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Sevilla

Ningún reinado es inocente

La Razón La Razón

Nos han dicho por televisión que éstos que estaban a las puertas de la Audiencia Provincial de Málaga éramos nosotros, con la zaca en la punta de la lengua y los puños apretados. La turba va ganando legitimidad y en este ambiente ya no lleva razón el que busca la verdad, sino que se la apropia el que más grita. Esto que nos dicen que es el pueblo siempre ha tornado pronto de gentil enamorado de mil cabezas a juez de la hora. Galdós decía que el paisano está movido por un manubrio oculto y superior. El episodio isabelino, que Pantoja es una reina en lo suyo y los revolucionarios franceses dejaron sentenciado hace más de doscientos años que ningún reinado es inocente, no es folclore de bodas apretadas de gitanos. Más que una venganza es una toma de temperatura colectiva. El mismo remolino humano, en otros tiempos tan recientes, respetaba a los gánsteres como a hombres de Estado y era de pardillos no aprovechar el frenesí marbellero. Entonces no es que hubiera más tolerancia. La Ley era la misma, pero los usos sociales eran más alegres, beodos y desprejuiciados. A lo que nos referimos esa que Jesús Gil explicó con una servilleta, ni siquiera con un Power Point, cómo se llevaba un tercio de Marbella y cuando no pudo cargar con más, apareció Julián con aquel vídeo electoral que era como un spot del SEPU, vestido con un traje blanco y reivindicándose como un honrado.

Diremos que a Muñoz le sacaron la mayoría absoluta, porque será peor dejar escrito que él la sacó con su ética, con su formación y esos modales portuarios. Su amante de entonces había debutado en las galas infantiles del Teatro San Fernando de Sevilla, en la primera hora de los tablaos de Mallorca, abriéndose paso entre la envidia, la dentellada y la entrepierna. Eran para Isabel los tiempos de Pulpón, el mánager legendario. De aquellas enseñanzas del maestro Solano y los contratos largos del ventorro cantante de El Semáforo, ascendió con Máximo Valverde interpretando piececitas de los Álvarez Quintero, cuya herencia de canarios, apios, geranios y graciosos, todavía paga Andalucía. Fue la viuda del mayor dolor, pero si en América Jane Fonda se repuso a través de la venta de vídeos de aerobic, Pantoja agarró el delantal para escribir hasta un libro de recetas de cocina y su famoso plato estrella con el pollo como protagonista. Hasta aquí ha llegado. Como Monteño, aquel torero abrumado por la popularidad, que se decidiera a entrar en un convento; ella como él, también tendría que exclaustrarse. Ni haciendo voto de silencio podría ganar la paz.