Maternidad
La lactancia ni es capitalista ni es patriarcal, es un mandato biológico y sobre todo es de libre elección
Opinión: La diputada de Podemos, Beatriz Gimeno, arremete de nuevo contra la libertad de las mujeres en su decisión de dar el pecho mezclando ideología con biología.
La diputada de Podemos en la Asamblea de Madrid encontró un nuevo filón donde lograr una atención: en la lactancia materna. Su activismo en la lucha por los derechos del colectivo LGTBI es larga y muy importante y su presencia en el activismo feminista también es largo aunque a estas alturas ya no sé si acertado.
Beatriz Gimeno encontró un nuevo filón donde lograr una atención: en la lactancia materna. Gimeno es una veterana feminista, actualmente es diputada de la Asamblea de Madrid por Podemos. Su activismo en la lucha por los derechos del colectivo LGTBI es larga y muy importante y su presencia en el activismo feminista también es largo aunque a estas alturas ya no sé si acertado.
Beatriz Gimeno fue madre hace 30 años y tuvo, como muchísimas mujeres, una mala experiencia con la lactancia. Una experiencia que, como ella mismo ha narrado varias veces, fue una imposición por parte de las enfermeras del hospital. Habría que saber qué parte de verdad hay en ese relato y preguntar a dichas enfermeras pero tampoco vamos a no creer en su versión puesto que es, por otro lado, perfectamente creíble. Aunque, en honor a la verdad, hace 30 años el movimiento lactivista no era, ni de lejos, tan potente como lo es hoy día.
Gimeno acaba de publicar un libro en contra de la lactancia: La lactancia materna. Política e identidad (Editorial Cátedra). La tesis de su libro es la que siempre ha manifestado, que la lactancia es algo que va en contra de la libertad de la mujer. Pero ahora se atreve a más desafiando a la biología e incluso a la historia cuando afirma cosas como que “no se ha dado en todas las épocas” o que es una práctica política.
Es difícil leerla y no ruborizarse. De un plumazo se carga todo lo que biológicamente somos y echa por tierra temas que son básicos de la salud pública. Obvio que una mujer que da un biberón no es peor madre ni a su hijo le va a pasar nada. Bueno, depende de qué mujer estemos hablando. No es lo mismo una madre de Estocolmo que una de Nigeria donde la diferencia entre una alimentación y la otra puede suponer la vida o la muerte. Pero sin irnos tan lejos podemos establecer una serie de puntos básicos que la política ha preferido obviar.
En primer lugar el movimiento lactivista no nace para obligar a ninguna mujer a dar el pecho. Nace para ayudar a las que quieren darlo y encuentran dificultades en ello porque con el triunfo del biberón a partir de los años sesenta, muchas mujeres han crecido sin referentes de algo tan común en el proceso reproductivo.
La lactancia forma parte de la sexualidad femenina. Las mujeres libres (y eso es lo que debe defender el feminismo) deciden qué hacer con sus pechos de la misma manera que las mujeres libres deciden cuántos hijos quieren tener y de qué manera van a evitarlos. Por lo tanto el derecho de la mujer a dar o no dar lactancia le corresponde única y exclusivamente a ella. Y lo que es una evidencia es que son las que dan el pecho (especialmente más de seis meses) las que hoy día encuentran más rechazo por parte de la sociedad. No digamos a nivel laboral por una cuestión obvia: para dar el pecho solo sirve la madre mientras que el biberón lo puede dar otra persona.
Las mujeres que dan el pecho no estamos sometidas a ningún sistema patriarcal y capitalista. Pero patriarcal ¿por qué? ¿Tener dos piernas es patriarcal? ¿tener hijos es patriarcal? ¿todo es patriarcal? ¿Qué hacemos entonces? ¿dejamos de dar el pecho en todo el mundo para que desparezca el patriarcado? ¿Ponemos a millones de vacas a producir para que esos bebés sean alimentados? Porque algo tendrán que comer hasta los seis meses...Un momento, millones de vacas a producir en sus establos correspondientes diría que tiene que entrar en una cadena de producción donde alguien va a vender para que muchos puedan comprar...capitalista es un rato largo. Bastante más que la lactancia donde no media transación económica alguna y sí raudales de hormonas bañadas en oxitocina.
