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Sevilla

A la caza de Fran Rivera

Rivera y Montes, a su llegada a Madrid larazon

Mañana será un gran día. Dicen. Belén Esteban vuelve a la pequeña pantalla tras seis meses de retiro forzado. Se impuso la salud y retorna con veinte kilos de más, las pilas cargadas y el ánimo y el genio bien dispuestos. La han echado de menos, aunque Rosa Benito con su divorcio a cuestas y Mila Ximénez enzarzada de nuevo en una disputa con Santana y su cuarta esposa, Claudia –la caribeña es como una tigresa pronta a luchar–, han servido de entretenimiento. Le sacaron partido y hasta participó María Fernanda González-Dopeso, primera esposa del tenista y madre de tres de sus hijos, que no se hablan con él. La conocí en nuestra juventud coruñesa, cuando su padre era abogado y teniente de alcalde de Alfonso Molina –un regidor único, tan sólo superado por Paco Vázquez, ahora en pleno exilio político– en una Coruña tan poco galleguizada como ahora y donde nunca se habló el idioma de Rosalía. Hacerlo en la capital se consideraba de aldeano, allá llamados «pailanes». Incluso molestaba tener cierto acento «agarimoso», aunque esta melodía encandile con su dulzura, que bien reflejaron entre otros Pérez Lugín con su Carmiña de «La Casa de la Troya» o Wenceslao Fernández Flórez –cuyo chalé de Cambre está descuidado, según me cuentan–. La Pardo Bazán recurrió al castrapo, casi un anticipo del «spanglish» actual, guardando las deferencias linguísticas. Lo suyo no convencía a nadie; era un naturalismo adulterado.

Volviendo a esferas menos cultivadas, velan armas en «Sálvame» para la ansiada «rentré» de Belén. La droga de las audiencias viene cargada de ataques contra el clan Campanario. Mientras, no dejan de comentar el último follón de Fran Rivera con los medios. Me recordó a las comedias que María Fernanda Ladrón de Guevara bordaba como nadie, derrochando ironía, sutileza y elegancia, luego heredadas por Amparo Rivelles pero no por su nieta Amparo Larrañaga. Ahí falló la genética, como en algunos arranques del ex torero, ahora metido a empresario, nada que ver con lo generosa que era Carmen Ordóñez –si lo sabré yo–. La otra tarde hubo una persecución del aún galán cuando volvía de Sevilla en el AVE. uedó claro que no tiene la apostura de su hermano Cayetano y tampoco los modales que se vieron en la boda valenciana de los Colonques. Porcelanosa es ya casi otro apellido como el de Barrié de la Maza, ennoblecido con el título de conde de Fenosa por el Caudillo. Pero voy a lo del recién casado. Llegó con Lourdes a las 15:20, se dirigió a recoger un Audi 4 de alquiler en vez de optar por su BMW 6 o por que García Pelayo hiciese de chófer, y saltó al ver a un fotógrafo cámara en ristre. Profirió un improperio irreproducible, intentó zafarse del objetivo y montaron lo que parecía una comedia de enredo o una caza del zorro a la inglesa, con el reportero acechando a la presa. Lo que iba a ser una simple instantánea resultó un reportaje de rechupete con el que su joven autor todavía se relame.