Gente
Pepa Flores lloró viendo la ceremonia de los Goya
Marisol, la gran ausente de la gala, prefiere mantenerse alejada de la vida pública
Ocho días escondida. Pepa Flores convirtió su casa en un fortín a prueba de paparazzi. Hasta hizo la compra por internet y mandó a un vecino a pasear a su perro. Nadie pudo localizarla. Se convirtió en invisible para no dar explicaciones de su tan comentada ausencia en la entrega de los “cabezones” goyescos. Me cuentan que siguió por televisión la gala de los Goya y que se emocionó muchísimo al ver que sus hijas, María y Celia, recogían en su nombre el premio de honor a toda una vida. Incluso soltó algunas lágrimas. Ella es así, humilde y sentimental.
Pepita es la madre y la esposa; Pepa Flores, el pasado más reciente, y Marisol la niña prodigio que decidió huir de los oropeles y los agasajos. Su pareja de media vida, Máximo, ha aclarado que se siente muy agradecida por tan importante galardón, pero que, fiel a sus principios, sigue alejada totalmente de la vida pública.
Pepa Flores se decantó por una vida alejada de los lujos
En las últimas décadas solamente la vimos en la inauguración de una exposición de fotografías de una de sus hijas. Nada más. Pero no es difícil cruzarse con ella paseando a su perrito Ego por el paseo marítimo de la capital malagueña. También sus vecinos del pequeño pueblo de la Axarquia en la que ha encontrado la tranquilidad en su huerto y sus gallinas. Coherencia vital de una mujer que pudo tenerlo todo y se decantó por una existencia sencilla y alejada de los lujos. No reniega de Marisol, pero guarda al personaje en el baúl de los recuerdos.
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