Entrevista

Lucía Dominguín: «En casa, Audrey Hepburn solo comía yogures»

En comunión con sus hijas publica «Casa Dominguín. Recetas familiares», donde mezcla recetario con un rico anecdotario

Lucía Dominguín
Lucía Dominguín. Foto: Patito DominguínCedida

Hija de Luis Miguel Dominguín y Lucía Bosé, heredera de un maridaje único, en su hogar se ha compartido mesa y mantel con figuras de la política, iconos del cine, la música, el arte, la ciencia o la literatura de medio mundo. Algunos de aquellos platos de su infancia, y unas cuantos más, los recopila hoy Lucía Dominguín (Madrid, 1957) en comunión con sus hijas, Jara y Palito, en «Casa Dominguín. Recetas Familiares» (Libros Cúpula). Un manuscrito homenaje a la saga, de 220 páginas, con platos de Italia, Extremadura o Segovia donde se saborean anécdotas, fotografías y risas entre puñados de amor, complicidad y mucha franqueza. La misma que transmite la escultora y empresaria esta mañana soleada de marzo, mientras colorea un abanico vestida de su madre, la inolvidable abuela azul.

¿Cómo surge este proyecto junto a sus hijas y cuánto de terapéutico ha sido prepararlo?

Ha sido mi mejor terapia. Todas los padres deberían escribir el libro de recetas con sus hijos, con sus familias, y poner fotografías de ellos, de los platos… Es una catarsis tan bonita. El paladar siempre nos lleva a la infancia, que es donde hemos vivido la mayoría del tiempo. El proyecto surge como otros que hice con Bimba o con Olfo, pero éste hemos conseguido terminarlo porque así se han confabulado las hadas. A Planeta le encantó la idea y lo hemos hecho todo nosotras. Mis hijas me han dejado asombrada con su planificación. Las miro y digo «qué bien las he hecho». Son monas, inteligentes y capaces.

Este relato es un tributo a su madre Lucía, la abuela azul, y a la abuela Rita, hecho por otras tres mujeres de la familia. ¿Qué comparten con ellas y en qué discrepan?

La diferencia es nuestra vivencia pero la educación tiene mucho que ver. Mira, ahora estoy sentada pintando un abanico para las Fallas y he puesto un trapo blanco a mi lado como hacía mi madre.

«Hay recetas para el paladar y recetas para el alma», dicen. ¿Las segundas cuáles son?

Son las anécdotas y las risas. A todo nuestro cuerpo lo tenemos que alimentar: el alma, el espíritu, el paladar, por eso esto es un libro de arte, rosa como el color de los capotes de mi padre.

Palito, a la que le da mejor comer que cocinar, confiesa que sus ídolos los ha tenido siempre en casa. ¿Le ocurre igual?

Tengo muchos ídolos en casa: a mis padres, mi tata, el vaquero que llevaba las vacas, que era un personaje mágico….A Bimba y a Miguel. Tengo ídolos muy potentes.

A su icónica casa de Somosaguas venían a mesa puesta actores, poetas, cantantes, políticos, bailarines…¿Alguno tenía adjudicado menú?

La única era Audrey Hepburn, que solo comía yogures. En mi casa se hacía mucho cocido y cocina española, por la parte de mi padre, y la pasta por la parte de mi madre. Y en época de caza, pues ciervos, conejos, perdices…

Dicen que nunca faltaba ni un plato de comida ni algo de abrigo. ¿De dónde viene esa filantropía?

Por la parte de mi padre siempre ha habido cantidad de gente, desde flamencos que estaban días comiendo churros, a Ernest Hemingway, Sofía Loren, Marisol, Rafaella, Lola Flores. Camarón tenía 13 años cuando pasó por casa. De parte de mi madre, era todo el glamour del cine, como Deborah Kerr y su marido, que estuvieron años en el cuarto de invitados. O Natalia Figueroa y Raphael. Había desde nobles a muertos de hambre.

Jara descubre en estas páginas que ha ordeñado cabras, matado cerdos o recogido espárragos…Usted tiene un huerto hace años y cree en la medicina natural. ¿Lo hace por salud?

El respeto a la tierra viene de mi padre, que era cazador y torero, pero le tenía un respeto inmenso a los animales. De joven recogió una loba de pequeña y la cuidaba. Ha tenido búhos, halcones, pumas, mi casa era un zoológico. No sé cómo nunca cogimos ninguna enfermedad.

Reside en la casa-museo segoviana en la que vivió su madre. ¿Por fi n ha encontrado su lugar definitivo en el mundo?

Para nada, yo soy nómada, de hecho ya estoy haciendo cajas, para irme a otro sitio.

Cuenta que su hermano Miguel está encantado con el libro. ¿Qué le prepararían si viniera a comer?

Los calamares en su tinta con judiones, que es una receta que me dieron en Asturias. Se la he pasado para que se la haga a sus hijos pero no le sale. Jara le haría un plato mexicano. Y Palito, una tarta.

El día 23 se cumplen cinco años de la muerte de su madre. ¿En qué momento del día la recuerda más?

Todo el día. Me subo en la furgoneta y me acuerdo, entro en casa y le doy gracias porque me ha dejado un techo. Ahora mismo tengo sus jerséis puestos. Está siempre.

¿Dónde tiene puestas su ilusiones y qué preocupaciones le rondan?

Preocupaciones procuro tener pocas y les dedico cinco minutos, como si fuera tomarme un café, porque así se resuelven. Ilusiones hay muchas, cada mañana que abro los ojos, aparte de dar gracias, me invento que me va a hacer ilusión: darme un paseo y recoger flores. O hacerle una tortilla a mi hija. Pueden ser banales o sueños. Los sueños hay que pintarlos. Porque si no te puede salir color caca. Tengo 67 años y espero durar 40 ó 50 más pero sigo viviendo día a día.