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El duque de Alba reúne a sus hermanos en Marbella menos a Cayetano
El duque de Arjona sigue siendo la «oveja negra» de la familia. El duque de Alba no le perdona las memorias en las que les criticaba
Carlos Fitz-James Stuart ya lo dejó bien claro cuando murió su madre. Iba a ejercer como representante de la Casa Ducal como primogénito que era. De ahí que la frase «ahora el duque soy yo» no dejara lugar a dudas. Una afirmación que por derecho le correspondía, pero que no gustó a su hermano pequeño Cayetano Martínez de Irujo. Efectivamente lo era pero al duque de Arjona le dolió que no contara con él cuando tomó determinadas decisiones como abrir al público los palacios que forman parte de la fundación Casa de Alba. Igual que su hermano mayor fue conciso al dejar clara su posición, Cayetano hizo lo mismo: «Mi madre nunca lo hubiera permitido». Y el caso es que esos nuevos aires a la hora de gestionar el patrimonio han sido un éxito. La apertura del palacio de Liria, Monterrey y Dueñas se paró durante el Estado de Alarma y en la actualidad se pueden visitar de nuevo. Económicamente esta iniciativa, que no gustó a Cayetano, sirve como apoyo al mantenimiento de los edificios.
El duque titular se hizo con la dirección de la Casa y hace unos meses Cayetano se desligó totalmente de la empresa de productos gourmet que puso en marcha en vida su madre y que llevaban el sello Alba. Se la transfirió a su hermano y recuperó el dinero que había invertido. Esa fue la última vez que tuvieron contacto. No fue presencial, sino a través de su abogado y del administrador que se encarga de los asuntos de Carlos Fitz-James Stuart
Estos desencuentros fraternales se mantienen a día de hoy. Cada uno tiene sus razones que por ahora no convergen en ningún punto. Por el momento y en un futuro próximo encontrar ese punto de inflexión que les vuelva a unir está lejano. En cambio, el titular del ducado sí tiene una buenísima relación con sus otros dos hermanos pequeños Eugenia y Fernando y con Alfonso, duque de Hijar. Sus hijos Luis y Javier comparten grupo de amigos con los primos Carlos y Fernando, que son de parecida edad. Con Jacobo la relación es a distancia y se ven poco. Vive en Cataluña y no frecuenta Madrid, con lo cual mantiene una vida independiente alejado de los conflictos familiares. El conde de Siruela tampoco tiene relación con Cayetano, que se ha quedado como un verso suelto en el organigrama de la Casa de Alba.
Este verano Carlos Fitz-James sí ha querido mantener el contacto con parte de la familia. Como todos los años alquila una villa en Sotogrande, que comparte con sus dos hijos y Sofía Palazuelo, la mujer de Fernando, el primogénito. La pareja anunció en abril que iban a ser padres. Tiempo después comunicaron que el bebé que estaban esperando sería niña a la que llamarían Rosario en homenaje a la duquesa Cayetana cuyo primer nombre era precisamente María del Rosario.
Reuniones privadas
En Sotogrande, el duque tiene amigos de siempre y su vida de veraneante ha sido tranquila y con pocas salidas a lugares públicos. Ha preferido pequeñas reuniones en casas privadas que en restaurantes de moda. Lo que sí ha hecho ha sido compartir tiempo de ocio con Eugenia y Fernando que han pasado el verano en Marbella. El duque ha navegado desde su lugar de vacaciones a la localidad malagueña para compartir almuerzos en el chiringuito del Marbella Club y navegar por la zona. Reuniones familiares que demuestran la buena sintonía entre los hermanos. Fernando Martínez de Irujo acoge cada verano a Eugenia en Las Cañas, la casa que recibió como herencia. La duquesa de Montoro pasa parte de sus vacaciones en esta villa, la preferida de la duquesa de Alba con su pareja Narcis Rebollo, la hija Cayetana y el novio de ésta. Fernando, marqués de San Vicente del Barco ha sido siempre el hijo menos complicado y el nexo de unión. Nunca se casó y vive en el palacio de Liria sin que su hermano haya puesto impedimentos a la convivencia. Se lleva bien con todos y fue el único que no criticó el durísimo libro de su hermano. «Son las cosas de Cayetano», decía para exculpar las partes más duras de las memorias del que fuera jinete olímpico.
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