Las Confesiones
Máximo Huerta: «Revisionar la cultura es perder el tiempo»
El escritor y periodista, que acaba de publicar «París despertaba tarde», nos detalla su nueva vida en Buñol y hace un repaso a la actualidad.
Mis primeras veces con Máximo Huerta (Utiel, 1971) fueron en la cafetería de Telecinco. Mientras se tomaba un tentempié, antes o después de su informativo, desgranábamos lo que se cocía en las crónicas del día, de las más serias a las otras. A él la curiosidad (y la vida) siempre le han llevado a explorar realidades plurales. También por su empatía. Por su generosidad. Por su tenacidad y por su coraje. Por eso, no tardaron en ficharle para madrugar con Ana Rosa Quintana. Muchos lo llamaron entonces» cambio de rumbo profesional». Eso llegaría en 2018. Sus seis días como ministro de Cultura de Pedro Sánchez sí supusieron un tsunami, del que continúa teniendo que dar explicaciones. Aunque en este lustro haya seguido conduciendo con maestría en las autopistas de la Comunicación, con «A partir de hoy» y el «Benidorm Fest», en la pública, o, más recientemente «La vida al Màxim», en la valenciana. Además de seguir llenando estanterías con sus libros, uno de ellos, «Adiós pequeño», premio Fernando Lara. Estos días, con motivo de la presentación de su décima obra, «París despertaba tarde» –ambientada en los años 20– en los medios también se han interesado por su madre, para y por la que vive hace un año en la localidad valenciana de Buñol. Allí está su librería, «Doña Leo», bautizada así en honor a su perro. Porque lo de Huerta viaja siempre abrazado a los afectos. A nosotros, en esta breve charla, nos confiesa amistades recuperadas, picoteos improvisados, ausencia de nostalgia y presencia de mimos. Si, como reza su novela, «las cosas del corazón se reducen a dos simples posibilidades: se ama o no», parece claro que Máximo Huerta está en las primeras.
Le ha vuelto a pasar. Se pone a escribir y siempre le queda París. ¿Qué quiere trasmitir en este regreso literario a la capital francesa?
París siempre es inspirador. Una terraza mirando a la calle, a la vida. Un barrio. O una época. Quiero que los lectores viajen en el tiempo y se encuentren con la alegría de vivir.
Acaba de cumplirse un año de la apertura de su librería en Buñol, donde dice que ha descubierto «el tiempo lento en el que el día dura más». ¿Qué echa de menos de su vida de antes y qué ha recuperado?
He recuperado a mis amigos de la raíz, a los del colegio, mis calles, mis tiendas. Mi territorio. Y todo se hace más fácil, más amable.
Se mudó para cuidar de su madre, que hace tiempo que no le reconoce. ¿Tiene quién le cuide a usted?
Ya me cuidaré en el futuro, ahora debo poner la mirada en ella. Procuro mimarme entre amigos. Una caña improvisada, un picoteo...
Mercedes Milá me confesaba en estas mismas páginas que «una librería nunca ha sido un negocio ni lo será». ¿A usted sí le paga las facturas?
«Doña Leo» es una librería maravillosa que está llena de lectores siempre y que vienen con ganas de encontrar historias. Yo bajo a la librería, saludo, abro una botella de vino y brindamos. Hay que cuidar a los que vienen.
Bromeó con que el presidente Pedro Sánchez iba a presentar «Tierra firme» en su tienda. ¿Tiene su libro en las estanterías?
En mi librería no tenemos libros de políticos.
¿La verdadera libertad se adquiere rechazando puertas giratorias?
La libertad es una librería, como decía Joan Margarit. No conozco esas otras puertas.
¿Ve necesario el revisionismo histórico de los Museos, como plantea el actual ministro de Cultura, Ernest Urtasun?
A la cultura hay que dejarla ser, brillar y sorprender. Cada tiempo va dejando su huella. Revisionar es perder el tiempo, hay que evolucionar.
¿Y que se vaya a ponderar la lectura tras el deficiente informe PISA?
La lectura es posiblemente la asignatura más necesaria de nuestra vida. Hace falta más comprensión lectora, más vocabulario y más verbo. Somos lo que hemos leído.
Si en su décima novela se regresa a 1924, ¿a qué año volvería Máximo Huerta si pudiera y qué haría de manera diferente?
A mi pasado no tengo ningún interés por volver. ¿Para qué? Ya está vivido. Para corregir otras épocas ya está la ficción.
Los que le hemos seguido en la tele, le extrañamos en la pequeña pantalla. ¿Esa nostalgia es recíproca?
No tengo nostalgia televisiva. Ninguna. Me lo he pasado muy bien, muy mal y estaré atento a posible proyectos. En el caso de que surjan.
Cuando llegan las nueve de la noche. ¿Por quién se decanta: Carlos Franganillo, en Telecinco, Vicente Vallés, en Antena 3, o Marta Carazo, en Televisión Española?
Me decanto por Rosa Romero, en «A Punt».
Suena el teléfono. Es una propuesta. ¿Qué desearía que le ofrecieran?
La elección de la protagonista de «París despertaba tarde».
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