Momentos de tensión
El gran susto en la boda de José Luis Martínez-Almeida que puso en alerta a su seguridad
Nada más terminar el desfile de ilustres invitados al enlace, un imprevisto puso en jaque a la organización e hizo saltar todas las alarmas
Madrid se ha vestido de gala este sábado 6 de abril para acoger la mediática boda de José Luis Martínez-Almeida y Teresa Urquijo. Todas las miradas estaban fijadas en la madrileña Parroquia de San Francisco de Borja, donde el alcalde de la capital y su novia desde hacía once meses se daban el ‘sí, quiero’. El alto perfil de sus cerca de 500 invitados hizo que las inmediaciones del templo estuviesen rodeadas por una horda de curiosos, además de medios gráficos y profesionales de la información, ansiosos por ser testigos de cada detalle de los asistentes, especialmente de aquellos de mayor renombre. Sin embargo, tal fue el nerviosismo que se vivió ante el goteo incesante de rostros conocidos, que se vivieron momentos de tensión hasta producirse un incidente que preocupó mucho a los allí congregados y, especialmente, al ingente equipo de organizadores y miembros de seguridad apostados a las puertas de la iglesia, justo cuando daba comienzo la ceremonia.
Aunque la boda de José Luis Martínez Almeida y Teresa Urquijo estaba fijada a las doce del mediodía, desde las diez de la mañana ya comenzaron a presentarse ciudadanos. Cientos de personas apostadas a las puertas de la parroquia, dispuestas a dar la enhorabuena a los contrayentes por su enlace y, de paso, ver de cerca a grandes personalidades, como el Rey Juan Carlos, sus hijas, las infantas Cristina y Elena, así como sus nietos, Victoria Federica, Froilán y Juan Urdangarin. También representantes políticos de la cúpula del Partido Popular, así como lo más granado de la aristocracia patria o del mundo de la empresa y el espectáculo. Así, poco a poco, la iglesia fue llenándose hasta los topes, pues tan solo cuenta con aforo de 350 personas, siendo el número de invitados mucho más elevado. Pero si dentro estaban faltos de espacio, los curiosos en la calle estaban completamente aglomerados, tratando de escalar posiciones para acercarse lo máximo posible a las vallas que limitaban el paso. Y es ahí cuando llegó el gran susto que alarmó a todos.
Nada más terminar el incesante goteo de personalidades y cumpliéndose la tradición de que la novia fuese la última en llegar tan solo 8 minutos después de pasar el mediodía, se produjo el imprevisto. Una mujer que se había hecho hueco en las puertas de la parroquia desde las 10 de la mañana, perdía el conocimiento y caía rotunda al suelo. Rápidamente, las personas que se encontraba a su alrededor alertaron a la organización de la boda, quienes apresuradamente levantaron las vallas y liberaron a la señora de la aglomeración que amenazaba con sepultarla. Fue apartada y conducida a tomar el aire a una zona libre de curiosos, donde pudieron darle agua, abanicarla para bajarle la temperatura corporal, a la espera de que llegasen los servicios de emergencias. Al final no fue preciso que la ambulancia se personase en el lugar, pues en pocos minutos se recuperó. Es más, no dudó en regresar a su puesto en primera fila para no perder detalle poco después a la salida de los novios. Eso sí, ya desde el lado privilegiado de las vallas, pues el equipo de seguridad le ofreció un lugar envidiable para evitar que su estado se viese de nuevo comprometido.
Da la casualidad que esta mujer que sufrió la tensión vivida por la boda de José Luis Martínez-Almeida y Teresa Urquijo, habló con LA RAZÓN distendidamente a lo largo del desfile de invitados. Estaba eufórica por poder ver en persona no solo a los novios, sino especialmente a Don Juan Carlos y sus hijas, aunque al final se llevó la decepción de no poder saludar a Doña Sofía, que optó por no ir a la misa y reengancharse después en el banquete nupcial en la finca familiar de El Canto de la Cruz, en Colmenar Viejo. La señora, muy simpática en todo momento, llegó incluso a reconocer su estrategia de este sábado para poder disfrutar del enlace y, de paso, asegurar su propio convite en su hogar. Y es que había dejado preparado el sofrito listo, a falta de echar el arroz y sentarse a comer, para comentar con su familia todas las anécdotas vividas. Eso sí, lo que no entraba en sus planes es que ella misma se iba a convertir en protagonista inesperada de la boda de la que, con tanta ilusión, fue testigo.
✕
Accede a tu cuenta para comentar