Enfrentamiento
Isabel Pantoja rehúye a su hijo Kiko Rivera a la hora de hablar de sus desafueros
“La mujer cariñosa, comprensiva y conciliadora se tornó de nuevo en la prepotente y soberbia, carente de sentimientos”
Quince minutos que recuperan a una madre, pero que resultaron un espejismo. Ese cuarto de hora en el que Isabel Pantoja y su hijo Kiko se fundieron en un fuerte abrazo que sabía a reconciliación, se difuminó horas después, cuando la tonadillera hizo oídos sordos a la petición de su vástago para aclarar, de una vez por todas, todos los asuntos que les mantenían separados desde el verano del 2020.
La mujer cariñosa, comprensiva y conciliadora de la noche anterior, la del día de la muerte de la abuela doña Ana, se tornó en la prepotente y soberbia, carente de sentimientos. El lenguaje dio un vuelco total.
Kiko le había perdonado los temas económicos que les separaban, un abismo, casi nada, pero quedaban por aclarar otras cuestiones familiares.
Isabel se hizo la tonta y rechazó los argumentos de su hijo, se enervó, como siempre, y le dejó muy claro que no tenían nada de que hablar.
Las malas lenguas nos conducen a los negativos consejos de Agustín, el hermanísimo, el bautizado como “Rasputín de Cantora”, que enfrentado en el juzgado y en la vida a su sobrino, debió recomendar a su mediática hermana que no diera su brazo a torcer con su hijo.
El dj está hecho un lío, no entiende el cambio de actitud de su madre, estaba dispuesto a perdonar antiguas rencillas y olvidar malos episodios pasados. Pero la tonadillera, pasadas las horas más dramáticas tras el fallecimiento de su progenitora, ha recuperado la “mala leche”, la incomprensión y el carácter dictatorial que se le supone. Es decir, que el enfrentamiento entre ambas partes no tiene fin.
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