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César Rincón / Torero retirado: «No hay otra plaza en el mundo con la magia de Madrid»

Sabe de sobra lo que es el triunfo en Madrid. Seis puertas grandes con un hecho histórico: cuatro de ellas de manera consecutiva. El colombiano César Rincón conquistó el corazón de Madrid en el 91, y aún en el retiro, se le venera.

César Rincón / Torero retirado: «No hay otra plaza en el mundo con la magia de Madrid»
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–Suenan los clarines en Madrid. ¿Qué se le pasa por la cabeza?
–Cierro los ojos y me entra una nostalgia impresionante. Es un agrado pensar en esa plaza tan maravillosa, que me cambió la vida.

–De ahí que usted le rinda homenaje con el nombre de su divisa.
–Sí, soy un hombre agradecido. A Madrid me entregué y Madrid se entregó. Pasó algo importante cuando nadie se lo esperaba.

–¿Llegó preparado a esa tarde de la temporada del 91?
–Tenía un bagaje importante y no fue producto de la casualidad y se vio después.

–Seis puertas grandes en Madrid. ¿Recuerda todas?
–Perfectamente. La del 21 de mayo del 91 fue la llave maestra para que vinieran el resto. Quería abrirme paso como fuera; abrir las puertas que estaban cerradas.Después llega el sosiego y lo saboreas más.

–¿Cuál fue la más especial?
–No me puedo quedar con ninguna. Pero quizá la sexta tuvo un sabor muy lindo porque llegó después de mi enfermedad, después de luchar mucho con esa hepatitis. Me pareció que era un homenaje a la vida, a la perseverancia. Creo que si no hubiera tenido la meta de volver a torear no hubiera superado mi enfermedad.

–Una hepatitis derivada de una transfusión de sangre.
–Así fue. Y bendito sea. Contraje la hepatitis, que es una enfermedad silenciosa que te va atacando al hígado.

–Y llegó una etapa durísima.
–Fue un año largo con un tratamiento que mucha gente había claudicado con él. Lo peleé, después de todo lo que había superado en la vida. Fue clave estar enamorado del toro, de la ganadería, mi familia, mi mujer...

–¿Cuándo empezó a dar la cara la enfermedad?
–En el 92 me sentí mal, estaba agotado y veía que mis compañeros toreaban con normalidad. Vieron que tenía hepatitis, pero yo en ese momento no podía empezar el tratamiento. Estaba comenzando la parte buena de mi carrera y necesitaba ligar triunfos, igual que se ligan muletazos. Consolidarme.

–¿Sería muy duro torear en esas condiciones?
–Lo fue. Recuerdo días en los que mi hermano me quitaba el vestido de torear y no era capaz ni de ducharme, me tenía que acostar para recuperar fuerzas.

–Madrid, ¿ha sido su plaza?
–Yo escuchaba a los maestros decir «de Madrid al cielo» y así es. No hay otra plaza en el mundo que pueda reunir esa magia.

–¿Cómo suenan esos olés?
–Eso sí que es la música callada del toreo. Cómo se llena todo: sin música, con olés.

–¿Qué siente al formar parte de la historia del toreo?
–Mucho orgullo por haber dejado huella. Lo más importante es dejar un legado a la juventud, a mi familia, a los que vienen por detrás. Como amor y entrega se pueden conseguir muchas cosas.

–¿Echa de menos torear?
–Sí, hay muchas cosas que se echan de menos. Hasta la responsabilidad de cuando llegan estas fechas. Ves a los compañeros que están todos preparados, entrenando mucho, con la ilusión de vestir el traje. Y sí se despierta la nostalgia. No torear te deja un vacío grande.

–¿Torea en el campo?
–Nada. A veces me dan ganas, pero me resisto, porque muchos compañeros lo necesitan más que yo y al final tengo muchos compromisos.

–¿Cómo es la vida de ganadero?
–La profesión me enseñó a amar al toro de lidia. Todo lo que tengo alrededor se lo debo al toro. Por eso me da mucha tristeza que en algunos lugares, como en Cataluña, quieran acabar con la fiesta brava.

–En la Fiesta el amor al toro es generalizado.
–Sí, aunque en ocasiones desde fuera no se quiera ver. Cuando uno analiza cómo vive el toro en relación con cualquiera de los animales de la cadena cárnica, te das cuenta de que es un privilegiado. Hay mucho que pensar sobre este tema.

–¿Cómo el panorama actual?
–La situación económica es muy complicada y se resiente mucho en la Fiesta. Toreros que antes toreaban 15 ahora 2.

–¿Y en cuanto a los toreros?
–Pensando en San Isidro echo de menos a algunos toreros, sin duda. Por otro lado, es bonito la oportunidad para los muchachos que quieren dar un golpe a la puerta. Madrid, yo lo he vivido, es la plaza de las oportunidades.