Carlos Larrañaga
Larrañaga se queda sin homenaje
Otro error incomprensible de la familia. Tras la muerte de Carlos Larrañaga y su fugaz entierro en una Málaga con la que no tenía más raíz que la de su agonía, echaron tierra al asunto, y, desde entonces, escurren el bulto cada vez que hay una oportunidad de homenajearle.
Otro error incomprensible de la familia. Tras la muerte de Carlos Larrañaga y su fugaz entierro en una Málaga con la que no tenía más raíz que la de su agonía, echaron tierra al asunto, y, desde entonces, escurren el bulto cada vez que hay una oportunidad de homenajearle. Como los Rivera Ordóñez, quienes también evitan lo mortuorio y nunca han organizado acto alguno por Carmen. Su hijo Pedro Larrañaga prometió en su momento de forma solemne y campanuda que pronto se celebraría uno, y así evitar mayores compromisos. Pero uno no deja de pensar en lo que pudo haber sido tras la reciente y cálida despedida a Fernando Guillén, en la que su descendencia le honró como merecía. Cada uno es muy dueño de hacer lo que mejor le parezca, pero el hueco está ahí y han tenido oportunidad en el estreno de «Hermanas», una comedia que une a Amparo Larrañaga con la dulce Marina San José, hija de Víctor Manuel y Ana Belén –que ahora saca disco tras cuatro años en silencio–. Con Pedro de productor y la hermana mayor de cabeza de cartel –de la pequeña Paula no tienen noticia, ni quieren–, el escenario del Maravillas, donde Celia Gómez triunfó antes de que arruinasen su estilo decó con una demoledora reforma, parecía el lugar idóneo para recordar a quien dio tanto a la escena, al cine y la tele. Dejó un histórico Adolfo en «Farmacia de guardia» que aún recuerdan en los pasillos de Antena 3, y mantienen la calle que le dedicaron en la sede.
Lástima, porque la noche del estreno de la obra teatral ofrecía alicientes además de Víctor y Ana: sobresalió una ceñida y gatuna Maribel Verdú, que en esa «Blancanieves» acaparadora de buenas críticas y desbandada de público demuestra singular histrionismo como la madrastra malvada y opresora. Javier Cámara hizo pre promoción de su nueva película con Almodóvar y Quique San Francisco que, inefable donde los haya y con una personalidad que trasciende lo artístico, apareció vestido de cosaco. También rondaron por allí Beatriz Carvajal y Ana María Vidal –tan ligada a San Francisco, historias de la historia–, quien mantiene físico juvenil a lo Carmen Lomana. Por cierto, ésta no se pierde ni un baile ni un festival ni un sarao, como si quisiera batir un récord Guinness. Se la pudo ver también en el pabellón turco de Fitur atraída por Sinán Mergis y Víctor Monturioli y compartió amadrinaje con la siempre ocurrente Rossy de Palma. Con rombos de Prada la primera y bajo negro riguroso la segunda, casi coincidieron con el presidente Feijoó y María Dolores de Cospedal. Hubieran tenido un encontronazo, porque los populares iban con cara de pocos amigos, acaso ante la escasa concurrencia de la feria turística. Comenté a Lomana palpando la calidad de su Kelly Bag que en Subastas Segre tienen uno por 14.000 euros como precio de salida, menos que en París. «Me da lo mismo, ya los tengo de todos los colores y tamaños», presumió acariciando la piel negra del que le colgaba del hombro.
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