
Entrevista
Ana Botella: «José y yo nos hemos reinventado muchas veces como matrimonio"
La exalcaldesa de Madrid y presidenta de la Fundación Integra nos habla de emociones, valores y conexiones que trenza en su etapa más altruista entre la población más vulnerable y empresas punteras de España

Ana Botella ha logrado el milagro de caminar sobre el suelo. Y decimos milagro porque se ha vuelto habitual en nuestros líderes volar por las alturas o nadar con el agua hasta el cuello. Recibe a LA RAZÓN con una amplia sonrisa que cambia por una expresión de firmeza al hablar de las personas en riesgo de exclusión social con las que trabaja desde la Fundación Integra que creó en 2001. Su marido, José María Aznar, era aún presidente de Gobierno.
Nació en Madrid, es hija de médico y la mayor de 13 hermanos. Fue alcaldesa de Madrid de 2011 a 2015, la primera mujer en ocupar el cargo. De su época en Moncloa guarda temple y un recuerdo de orgullo y admiración hacia su esposo. Desde su labor como presidenta de la Fundación Integra, se permite desplegar su personalidad más altruista e inspiradora. Nos habla de emociones, valores y conexiones de esa población más vulnerable con el tejido empresarial. Como gran comunicadora, enfatiza cada palabra con sus manos transmitendo confianza y vitalidad.
¿Va a cumplir 25 años cambiando vidas?
Comencé después de conocer las cárceles españolas e iberoamericanas. Quise implicarme en la búsqueda de empleo porque no hay medida social ni progreso más importante que el trabajo. Desde la Fundación Integra acompañamos a personas en exclusión social severa o con discapacidad hacia la inclusión laboral. Esto les permite retomar las riendas de su vida y empezar una nueva vida junto a sus familias.
¿Hace de puente entre esta población vulnerable y las empresas?
Contamos con más de 70 empresas comprometidas y unos 5.000 voluntarios. Las personas en exclusión recuperan su confianza y su autoestima cuando un directivo de empresas como Garrigues o Iberia, por ejemplo, se toma la molestia de dedicarles un tiempo para considerar su problema. Trabajamos con discapacitados, "homeless", drogadictos y mujeres víctimas de violencia de género.
¿Qué impacto ha tenido en usted conocer esta realidad?
Me ha impulsado a subrayar el valor del trabajo y la formación. La Fundación Integra se ha ido adaptando a las nuevas necesidades y nos vamos marcando nuevos retos. El lunes viajé con mi marido a Gran Canaria y visitamos un centro de menores. Me impresionó la magnífica labor que se realiza con estos jóvenes, la mayoría senegaleses, y lo mucho que se consigue con ellos en poquísimo tiempo. Tengo muy claro que, con una demografía como la nuestra, la población inmigrante es fundamental. Hay que hacer que vengan con papeles y, una vez aquí, tengan formación y acceso al trabajo.
¿Qué poso le dejó la política?
Aprendí muchas lecciones. En realidad, pertenezco a la generación de mujeres que hicimos en España el cambio. Cuando ahora oigo ciertas cosas, me río. Hice la carrera entre 1970 y 1975, después oposité. Entonces te juzgaban por trabajar, más teniendo niños, y, según el Código Civil, ni siquiera podíamos abrir una cuenta sin la firma del marido o del padre. Fue apasionante conocer la Transición, mi paso por la alcaldía de Madrid o vivir la presidencia del Gobierno de mi marido y recorrer con él mundo y esa España interminable y fascinante, creer en sus políticas y observar todo lo bueno que hacía por España. Todo ha sido un inmenso privilegio y ahora pongo mi bagaje al servicio de la Fundación Integra. Es pura vocación y convencimiento.
¿Le duele, como decía Unamuno, España?
Muchísimo. En términos generales, se está poniendo en peligro el sistema democrático. Cuando, por ejemplo, se va contra el poder judicial, cuando se está tratando de ocupar periódicos, cuando se está gobernando conforme a un método, que es el populismo.
¿Qué implica el populismo en una democracia?