La lactancia, como todos los procesos dentro de la biología, carecen de ideología y son infinitamente anteriores a cualquiera. Si la lactancia es capitalista y neoliberal, ¿qué le explicamos a la chimpancé para que deje de amamantar y contribuya a que el mundo sea menos “capitalista”? Ya, no somos chimpancés pero curiosamente nos parecemos demasiado a ellos. Especialmente cuando hablamos de biología y la lactancia es biología. Por mucho que a Beatriz Gimeno le moleste. Dice que el discurso biológico es muy antiguo, ya pero es que es el que es y no podemos hacer nada por cambiarlo. Ojo, ni tampoco debemos. Si existe el día y la noche no podemos decir lo contrario.
La lactancia no es una práctica política. Dan el pecho las mujeres de todas las razas, religiones, estatus económico, social, cultural. ¿Qué será lo próximo, señora Gimeno? ¿Que tener hijos es de fachas? ¿Y no tenerlos es de rojos? ¿Cómo va esto? ¿En qué cabeza puede caber semejante dislate y discurso?
Gimeno sostiene que no siempre se ha dado el pecho antes de la llegada del biberón. Otro disparate más. ¿Qué comían entonces los bebés de la Edad Media si no tomaban el pecho? ¿Pienso? La autora dice: “la lactancia no se da siempre en todas las épocas, hay una historia de la lactancia. Pero como la solemos identificar con 'lo natural' la gente piensa que hasta el biberón, las mujeres daban el pecho y no es así”. Bueno, es evidente que lo que dice es absolutamente falso. Hasta la llegada del biberón solo se podía alimentar con leche materna. Otra cosa es que no fuese la madre la que diese el pecho. Especialmente esto sucedía en las mujeres de clase alta, las ricas que en muchas culturas (no siempre), contrataban a nodrizas para no hacerlo ellas. Si lo que la autora quiere dar a entender con esto es la diferencia de clases (que mucho me temo que así es), pues efectivamente sí, siempre las ha habido, no está descubriendo absolutamente nada nuevo y, desde luego dicha lucha nada tiene que ver con la lactancia. Digamos que esta es un daño colateral añadido. Y es otro debate.
En cuanto a asociar la lactancia con lo natural resulta otra obviedad que así es. Es que eso lo natural, la lactancia. Lo que no significa en este contexto que dar el biberón sea algo antinatural entendido como algo específicamente malo. Pero sí, lo natural es dar el pecho como lo natural es quedarse embarazada mediante una relación sexual y no mediante una fecundación in vitro no siendo esta, en ningún caso, algo específicamente malo. Ni es malo ni es bueno, no está sujeto a ese tipo de calificaciones. Es como decir de algo que está cerca o lejos y pretender que una cosa es buena y la otra, lo contrario. Pues no, no se trata de establecer dicotomías de ese calibre.
Hablar de la lactancia en términos de construcción cultural no tiene sentido. Como tampoco es algo cultural tener hijos, es simplemente un mandato biológico que, con el avance de la ciencia hemos podido controlar en cuanto a anticoncepción pero eso no ha logrado, sin embargo, romper dicho mandato biológico. Dicho de otra manera, el hecho de que una mujer se tome la píldora anticonceptiva desde que comienza su vida sexual no logra de ninguna manera que esa mujer pierda su capacidad reproductora. Seguirá ovulando y menstruando mientras no llegue su fin de ciclo reproductivo. Y, por supuesto, seguirá siendo una mujer fértil con capacidad reproductora y su organismo seguirá ejerciendo todas y cada una de las funciones destinadas a que se reproduzca. Algo que no hará si no quiere pero que eso su cuerpo lo desconoce.
Su discurso, para más inri, es totalmente irresponsable en términos de salud pública. Si todas las mujeres diésemos el pecho al menos seis meses, la sanidad pública vería los efectos en términos económicos y de salud. Está demostrado que la lactancia refuerza el sistema inmunológico de los bebés y, otra cosa muy importante y de la que apenas se habla; con las lactancias bien establecidas y satisfactorias para la madre se evitan infinidad de depresiones postparto. Un tema, el de la psicología perinatal, del que se habla muy poco y cuyo antídoto natural es la lactancia y estar muy pegada al bebé (salvo en casos extremos en los que la madre lo rechace).
