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Trabajo
Los nuevos negocios de Íñigo Onieva
Se está gestando una pareja que dará mucho amor al «cuore». Aquí, lo que no se ha contado de la salida laboral del futuro marqués consorte de Griñón
Éramos pocos y parió la abuela, y esta vez no me refiero a Ana G. Obregón, sino al novio del año, Íñigo Onieva, el protagonista. Después de todas las desgracias que su prometida ha sufrido en los últimos meses, incluyendo fiebres tifoideas, un esguince, la pérdida del traje de novia y ser llamada gorda en debates televisivos sin ningún tipo de pudor ni de respeto; ahora le toca a él. El martes pasado, la colaboradora Belén Esteban reveló en Telecinco que había quedado en paro, pero, al parecer, esto no era cierto. Una fuente cercana a él, que le hace de intermediaria, me escribió un mensaje negando la mayor: no hay despido.
La situación real es que, después de dos años en el grupo, su proyección era muy limitada. En las últimas semanas le propusieron un cambio de funciones sin tocar los términos económicos, pero no llegaron a un acuerdo y se resolvió el contrato de forma amistosa y sin ningún problema. Es decir, que a Íñigo se le pasó a parte más de oficina, alejado de esas labores de relaciones públicas que tanto atemorizan –y con razón– a la marquesa de Griñón. Sin embargo, no se llegó a un acuerdo con el futuro noble consorte.Cesó la relación con buena sintonía. «Buen rollo», explican a LA RAZÓN fuentes cercanas a Onieva. En definitiva, Mabel Capital, donde tenía un cargo –a medida– de director, por un lado, e Íñigo, por otro. Y todos tan contentos.
¿El motivo? Íñigo, en paralelo, llevaba meses trabajando en un proyecto personal de restauración, que se inaugurará a principios de 2024. Y una cosa llevó a la otra. Aunque algo sí nos aseguran: no va a montar un negocio de organización de bodas en El Rincón, la finca de su prometida donde se celebrará el enlace y que podría perfectamente ser la hermana pequeña ede lo que tiene montado Samantha Vallejo-Nágera en Pedraza, Segovia. Eso sí, el restaurante de alta cocina efímero que montó Tamara hace unos meses en El Rincón (acuérdense que hasta tenía cocinas móviles) le ha servido al joven empresario para conocer los entresijos del negocio y ver de primera mano las dificultades, los aciertos y, sobre todo, las rentabilidades de un negocio de restauración. Porque en Grupo Tatel, ese gigante creado con tino por Abel Matutes Jr. con una recua de mediáticos socios, él sólo era un empleado. VIP, pero asalariado. En palabras de los responsables del grupo, hubo varias ofertas sobre la mesa para retener al ingeniero. Desde nuevas funciones hasta mantener el mismo puesto que ocupaba en la actualidad, pero ninguna de ellas acabó por convencerle.
A todos los que están preocupados por su situación económica o cómo va a contribuir a mantener a su nueva familia, les digo que no se agobien. Él tiene un buen colchón, la empresa Mabel le ha finiquitado estupendamente bien y, además, su familia le avala. Pienso, y que conste que esto es cosecha mía, que Onieva ya estaba un poco harto del tema de relaciones públicas. Y Tamara tan contenta de tener al novio para ella sola y cesar así la exposición diaria y nocturna a la vez.
Socio aquí, socio allá
Sobre quiénes pueden ser sus posibles socios en esta nueva aventura de la que no quieren desvelar nada «por prudencia», se baraja algún nombre. Basta echar una mirada al Registro Mercantil para ver que con Pablo Marín Griñón tiene la empresa Meva Hospitality, que es muy jovencita (tiene un año de vida) y aún no ha presentado cuentas. De esta entidad pende el famoso Lula Club, que tantos desvelos le ocasiona a Tamara. Pero es una entidad con un espectro social muy amplio puede organizar eventos, llevar restaurantes e incluso dedicarse al comercio de productos «diversos». Vamos, que la figura mercantil la tiene para poder alojar aquí su nueva aventura, si esto es lo que desea.
Pero no es la única entidad de la que es administrador mancomunado en Madrid, donde tiene su centro de operaciones. También este pasado verano creó ARD Hospitality, que puede hacer todo lo anterior e incluso gestionar hoteles y casas rurales. Pues eso, qué vivan los novios y que emprendan mucho y bien.
El enlace de los mil y un baches: infidelidades y vestidos
La boda de Tamara e Íñigo tiene todos los ingredientes para una serie de Netflix, una plataforma donde novia y madre de la novia han encontrado su particular confesionario. Primero, fue la infidelidad de Íñigo, que se gestó en la tierra y en el metaverso. El perdón cristiano de la novia y luego, el malentendido con un vestido, que Tamara creía de princesa y acabó siendo de poliéster. Por suerte, el final se perfila feliz. Tenemos un novio que va a Lourdes a expiar y una novia de Carolina Herrera que lo tiene solo para ella. What else?
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