No es una ideología. Es un método que pretende que haya cada vez más gente dependiente de los presupuestos generales del Estado. Tenemos un grupo de jubilados muy grande, cada vez más gente que quiere ser funcionario público por los privilegios, cada vez más ayuditas… Por otra parte, los salarios son cada vez más bajos. Hay ciudadanos que echan cuentas y no interesa trabajar. Compensa más recibir ayudas.
¿Entiende que haya tantas bajas laborales?
Tenemos un serio problema en el mercado laboral que afecta a la sociedad. Nunca, desde que hay estadísticas, ha habido tantas bajas. Me deja asombrada. La calidad de la democracia en España y el resto del mundo está bajando de categoría. Las famosas democracias iliberales están haciendo gente más dependiente y menos libre. Es muy grave. Los amigos iberoamericanos nos avisan que vienen de nuestro futuro. Esto ya lo han vivido.
Nuestra salud mental tampoco está muy allá.
Los problemas de salud mental vienen por la falta de puntos de referencia y de límites en la educación y en el uso de las pantallas. Hay niños que llegan a casa y se mantienen conectados con el mundo virtual. Crean una vida paralela.
¿Ha visto la serie "Adolescencia"?
Sí, me ha impactado lo que he visto. Te das cuenta de cómo ha cambiado el mundo y de esa otra realidad virtual que los padres no conocen. Tiene razón ese hijo del policía que le dice: "Papá, no tienes ni idea. Estás haciendo el ridículo". Comprendo que educar es difícil, pero hay que poner límites.
Es abuela de ocho nietos. ¿Alguno tiene madera política?
Ocho y espero tener más. El mayor tiene 21 años y va a acabar la carrera. Le encanta la política y es un lector apasionado. Conoce la historia, la filosofía y, lógicamente, la política. Es algo con lo que ha convivido.

¿Cómo recuerda su paso por Moncloa desde el punto de vista personal?
Mis recuerdos son buenísimos. Tuvimos la suerte de contar con el apoyo increíble y siempre incondicional de nuestros hijos. Cuando llegamos, los dos mayores ya estaban básicamente formados. El menor tenía siete años y me di cuenta de que el tiempo que íbamos a estar allí era corto para su vida, pero decisivo en su desarrollo. Y decidí estar muy cerca. Para ellos no era fácil tener siempre detrás un coche de policía o no poder pasar desapercibidos, pero su actitud fue asombrosa. Entendieron lo que hacían sus padres y creían en sus políticas. Mi marido tuvo un apoyo muy fuerte.
No todos los matrimonios presidenciales sobreviven a la política.
José y yo hemos crecido juntos. Nos conocimos en un viaje de carrera, con 21 años, y no nos hemos vuelto a separar. Hemos vivido momentos apasionantes y otros terribles. Nos hemos tenido que reinventar muchas veces y ese esfuerzo de reinvención ha sido fundamental para una permanencia feliz.
¿El momento más duro?
Los atentados del 11 M, sin duda. Sentimos un inmenso dolor por las víctimas y por sus familias. Fue horrible.
¿Cómo vivieron como familia el atentado de ETA contra su esposo?
Se cumplen ahora 30 años. A mi hijo pequeño traté de protegerle, aunque se dio cuenta de casi todo. A los dos mayores les transmití un pensamiento: "Solamente hay que tener miedo al mismo miedo". Decidí que ni yo ni mi familia viviríamos con miedo, aunque en la vida cada uno se crea sus propios mecanismos de defensa para las cosas que te van ocurriendo. Mis hijos vieron veinte veces las imágenes en televisión y tuvieron que acostumbrarse a esa realidad.
¿Le preocupa lo que se diga de ustedes en las redes sociales?
En absoluto. Si las siguiera, no haría otra cosa. Me preocupa, eso sí, la protección de datos y el uso que se hace de ellos. No existe una legislación adecuada.
¿Cómo consigue su equilibrio físico, mental y espiritual?
Relativizando los problemas, actuando conforme a mi conciencia, practicando un poco de ejercicio al aire libre y, sobre todo, manteniéndome activa y adaptándome a un mundo tan cambiante como este.
¿Su balance vital es positivo?
Me considero privilegiada por lo vivido, porque hubo un buen resultado y por el cariño inmenso que todavía recibimos.
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