Decir que los beneficios de la lactancia no están demostrados única y exclusivamente por darse a ella misma la razón en su planteamiento de sociedad a su interés es, cuando menos, una irresponsabilidad que una representante política que cobra dinero público no debería permitirse ni tan siquiera soñar con hacerlo. ¿Qué será lo próximo? ¿Que la ministra de Sanidad diga que no pasa nada si fumas o bebes en el embarazo?
La biología tiene un objetivo absolutamente claro y ese es la supervivencia de la especie. Basta con leer un poco de biología para comprenderlo. Todo lo que sabemos y sabemos ya mucho, sobre la psicología en el embarazo, parto y postparto no hacen más que confirmar una y otra vez ese deseo de la biología por procrear. Que las relaciones sexuales sean placenteras no son una casualidad como tampoco lo es el papel hormonal de atracción entre un hombre y una mujer cuyo objetivo biológico final es siempre el mismo.
Todo lo que se sabe sobre la función del cerebro de la mujer desde el instante en que sabe que está embarazada resulta de una grandísima belleza. El proceso de enamoramiento que sufre la madre cuando ve a su hijo es real y sucede en la mayoría de las ocasiones y cuando esto no pasa, y sabemos que a veces tristemente es así, no es porque la bilogía falle. Lo que falla es todo lo que acompaña a esa madre. Quizás es madre y no quería serlo, quizás está sufriendo algún tipo de violencia en su vida, abuso, cualquier circunstancia que hace que todo su proceso se vea empañado pero lo que la biología dispone es toda una serie de ingeniería absolutamente perfecta para que su cerebro se llene de hormonas que, irremediablemente, harán que se derrita por su hijo, que tenga algo muy parecido a lo que los yonkis sienten por las drogas y que no es más que una absoluta dependencia real de ese bebé, de su olor, de su piel. De hecho se sabe que el olor del recién nacido provoca en el cerebro de la madre la misma sensación que provocan las drogas.
Todo esto es fruto de la recompensa que la naturaleza otorga al impresionante sacrificio que supone tener un bebé. Esta todo perfectamente diseñado y al milímetro para que la madre, a pesar del esfuerzo y cansancio que supone cuidar a dicho bebé, se enamore de él haciendo imposible que lo abandone o que le haga daño. Y sí, algunas, desgraciadamente, hacen daño a sus bebés. Y es que la maldad existe, claro. Afortunadamente pocas, muy pocas mujeres hacen daño a sus bebés. Y muchas de las que lo hacen es porque están pasando un trastorno mental que, si tuviéramos políticas perinatales mucho mejores, evitaríamos. De hecho, y no lo digo yo, lo dice la ciencia, se sabe que determinadas prácticas (por malas) en el parto, afectan a la salud mental de la madre.
En definitiva, Gimeno da toda una vuelta al algo tan inherente a la condición humana como es la lactancia, única y exclusivamente para llegar a donde realmente ella quiere: su ideología política y su inquebrantable y sectaria forma de entender la vida. Su feminismo no pasa por aceptar la realidad de todas las mujeres con su capacidad de elección. No. Ella pretende que se piense como ella dice o de lo contrario, somos una secta, una secta peligrosísima la de las mujeres que defendemos la lactancia como un derecho fundamental de aquellas que deseen hacerlo.
Gimeno, en su deseo de un feminismo que sea como ella dice que ha de ser, lo que busca en realidad es que las mujeres dejemos de ser mujeres para ser hombres. Una vuelta de tuerca absolutamente retorcida que no deja de tener gracia porque hace exactamente lo mismo que denuncia en un ejercicio absolutamente incoherente. Justamente si hay algo que nos otorga un inmenso poder y una empoderamiento (esa palabra que tan de moda está), es precisamente esa capacidad que el cuerpo de la mujer tiene para gestar, parir y criar. Ojo, y que una mujer decida no hacerlo no significa que sea menos, no. Ni muchísimo menos. Pero esa capacidad que la naturaleza nos ha otorgado merece una mirada llena de admiración, respeto y asombro por su perfección y la ternura que desprende. No una mirada de esclavitud y sometimiento. Sí, es verdad que en la historia y en algunos lugares del planeta esa circunstancia sirve para esclavizar a la mujer pero la culpa no la tiene la biología sino los hombres que ejercen esas violencias.
Señora Gimeno: cuando la persona niega su propia naturaleza lo único que consigue es alejarse de sí mismo. No podemos negar la naturaleza, no podemos ser solo mente porque también somos cuerpo.
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