Recuerdos
El misterio de Carmina Ordóñez, 18 años después
El recuerdo de “La divina” sigue vivo en cuantos la conocieron
Se cumplen dieciocho años de la muerte de Carmen Ordóñez. Cuando los primeros rumores llegaron a las redacciones de que algo había sucedido en lo que ya era una existencia inestable en su vida, no fue fácil contrastar la noticia. No había datos fiables, tan solo indicios. Fue la agencia Efe la que por fin adelantó y confirmó la tragedia. La divina, como la bautizo la Prensa por utilizar el latiguillo «divinamente» cada vez que le preguntaban cómo estaba, había aparecido muerta en la casa que compartía con su hijo pequeño Julián Contreras. El destino quiso que precisamente esos días el chico estuviera con su padre, Julián Contreras, y no en el piso familiar. A día de hoy se desconoce con quién pasó esa noche Carmina. Si estuvo sola o acompañada. Quiénes fueron las últimas personas con las que habló. La investigación policial dio por buena una muerte accidental. Apareció en la bañera de su cuarto de baño.
Las causas de la muerte de la divina no estaban claras y las especulaciones, rumores e interpretaciones de todo tipo, fueron la tónica dominante aquellos días y aún perduran en los aniversarios. ¿Qué sucedió entre la medianoche y las ocho de la mañana cuando se certificó su defunción?
Los unicos datos que se filtraron fueron que había fallecido a esa hora. Años después, su gran amiga Eva Carreño, que fue la persona que acudió al domicilio y se encontró con la tragedia, contaba a Mayte Alcocer en este mismo diario hace un año: «La situación era muy extraña. Tuve que ser yo quien llamara a la Policía. Es más, creo que la familia de Carmen no mandó investigar lo suficiente. A día de hoy aún quedan muchas lagunas por resolver».
Los dos hijos mayores Francisco y Cayetano, nacidos de su matrimonio con el torero Francisco Rivera «Paquirri», no quisieron que la autopsia fuera pública y trascendiera a los medios. Y Julián Contreras Jr. aceptó la decisión. El drama no era cómo había muerto su madre, sino la desgracia de no volver a verla. En alguna ocasión él mismo rememoraba esos días y se preguntaba qué habría pasado de haber estado él físicamente en la casa. Quizá podría haber evitado el fatal desenlace. Una pregunta que nunca tendrá respuesta.
Carmen, Carmina, Carmuca como la llamaba su padre Antonio Ordóñez, cariñosa y generosa hasta límites extremos. Sus últimos años desfilando por los platos de televisión en unas condiciones físicas delicadas fueron la señal de que algo no iba bien en su vida. Los amigos de verdad intentaron separarla de ese mundo oscuro y no lo consiguieron. Jesús Mariñas, de sus incondicionales de toda la vida, me contaba: «Siempre tuve miedo de recibir una llamada en la que me dijeran que Carmen había aparecido muerta después de una juerga». Nuncase sabrá si hubo fiesta o simplemente cumplió con su destino. Ella soía decir: «Me moriré antes de cumplir los cincuenta». Y así fue. A pesar de los años transcurridos su recuerdo sigue muy presente en las personas que la tratamos y la quisimos.
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