en el conflicto de Afganistán, donde varios de sus soldados han perdido la vida desde 2004. El locuaz Al Zawahiri, anterior número dos y ahora sustituto de Osama Ben Laden, la ha citado varias veces en su lista de enemigos, de la que Al-Andalus (España) nunca ha salido.
En el momento en que el presidente Barack Obama inicia el comienzo de la retirada y anuncia más para antes de las elecciones del próximo año, podría estar en los cálculos de los talibán forzar la salida de los aliados, lo que debe tener estremecidos a nuestros socialistas.
La participación noruega en la campaña contra Muamar el Gadafi, aunque pequeña, ha destacado por su eficacia, y el dictador libio ha recurrido en varias ocasiones a los atentados terroristas para tomarse sus venganzas.
Más concretamente, hace ahora un año, fueron detenidos, en una operación internacional, tres islamistas foráneos que preparaban un atentado contra transportes en la capital noruega. Hace tres días se presentaron acusaciones contra el fundador de un grupo jihadista del Kurdistán iraquí, el cual profirió amenazas a propósito de su inminente deportación. En el instante de la explosión, tenía coartada. A falta de nada mejor, este es el terreno en el que nos movemos.