Nueva York
El cocodrilo muerde Manhattan
Felipe Oliveira se inspira en las raíces de la «maison» gala con una colección de arquitectura «sport»
Chantaco. O si prefieren, Santiago de Compostela, que viene a ser lo mismo. Es el nombre de uno de los campos de golf señeros en el País Vasco francés. Creado en 1928 por el suegro de René Lacoste, por allí lo mismo se dejaba ver el príncipe de Gales que Charles Chaplin. Incluso algún Borbón. Allí se plantó hace unos meses Felipe Oliveira Baptista, director creativo de Lacoste, en busca de raíces a las que fijar un diseño, un trabajo de buceo por el patrimonio y los archivos del cocodrilo con el que se ha obsesionado desde que en 2011 llegara a la casa francesa. Y su obturador se topó con un laberinto de caminos creador por Harry Colt. Lo puso sobre tela y se plasmó en una apuesta arquitectónica «sport», con trazas geométricas tanto en patrones como en los estampados que ayer dibujó su colección otoño-invierno de Lacoste presentada en Nueva York.
«Mi objetivo era arrojar luz sobre una parte de la herencia de la firma que es muy fuerte: el golf. Todo en un equilibrio entre pasado y futuro», explica Baptista. El filtro que lo trae de aquel escenario aristocrático chic a 2014 es la apuesta por lo tecnológico con el nylon y materiales resistentes al agua como tejidos a maridar con cremalleras finas y que se alternan con lana jersey, lana de lino y algodón. Para ellas se idean estrictos y largos abrigos oversize masculinos que permiten una libertad de movimiento total. No hay corsés ni prendas ajustadas que hagan complicado el día a día a quienes apuestan por Lacoste. Comodidad, pero sin perder un ápice del estilo del que siempre ha hecho gala. Especialmente favorecedor parece el juego acampando de faldas y vestidos una cuarta por encima de la rodilla. Otro acierto se deja ver para aquellos fieles a la firma francesa que buscan darse un toque de atrevimiento: un brochazo por encima del pecho sobre el jersey del cocodrilo que da un aire desenfadado al clásico de la casa. Mientras que los pantalones de hombre se mantienen en el «slim fit», la mujer se viste con pinzas. Unos y otros, eso sí, echan mano de las capuchas. Tanto las zapatillas como los botines se impregnan también de esa mirada futurista al pasado, como el bolso Chantaco y las mochilas, él único soporte donde se dejaba ver el icono de la firma.
Más allá del polo
Todo, en tonos blandos, como el burdeos, camel, botella, marino... Así se conforman «looks» monocromáticos –aplauso al traje rojo para hombre– que sólo se rompen en las últimas salidas, cuando los vestidos y las chaquetas se convierten en el plano sobre el que esbozar caminos y hoyos, o la casa-club art decó de Jean Walter que cautiva a Baptista. Sobre beige y blanco se delinean cobres, dorados y grises en un estricto orden. Porque así se configura la revolución medida de este portugués: sin rupturas ni provocación. Con ideas claras que hacen que el cocodrilo muerda Manhattan con la seguridad de unos básicos que le respaldan, pero sin temor a probar nuevos caminos para darle un toque urbano con el fin de captar un nuevo público que descubra que hay vida más allá del polo sin que sus fieles se sientan desplazados.
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