Cantabria

El hombre tranquilo por Martín Prieto

Si aceptamos la definición que Groucho Marx hizo de la política, el arte de buscar problemas, España ha sido estos años un buen plató de cine. Cuando Rajoy salga a escena, sólo tendrá que hacer lo contrario 

016lrd29fot2
016lrd29fot2larazon

Para Groucho Marx la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados. Nada puede definir mejor a nuestro presidente en fuga que la reflexión del genial marxiano (no don Carlos), igual que la acepción naval de «zapatero» como capitán torpe en la maniobra del barco. En política, todas las derrotas son provisionales, y no es prudente colocar a Mariano Rajoy donde no está, aunque su futuro inmediato es predecible. El día que Gobierne España no tendrá otra cosa que hacer que lo contrario de su predecesor, que así será su constante inspiración, y resistir una oposición de gatuperio y martingala, carnicera y denigratoria, en la que la verdad y los hechos no son ingredientes de la vida pública. Y es que el partido socialista reclama para sí la única legitimidad para gobernar el país, siendo la derecha una conjunción de jeques usurpadores, antidemócratas, neofascistas y hasta enemigos de los derechos del hombre. Y de ese menjunje mental no se va a curar en cuatro años o en un congreso.

Algunos cinéfilos veneramos a John Ford, a quien la izquierda tilda de fascista y oculta su condición homosexual, y de su obra nos enternece «El hombre tranquilo», con otro nazi como John Wayne. El escritor Graciano Palomo titula su biografía «El hombre impasible». Caben ambos en quién será, cuando le toque, el hombre más preparado de los cinco presidentes de la democracia con experiencia en todos los escalones del Estado. Tras opositar a registrador de la propiedad, tiene derecho a leer «Marca» y ser aficionado al ciclismo, pero cuenta con la piedra en el zapato de los propios que desearían que empuñara una espada flamígera, lo que no va con su carácter. Le quieren disminuir retratándolo como opositor temprano y marido tardío que fue en viaje de novios con su suegra, sin entender que lo alaban.

En su hora imprevista y más amarga, desapareció en México y reorganizó el PP con determinación y obviando personalismos y amistades. Su Monje Negro, Pedro Arriola, esposo de Celia Villalobos, no se ha equivocado, y este hombre, a fuerza de parecer que no se mueve, está acabando el primero en la maratón. Como la belleza, el éxito no se discute.

Como el Rey tiene sentido del humor, le sugeriría que, verbalmente y por un minuto retroactivo designara a Zapatero Duque de Bildu cuando entregue las llaves de La Moncloa. Desde antes de sus dos legislaturas, acostarse con ETA ha sido su empeño más acariciado. Tiene más moral que el Alcoyano, que perdía doce a cero y pedía prórroga, y en lo poco que le queda aún intentará que la banda se disuelva para marchar a León con alguna fanfarria que oscurezca sus vergüenzas.

A la madre no se cita
Después de Stalingrado y Kurks, las retiradas de los alemanes ante los rusos se publicitaban como «avances elásticos sobre la retaguardia». Zapatero ha progresado heroicamente sobre las espaldas de los españoles hasta institucionalizar a los políticos etarras en el País Vasco y Navarra, y tras las generales, en el Parlamento. No condenan el asesinato y la extorsión como no se reniega de la madre.

Cuando se despeje la nube económica, advertiremos que Zapatero ha llegado con ETA al borde de la aceptación de Euskalerría: Vascongadas, Navarra, Iparralde y hasta las Encartaciones de Cantabria y el Condado de Treviño. La política territorial de este prófugo de la política ha sido destructiva y será la peor herencia para el PP, más que la deuda y la ausencia de crédito. En sus insomnios no se le materializarán los parados, sino una España confederal y asimétrica. Como Suiza pero con Cantones separatistas. El Ducado de Bildu le recordaría vitaliciamente que el delito de lesa patria no es un anacronismo. En EE UU es crimen federal y se pena con la muerte.