Opinión

La crónica de Amilibia: Ojo Rufián, el arroz no frena la diarrea mental

Gabriel Rufian durante el pleno del Congreso
Gabriel Rufian durante el pleno del CongresoAlberto R. RoldánLa Razón

Lo hacía muy bien mi madre con un espinazo de bacalao para darle un poco de sabor. El arroz con patatas fue plato de supervivencia en la posguerra española. Guardo en la memoria la imagen de Josephine Baker, la Perla Negra, con una falda de plátanos y nada más. Carmen Miranda llevaba toda la fruta de Brasil en la cabeza. Lujos impensables hoy en día.

Mi vecina Elena me comenta a la vuelta de la compra: «Más que del marcado, parece que vengo de una joyería, qué precios». Gabriel Rufián habría conseguido un gran éxito si para hablar de la fruta se hubiera presentado en el Congreso con una sandía en la cabeza (verde por fuera, roja por dentro) y una falda de meloncitos en los bajos. Espectacular a ritmo de samba.

Le preguntaron en las redes por su sueldo y respondió que cobraba en especie: «Cobro en sacos de arroz y de patatas». Profético Rufián: ¿para qué servirá el dinero cuando Putin nos envíe la plaga final de la gran hambruna? Ojo, Gabriel, el arroz es astringente, pero ni Mao pudo demostrar que sirviera de gran cosa para frenar la diarrea mental. Escribe Daniel Lacalle que Pedro Sánchez «quiere que el Banco Central Europeo obre milagros, que contenga la prima de riesgo y baje la inflación». Que cree en los milagros es algo sabido: Él mismo es un milagro que ahora aspira a que la OTAN le salve el culo en Ceuta y Melilla. Así sobrevive el gafe: mirando a Lourdes para alcanzar la gloria de más horas de Falcon.

Ah, y si quiere algo de la OTAN, que no se le ocurra servir en las cenas de gala ensaladilla rusa o arroz a la cubana. Mucho mejor el cuscús.