Un caso de éxito

Anna Arbos, el ascenso de una pasión que tranforma la piel

La emprendedora convirtió su obsesión por el cuidado de la piel en un negocio que le ha reportado 1,2 millones en 2024

Anna Arbos
Anna ArbosCedida

Cuando el confinamiento llegó en marzo de 2020, obligando a millones de personas a recluirse en sus hogares, las prioridades y rutinas de la mayoría cambiaron de manera drástica. Para Anna Arbos (Barcelona, 1994), ese aislamiento se transformó en una oportunidad invaluable para redescubrir una de sus pasiones más profundas: el cuidado de la piel. De este espacio personal de autoexploración y bienestar surgió Glow by Anna, su alter ego digital, que hoy día trasciende la categoría de una simple cuenta de Instagram dedicada a la belleza. Es, en su esencia, un testimonio vivo de cómo una pasión compartida puede llegar a transformar una vida y, en el proceso, construir una comunidad de más de cincuenta y cinco mil seguidores leales.

La historia de esta emprendedora no es la de una «millennial» obsesionada con los últimos productos cosméticos ni la de una gurú de la piel nacida entre frascos de cremas de lujo. Su amor por el cuidado de su dermis surgió de forma gradual, alimentado por una curiosidad que solo el tiempo y la autocomprensión pueden fomentar. «Empecé con una tienda online multimarca, contacté con un par de firmas cosméticas, una coreana y una española, y comencé a distribuirlas a través de mi página de ecommerce. El punto diferencial es que, en lugar de vender un producto unitario, hacía packs según tipos de piel», recuerda. Con el paso de dos años, Arbos percibió que su proyecto «se quedaba corto» y decidió lanzar su propia marca de cosméticos, Facegloss. «Quería que mi marca fuera tan buena y potente que la gente la comprara por ella misma, no por ser la de una influencer», asegura con firmeza. Y así nació el «fondo de armario» cosmético de la marca, una selección de productos esenciales que incluye «un limpiador, el tónico, el sérum de noche y la crema hidratante. Y luego me planteé sacar productos ‘‘coleccionables’’ para completar esas rutinas», explica.

Resultados impresionantes

«El valor diferencial de Facegloss es que es un todo en uno, con fórmulas cuyos resultados en la piel son impresionantes», destaca. Y no es para menos. La marca ha logrado captar la atención de miles de personas que buscan algo más que un simple cosmético; buscan un producto que combine calidad, efectividad y una experiencia única. Arbos no oculta que el esfuerzo detrás de este emprendimiento es monumental: «Trabajo literalmente 24 horas al día, pero estoy feliz, porque en el equipo todos somos amigos. Somos una familia. Nos entendemos bien y nos respetamos». Para ella, hay dos factores fundamentales que han sido clave en este camino. El primero: «hacer lo que me da la gana, escuchando, por supuesto, los consejos de la gente, pero no más de la cuenta. También me guío por mi intuición», expresa. El segundo: «Ser fiel a lo que me nace, porque al final, para emprender, yo creo que tiene que ser algo innato».

En cuanto al consejo que ofrecería a alguien que quisiera emprender, responde rotunda: «Rodéate muy bien de personas que tengan lo que tú no tienes. Tienes que ser muy humilde para saber que serás muy buena en unas cosas, pero en el resto no. Y ahí es donde debes confiar en los demás».

En su primer año, Facegloss facturó 1,2 millones de euros, alcanzando cerca de 20.000 pedidos y más de 30.000 referencias vendidas. «Nuestra marca se dirige a un nicho que hasta ahora no habían tenido en cuenta las marcas tradicionales, y si lo hacían, no se dirigían a la consumidora de una manera moderna y atractiva. Yo intento hacerlo de una manera muy chula», señala divertida.

Además, los resultados hablan por sí mismos: «El 99 por ciento de las ‘‘reviews’’ que tenemos son de cinco estrellas. Solo nos han criticado que alguna vez tarda en llegar un paquete», asegura la creadora de contenido, que se muestra orgullosa de los activos de sus formulaciones. «Yo misma pido los ingredientes directamente al laboratorio con el que trabajo, y los pruebo en mi rostro durante entre seis meses y un año hasta dar con el producto exacto. La mayoría nos han dicho que notan un cambio brutal en la piel», recalca.

Formación autodidacta

Aunque su carrera no comenzó en el mundo de la cosmética, Anna estudió Publicidad y Relaciones Públicas y trabajó en Alemania para la firma Montblanc organizando eventos de lujo. Sin embargo, la pandemia alteró su vida y regresó a la casa de sus padres en Barcelona. «Como desde los 15 años soy una friki de la cosmética, me puse a leer los ingredientes de las etiquetas y a investigar». Así, de forma autodidacta, comenzó el viaje de una de las emprendedoras más prometedoras del mundo de la belleza.