La columna de Carla de la Lá
50 sombras de Santiago Abascal
“No sé a ustedes, pero a mí me tiene entretenidísima la virilidad de Santiago Abascal... como dice mi mejor amiga: “tan conectada con la tierra, los montes, con la procreación, los caballos...”
Abran los ojos, atrás quedó la desordenada barba rubieja del hípster lumberjack; España se ha llenado de hombres fuertes, varoniles, de pobladas e hirsutas barbas azabache, bien recortaditas, con plumífero fino en versión chaleco o manga larga, normalmente bajo otro abrigo o chaqueta americana.
Y Dios, amigos, creo a Santiago Abascal, para convertirse en azote de los “ofendiditos”, en el contexto de lo que él mismo define como “dictadura progre”, que es, según él, la España de los que no se atreven a hablar de España, a rebufo de la “derecha moderadita” y los políticos “cobardicas”.
Confieso queridos que esta semana he tenido que darme un baño acelerado en todo lo referente a VOX (el partido cuyo nombre no son siglas sino “Voz”) para escribir esta columna. En los últimos 7 días he leído todas las noticias existentes en torno a su persona, todas las críticas (elogios hay muy pocos, sobre todo en forocoches) y he escuchado atentamente sus mítines y vídeos, casi siempre titulados: “Las declaraciones más incendiarias de Santiago Abascal” o “los mejores momentos de Santiago Abascal” como si fuera un cómico o una estrella de cine.
Jamás me interesó VOX desde fuera, el partido que dicen que “vela por los maltratadores, más que por las maltratadas”, esa formación que dicen que va “en contra de las mujeres, los desfavorecidos y las razas del mundo”, esos “ultraderechistas sin fisuras, sin instrucción, sin tolerancia ni empatía con las necesidades del mundo moderno civilizado”....Vox para mí, como para casi toda la gente de mi edad, ha cumplido desde su formación con el rol del coco-loco, del voto extremista y residual, ¿no?
Pero sigamos, la razón por la que comencé a investigar y documentarme sobre el partido es fascinante y constituye el motivo de la columna de esta semana, señores: ¡No paro de ver dobles, gemelos de Santiago Abascal por la calle!
Abran los ojos, atrás quedó la desordenada barba rubieja del hípster lumberjack; España se ha llenado de hombres fuertes, varoniles, de pobladas e hirsutas barbas azabache, bien recortaditas, con plumífero fino en versión chaleco o manga larga, normalmente bajo otro abrigo o chaqueta americana. Muchos ya denominan el uniforme de la derecha a esta prenda, popularizada por marcas como Uniqlo, cuyos fans enarbolan cual bandera o al menos como el símbolo de una determinada masculinidad española.
¿Que si me gusta este look? No particularmente, pero la tendencia es chistosa y por lo que veo imparable. Amigos, esta su cronista favorita, como saben absolutamente sensible a la estética de los tiempos, que considero unida genéticamente a la cultura y el pensamiento, no ha podido por menos que preguntarse ¿qué demonios está pasando aquí?
Tengo que aclarar que en el proceso de investigación y documentación he identificado que VOX no es el lobo mortífero y desalmado que la opinión pública mal documentada o desinformada (como yo, hace unos días) describe; lo digo desde la mayor objetividad, ya que como saben, fieles lectores, me caracterizo por la tolerancia y la neutralidad política, por no llamarlo desapasionamiento (o desdén).
En el caso de Vox hay mucho de radicalismo, sí, pero también bastante de caza de brujas y juicio sumarísimo (en este templo a lo políticamente correcto que hemos levantado los españoles), cosa que no está impidiendo su ascenso, puede que al revés.
Pero yo no he venido a hablar de política, yo he venido a hablar de estética, como apunté antes, de eso y de influencia (¿Saben que Abascal está casado con una famosa y guapísima influencer, verdad? Sí, seguro que ustedes lo saben) de moda y por descontado, de sexapil.
Porque damas y caballeros, ¿hasta qué punto tiene que ver el atractivo, el encanto de un político con su acogida, su ascenso e incluso su gloria en las urnas? Siempre se ha hablado del éxito de Suarez y su atractivo es todo un cliché en el anecdotario político español. De algo no hay duda, Santiago Abascal, presidente de Vox, es el hombre del momento en la política española. Como un día pareció serlo Rivera y Ciudadanos: ese partido de bellos, de dientes blancos, pechos firmes y poblados cabellos. Rivera y Arrimadas serían los reyes de una Prom Party y Ciudadanos podría ser un partido muy Barbie y Ken (si votaran Barbie y Ken). Pero los hombres de carne y hueso, imitan a Santiago Abascal y las mujeres, jajaja, las mujeres están siendo seducidas (no saben cuántas mujeres diferentes me lo han dicho) por la masculinidad sin concesiones de este bilbaíno.
Por cierto, lleva pistola (una Smith& Wesson) y afirma que “los insultos de los progres y los apelativos de los ofendiditos se los cuelga como medallas en el pecho”. Para después rugir: “facha y mil veces facha, ¿y qué?”. A este nuevo Hércules, que se ha propuesto reconquistar la península a lomos de un rocín, con aire de rey católico, henchido de testosterona, parece no acobardarle ni detenerle nada.
No sé a ustedes, pero a mí me tiene entretenidísima la virilidad de Santiago Abascal... como dice mi mejor amiga: “tan conectada con la tierra, los montes, con la procreación, los caballos...”
Si nos dirigimos a su perfil de Instagram lo hallaremos brincando entre montañas, rodeado de potros, trotando sobre un penco, escalando, bebiendo agua encaramado en un río, al más puro estilo Oliver Reed en “La trampa” o escalando toros de Osborne. Reconozco asimismo que me he reído mucho con este hombre que tiene para todos, lo mismo para peperos, que para los ecologistas: “Nos quieren quitar el jamón y que comamos lechuga, como las orugas”_dice. ¿Es usted de extrema derecha?_le preguntan_ “Soy de extrema necesidad para España”.
Santiago Abascal. Ese toro enamorado de la luna.
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