Triste aniversario
30 años sin Jackie Kennedy: la otras manchas más allá de su Chanel rosa
La vida de la primera dama está marcada de episodios trágicos. Su historia es dura desde la infancia, pese a crecer rodeada de privilegios
La fascinación que despierta la familia Kennedy sigue extendiéndose hasta nuestros días, pero lejos quedan aquellos planos idílicos protagonizados por la pareja perfecta formada por John F. Kennedy y Jackie Kennedy. La tragedia quiso que el presidente de los Estados Unidos fuese asesinado en Dallas el 22 de noviembre de 1963, pero no fue la única a la que tuvo que hacer frente la primera dama estadounidense, convertida en la viuda de América como Isabel Pantoja lo fue de España en su día tras la cornada mortal a Paquirri. Son muchas las adversidades que afrontó desde que la bala desmoronase los esquemas de su vida, además de arruinar su Chanel rosa convertido en icono pese a las manchas de sangre. La última, su batalla contra el cáncer, la cual perdió el 19 de mayo de 1994 a los 64 años de edad. Este domingo se cumplen 30 años de su trágica despedida, pero difícilmente nadie la ha olvidado. Imposible hacerlo.
La fotógrafa y escritora nació en Southampton, en Nueva York, el 28 de julio de 1929. Lo hizo como hija mayor de una familia formada por un corredor de bolsa de Wall Street, John Vernou Bouvier III, y la socialité Janet Lee Bouvier. Sus padres se divorciaron en 1940, cuando ella tenía tan solo 11 años, lo que le marcó amargamente su infancia tanto a ella como a su hermana Lee Radziwill. Después su madre se casó en segundas nupcias con el heredero de la Standard Oil, Hugh Dudley Auchincloss, que le dieron dos nuevos hermanos a la que sería primera dama del trigésimo quinto presidente estadounidense. Pero antes se formó en la Chapin School de Nueva York, en La Sorbona de París y se hizo un destacado nombre como amazona, hasta que en 1951 se graduó en literatura francesa en la Universidad de George Washington, un año antes de conocer a su marido en una cena, que acababa de ser elegido senador por Massachusetts. Incluso trabajó en el periódico ‘Washington Time-Herald’, tenía una prometedora carrera, pero el amor fue un motor de cambio más fuerte.
Y es que este empleo le llevó a entrevistarse con el apuesto senador John Fitzgerald Kennedy, del que quedó locamente prendida. La familia del político no vio con buenos ojos este affaire, pero ellos quisieron seguir las órdenes de su corazón, casándose en 1953 en la iglesia de Rhode Island. Así comenzó su ascensión a la diva que fue. Tras el éxito en las elecciones en 1961 se mudaron a la Casa Blanca, siendo la pareja más famosa del mundo, ella vista más como una reina en un país sin trono. Era la primera dama que más miradas acaparaba y que más influencia tenía a través de sus icónicos estilismos. Todos la amaban. También su marido, aunque después de la tragedia trascendieron numerosos nombres de mujer con las que le habría sido desleal, entre ellos el más destacado el de la mítica Marilyn Monroe.
Fruto de su matrimonio nacieron sus dos hijos, Caroline, en 1957, para tres años después llegar al mundo John John. Este último perpetuó la leyenda negra de la familia, al morir en un accidente aéreo en 1999, cinco años después de la muerte de su madre. Un duro revés que la pobre Jackie Kennedy logró esquivar. No pudo ser así la muerte de su otro hijo, Patrick, recién nacido que falleció tres meses antes del asesinato del presidente por dificultades respiratorias. Su tristeza era comentada por todo el planeta, por lo que decidió refugiarse con sus hijos en su apartamento neoyorkino. Salía lo justo y necesario, pero su intención era desaparecer del foco mediático. No puedo conseguirlo cuando reapareció a bordo del yate Cristina, propiedad del armador Aristóteles Onassis, amigo de su hermana Lee Radziwill. Él ya tenía fama de conquistador, mientras que ella encarnaba la elegancia en estado puro: “Ella será mi próxima esposa”, dicen que pronunció él cuando logró convencerla de que le acompañara en su viaje.
Jackie Kennedy corrió a los brazos de Onassis más por miedo que por amor. Así lo recuerdan los historiadores que destacan lo decisivo que fue para su decisión la muerte, también por asesinato, de su cuñado, el senador Robert Kennedy. Él velaba por su seguridad tras la muerte de su hermano, pero la dejó sola tras su fallecimiento, lo cual recayó en el armador griego, con el que se casó el 20 de octubre de 1968 en la privilegiada isla de Skorpios. Pocos vieron con buenos ojos esta unión, más después de conocerse que firmaron un contrato prematrimonial que les obligaba a dormir en camas separas y que ella podía viajar sin rendir cuentas a su marido, con el que solo se iría de vacaciones en verano y fiestas señaladas. Poco margen al amor con tanta cláusula, lo que determinó que su matrimonio se fuese al traste pocos años después, llegándose incluso a solicitarse los papeles del divorcio por parte de él. Eso sí, no se llegaron a materializar tras la muerte de él en marzo de 1975, enamorado de su ex, María Callas, al igual que lo hacía ella de John F. Kennedy.