Día de la Mujer
Beatriz Gimeno: la jefa del “Tribunal de la Inquisición” feminista de Irene Montero
La boda de las dos históricas activistas, Beatriz Gimeno y Boti García, supuso un «despertar» en la actual ministra de Igualdad
De una boda sale otra y es lo que ocurrió el 17 de diciembre de 2005. Dos históricas activistas se daban el «sí, quiero» en una ceremonia oficiada por Inés Sabanés en la Casa de la Panadería, en Madrid. Eran Beatriz Gimeno y Boti García Rodrigo. Aunque hubo vivas y arroz, no era un casamiento al uso. La primera lucía pantalón negro, chaqueta malva y gesto desaborido. La segunda, un vaquero y chaqueta azul marino con una flor en la solapa. Parecía dichosa. Entre los 110 invitados había políticos como Luis Asua, Leire Pajín, Íñigo Lamarca, Gaspar Llamazares y el fallecido Pedro Zerolo, que leyó unos versos de la poetisa griega Safo. Representando a la progresía intelectual, Luis García Montero y Almudena Grandes.
Se escuchó a Pavarotti y hubo luna de miel en Venecia. Irene Montero, que aún no alcanzaba la mayoría de edad, seguía con ardiente entusiasmo desde el sofá los últimos acontecimientos de la política española. El Congreso de los Diputados acababa de aprobar con mayoría absoluta la ley que permitía contraer matrimonio a parejas del mismo sexo. Aquel día tuvo lo más parecido a un «flechazo» que le llevó a un juramento a lo Escarlata O’Hara y su «a Dios pongo por testigo». En su caso, tomó las palabras que pronunció Grandes, la mujer del hoy director del Instituto Cervantes en la ceremonia: «Todos contraemos una deuda con estas defensoras de la libertad».
Realmente, la lucha feminista llevaba siglos en la calle. Lo de Gimeno y Boti era un símbolo, pero a Montero le llegaba como un descubrimiento y con el tiempo cumplió su palabra. Una es hoy la actual directora del Instituto de la Mujer y la otra, directora de Diversidad Sexual y Derechos LGTBI. «Hay algo de justicia en el hecho de que ocupen esos lugares ahora en la primera línea», justificó la ministra a la revista «Vogue» en junio de 2020. En su delirio por esta indescriptible lealtad, el año pasado Montero obsequió a Gimeno con un plus de productividad superior a 58.000 euros, que se suman a los 59.000 anuales que cobraría un director general.
Merece la pena volver al enlace para saber de qué modo aquel arrebato de la joven Montero aupó a estas mujeres a la cúpula del poder. LA RAZÓN ha contactado con algunos de los allí presentes. Llamazares, ex líder de IU, recuerda el momento con alegría y deja claro con qué cartas juega cada una. «Gimeno es la ideóloga y la reflexiva. Ella construye el discurso. Boti es intuitiva y soñadora». También en su temperamento los rasgos son dispares. «Boti es expansiva, jovial, sociable y comunicativa. Gimeno, en cambio, tiene un carácter tímido y muy retraído. Aunque ahora no tengamos un contacto tan estrecho, Boti es una gran amiga y seguimos compartiendo las marchas del Orgullo Gay. Con Beatriz, sin embargo, nunca llegué a congeniar o simpatizar. Seguro que Montero encontró motivos suficientes para que ocupen el lugar que ocupan. No discuto que fuese a dedo porque son cargos en los que se permite, de acuerdo con una ley que, en todo caso, yo cambiaría». El amor se disipó en 2013, pero nunca han dejado de ser una especie de Pili y Mili bien avenidas. Su activismo se gestó en Chueca y en el entorno de la librería Berkana, especializada en temas LGTBI y regentada por Mili Hernández. Esta librera, que confesó que aquel 17 de diciembre se sintió «patriótica», hoy se desentiende y responde con retranca: «He dejado el activismo y no me interesa hablar de unas señoras que ahora están en el poder». Hace cinco años ya mostró su malestar por el cariz político que tomaba el movimiento, alejándose de su distintivo contestario.
Quien sí habla es Toni Poveda, director de la CESIDA. Él sucedió a Gimeno en 2007 en la presidencia de la Fundación FELGTB. «Nos conocimos en los años 90 y ella ha sido clave para el avance de la Ley Montero. Es su punto de apoyo. Es muy convincente, tiene experiencia y es un ejemplo de feminismo inclusivo». Igual de encantada se muestra Uge Sangil, presidenta de FELGTB: «Nos hemos reunido varias veces con ella para trasladarle nuestras necesidades y siempre ha tenido sensibilidad».
Gimeno nació en 1962 en el seno de una familia de izquierdas que aumentó cuando los padres se separaron y volvieron a casarse aportando nuevos hijos. Estudió Filología Semítica y se emparejó con un sociólogo con el que tuvo un hijo en 1988. Cuando la familia se trasladó a Sevilla, se dio cuenta de que su vida había quedado limitada a la crianza e inició lo que llama «su periodo de conciencia» y los escarceos con el feminismo y las feministas. En 1990 se enamoró de una compañera de militancia y en 1995 de Boti. Hoy no se le conoce pareja.
La Santa Inquisición
En esos años empezó a acercar su lesbianismo y sus frustraciones personales a la causa feminista desembuchando continuamente pensamientos que difícilmente se podrían reproducir sin lastimar al lector. Según su ideario, el hombre cosifica por sistema a la mujer en sus relaciones íntimas. Frente a eso, propone la penetración anal del hombre por parte de la mujer como principal motor de igualdad. Ha arremetido contra la Iglesia, la lactancia materna y la heterosexualidad. En sus manos, el Instituto de la Mujer es, según sus detractoras, un Tribunal de la Santa Inquisición empeñado en mantener su ortodoxia extremista: el rosa oprime, la película «Pretty Woman» estigmatiza y cualquier distintivo de sexos perpetúa la discriminación. «No puedo creer que se llegue a tanta estupidez», señaló el escritor y académico Arturo Pérez-Reverte al enterarse de la retirada de unas placas infantiles. Faltaba una más: el popular muñeco Míster Potato perderá su título de Míster para llamarse Potato a secas. Sin género.
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