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La estrategia de Julio Iglesias contra Fraile

La Razón
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Parecía una réplica disfrazada de amor paterno. Conociendo el percal y cómo han podido sentarle al cantante las revelaciones de su ex mánager y amigo Alfredo Fraile, la portada de esta semana de «¡Hola!» parece una contraofensiva. Él hizo de Julio Iglesias lo que llegó a ser; hoy ya sólo es un reflejo de aquella gloria mundial. Este agosto lo veremos cantando en el «Starlite» marbellero que Banderas y Sandra García-Sanjuan mantienen contra viento, tempestades y un disparatado IVA que ahuyenta de nuestros escenarios a las figuras mundiales de la canción.

Fraile le da un buen repaso dentro de la mesura y guarda lo peor para su libro, «Secretos confesables». Tuvo de todo, incluso montajes como el de Ámsterdam, cuando Julio ensayaba «Gwendolyne» en Eurovisión envuelto en una manta vendiéndonos que no andaba muy allá de salud. Empezaron a explotar sus flaquezas, disimuladas como truhán y señor. En cuanto a esa portada con una imagen terrible de Julio con su hijo Rodrigo, parece oportunista y presuntamente para reparar la facha tan maltrecha que Fraile deja en sus seiscientas páginas, donde repasa la miseria económica de su ex pupilo, su egoísmo, su inseguridad a veces peligrosa en ese ambiente competitivo y cómo contrataba modelos para que le adornasen el entorno.

Lo vi en más de una ocasión, ya que entonces me integraron en la «troupe» y viajé desde América a Suráfrica, donde Carlos Iglesias no dejó de coquetear aprovechando la distancia marital –otro don Juan nada señor–. Fueron parte de mi vida, lo defendí desde «Protagonistas» cuando nadie creía en él y conseguí que Katty Corsini, madre del presidente de Renfe, aprovechara su amistad con la Reina para que patrocinara unos conciertos benéficos en Madrid y Barcelona. Empezaron en el Nou Camp, donde formó un irrepetible trío de «Caminito» con Plácido Domingo y Maradona. No tuvo el mismo impacto en los Madriles y Luis del Olmo tuvo que regalar entradas. El libre memorial incluye fotos donde, curiosamente, no hay imágenes de Charo de la Cueva, Papuchi o su hermano.

Julio contrasta ofreciendo una retocada imagen de padre cuidadoso, algo que nunca hizo con sus tres hijos mayores, criados con mando a distancia, hasta el punto de oírles comentar que «si papá nos llama, es que ha llegado el fotógrafo y tenemos que posar». Sigue repitiendo la táctica aunque el niño sea otro y no esa Chabeli a la que exprimió cuando creció de niña a mujer.