En Escocia
Dumfries House: cenar como un rey en la mansión favorita de Carlos III por 451 euros
LA RAZÓN ha podido disfrutar de esta experiencia única que ofrece Palacio, toda una inmersión en los mundos de «Downton Abbey»
Las dieciocho velas del Chandelier que cuelga del techo se encienden una a una con máximo cuidado para no dañar la obra de arte de cristal de murano del siglo XVIII. Dan una luz tenue, pero aún así, puede apreciarse el sutil tono rosado de las paredes del comedor. Ninguna habitación de Dumfries House, la mansión escocesa de Ayrshire construida en 1754, provoca más suspiros en los visitantes. Era la estancia preferida de William Crichton-Dalrymple, quinto conde de Dumfries, para impresionar a los invitados y elevar su estatus social unos cuantos niveles. Y ahora también es la sala preferida de Carlos III cuando se queda en la imponente villa de estilo palladiano.
Cuando uno se sienta en la mesa con cubertería de plata y vajilla de porcelana china, comienzan a llegar los entrantes de salmón escalfado, sopa de pescado y pan manchet. Saber que estas en la misma mesa y bebiendo de las mismas copas que sacian la sed del monarca tiene su aquel. LA RAZÓN ha podido disfrutar de esta experiencia única que Palacio ofrece ahora a "todo el público", un eufemismo teniendo en cuenta que el menú tiene un coste de a partir de las 375 libras por persona, es decir, alrededor de 451 euros.
Se trata de recaudar fondos para The King’s Foundation (La Fundación del Rey), cuya sede se encuentra en Dumfries House y tiene como objetivo formar a la próxima generación de artesanos cualificados en técnicas tradicionales esenciales para muchas industrias del Reino Unido. Por sus cursos de formación pasan más de 15.000 estudiantes cada año.
El menú se completa con venado y ternera asados, patatas parmentier y salsa de enebro como plato principal; y syllabub de limón y pistacho, pudin de pan y mantequilla con trifle de manzana y almendra como postre. Y el servicio de mayordomo es el "tradicional", pone la bandeja de plata al lado y cada uno se sirve los manjares a su gusto. En el siglo XVIII, la alta sociedad comenzó a agasajar a sus invitados con más frecuencia -para sumar contactos y con ello dinero- y como no había suficientes camareros formados para servir los platos, se optó por algo similar al bufet.
Pese a los intentos, fue imposible sacar a los mayordomos alguna anécdota del Rey y Camilla. Perfectamente aleccionados no salen de un guion donde se limitan a decir que son "personas encantadoras" que se interesan mucho por cada uno de los trabajadores cada vez que van.
La cena es toda una inmersión en los mundos de "Downton Abbey". Tras una reconstrucción que ha llevado diez años, la mansión ha recuperado su esplendor. Y, en concreto, el Comedor Rosa está prácticamente como William Crichton-Dalrymple lo ideó. El retrato que encargó a Thomas Hudson cuelga en la chimenea desde 1759. En una de las paredes está "El viaje de Jacob", de Jacopo Bassano. Una obra maestra italiana era una posesión básica para un hombre del siglo XVIII que quería dárselas de importante. Y esta en concreto ya tenía 200 años cuando el conde la compró en Londres. La intrincada yesería rococó del techo está inspirada en las ruinas de Palmira en Siria. Y la pieza con candelabros giratorios rematada por pájaros ho-ho de pico largo adorna uno de los dos impresionantes espejos Chippendale.
Dumfries House comenzó a construirse en 1764. Un año después de que comenzaran las obras, la esposa del conde falleció y él gastó ingestas cantidades de dinero para crear uno de los interiores más preciados de la Ilustración escocesa con la esperanza de que tanto lujo sedujera a una nueva esposa con la que tener su tan deseado heredero. La esposa llegó, pero el matrimonio no tuvo hijos.
El destino de la mansión comenzó a tambalearse en 2005, cuando John Crichton-Stuart, séptimo marqués de Bute (un célebre piloto de Fórmula 1 cuya familia había heredado el título de Dumfries a principios del siglo XIX) la puso a la venta. Contrató a Christie's para que vendiera sus posesiones. Se elaboró un catálogo de dos volúmenes y se fijaron las fechas de venta para el 12 y 13 de julio de 2007. Pero cuando el por aquel entonces príncipe Carlos se enteró, envió rápidamente a sus representantes a Escocia para negociar la compra de la finca. Una de sus fundaciones prometió un préstamo de 40 millones de dólares y los 50 millones de dólares restantes fueron recaudados de "otras fuentes".
Los impresionantes jardines están abiertos 24 horas al público de manera gratuita. En verano, se puede degustar un almuerzo de la cosecha de la propia huerta que se lleva a cabo en el Jardín amurallado de la Reina Isabel II.A partir de 105 libras por persona (126 euros) se incluye bacalao a la plancha con puré de cebolla y alcachofa y crumble de manzana y helado.
Pernoctar es un privilegio real
Carlos III es el único que puede pasar la noche en la mansión. Tiene una suite decorada a su gusto y es una de las pocas habitaciones que no se pueden ver en las visitas guiadas. Pero los visitantes pueden quedarse en Dumfries House Lodge, un hotel rural boutique de cinco estrellas construido en la antigua casa del guardés. Cada una de las 22 habitaciones está decorada de manera distinta aunque todas reflejan la antigua gloria del edificio del siglo XVIII con algunos toques contemporáneos. La bosa de agua caliente forrada con tartán escocés, toda una delicia.
Hay moqueta y papel pintado estampado en las paredes donde cuelgan grabados antiguos de plantas y escenas pastorales. En la recepción se pueden comprar litografías de las acuarelas realizadas por el propio Carlos III por el módico precio de 3.600 euros.
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