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Aniversario

Ana Obregón, "ilusionada" en su 70º cumpleaños: "Mi hijo me dijo que cumplir años es un privilegio"

La actriz recupera la sonrisa tras años sin soplar las velas gracias a Anita, su nieta. Ella misma lo explica a LA RAZÓN

Ana Obregón, espectacular a los 70 Gtres

Ana Obregón es un rostro que trasciende generaciones, una figura que habita en la memoria colectiva de un país entero. Mientras los más jóvenes desconocen a Mayra Gómez Kemp y los mayores no han oído hablar de Lola Lolita o Marina Rivers, todos coinciden en ella: actriz, presentadora, escritora, guionista, bióloga. Un icono televisivo y un emblema de la cultura pop que, aunque cueste creerlo, este 17 de marzo alcanza las siete décadas de vida. Fecha señalada y otrora ligada a la celebración y la fiesta, pero impregnada de un sabor agridulce desde el año 2020, cuando la vida le arrebató demasiado pronto a su gran amor, su hijo Álex.

Desde entonces, hasta los días más soleados tornaron en grises y Obregón no volvió a soplar las velas el día de su cumpleaños. No sentía que hubiera nada que celebrar y los recuerdos se volvían especialmente dolorosos cada 18 de marzo, cuando la ausencia del joven Lequio amargaba el más mínimo resquicio de ilusión por sumar una nueva primavera.

Pero aunque el dolor la acompañará hasta el último de sus días, un potente rayo de luz logró disipar algunas sombras de la vida de Ana en marzo de 2023, cuando su nieta vino al mundo para, en sus propias palabras, hacerle recuperar las ganas de seguir adelante. La pequeña llegó para darle una razón, para rescatarla del abismo y recordarle que el amor trasciende incluso la muerte.

El cumpleaños de Ana Obregón

El nacimiento de Anita, hija de Álex y fruto de una gestación subrogada, no estuvo exento de polémica por las implicaciones morales que muchos pusieron sobre la mesa, dando pie a un debate público y casi nacional del que la principal protagonista intentó mantenerse al margen. La única verdad incontestable para ella era que su nieta estaba aquí, sana y amada, y que su hijo vio cumplida una de sus últimas voluntades desde el cielo.

Ana Obregón en el bautizo de su nieta AnitaGtres

Hoy, dos años después, el paisaje en el aniversario de Ana Obregón es bien diferente. Regresan los globos y las velas, aunque sea de forma testimonial, y se vuelve a dibujar en el rostro de la actriz una sonrisa que refleja su alegría por celebrar, de nuevo, la vida junto a su nieta. «Desde que mi hijo me dejó, no volví a celebrar cumpleaños hasta el año pasado, que ya estaba Anita», explica a LA RAZÓN. Eso sí, no habrá una gran fiesta ni reuniones multitudinarias como antaño, sino tan solo Ana y sus seres queridos más cercanos, su familia: «En realidad no lo celebro, solo con mis hermanos y Anita».

El dolor es perenne, un eco imposible de acallar, pero también lo es la gratitud. Por primera vez en mucho tiempo, Ana se siente «ilusionada» por cumplir un año más, porque en ese gesto ve un homenaje silencioso a su hijo. «Él me decía que cumplir años es un privilegio», rememora emocionada ante quien esto escribe. Y así, con el corazón dividido entre el recuerdo y la esperanza, la actriz vuelve a pedir un deseo al soplar las velas. Sabe que el mayor de todos no puede materializarse, pero al menos pide que la vida le conceda el tiempo suficiente para seguir viendo crecer a su nieta. Porque en ella está la herencia más valiosa que su hijo le dejó.

Un 13 clavado en el alma

No es una cifra a la que la gente tenga estima, pero más allá del mal augurio tradicionalmente asociado a él, el 13 es un número especialmente desagradable para Ana Obregón. Su hijo Álex perdió la vida un fatídico 13 de mayo, hace ya cinco años, y no hay mes en el que llegue este día y la actriz no le recuerde. «Otro 13 sin ti», lamentó la semana pasada, el 13 de marzo, después de compartir en sus redes sociales una profunda reflexión que Álex dejó para la posteridad, entre otras tantas plasmadas en su libro: «Hay algo abstracto que perfuma lo tangible, que existe en todo lo que nos rodea, y que solo somos capaces de percibir cuando cuerpo y alma asumen el último acto de una maravillosa superproducción llamada vida».