Política

Congreso de los Diputados

Una crónica...de sucesos

Diputados de Esquerra con camisetas reivindicativas. Foto: Cipriano Pastrano
Diputados de Esquerra con camisetas reivindicativas. Foto: Cipriano Pastranolarazon

Alfredo Pérez Rubalcaba lo habría definido a la perfección: un Congreso Frankenstein. Así queda el nuevo Parlamento de una legislatura sin precedentes, marcada por la presencia de los presos separatistas, dónde los extremos se tocan. Bisoñez, aires de provocación, proclamas de independencia, ganas de trifulca, poca dignidad y escaso respeto a las instituciones. Nostalgia enorme de aquellas Cortes del 77, con una emocionada Dolores Ibárruri, «La Pasionaria», presidiendo la Mesa de edad y dos históricos del PCE verdadero saludando a diputados de AP. Como bien decían algunos veteranos diputados, recuerda la obra de Miguel Hernández «Quién te ha visto y quién te ve, ni sombra de lo que eras».

Los primeros impacientes, los neófitos de Vox, aprovechan la reunión de Pedro Sánchez con su grupo para sentarse en los escaños socialistas. Pero el dirigente del PSC Pepe Zaragoza se huele la tostada y se coloca junto a Iván Espinosa de los Monteros. La foto está servida, entre el caos de ocupar los escaños y la llegada de los presos por el acceso trasero. Oriol Junqueras, muy sonriente, parece un predicador. Jordi Sánchez sigue con su dedo de victoria en alza, mientras Jordi Turull y Josep Rull lucen rostro de haberse tragado un sapo. «Es un escarnio que estén aquí», susurran diputados del PP y Cs, para quienes el juez Marchena ha sido demasiado benevolente. Otros critican que el magistrado le haya devuelto a la nueva Mesa del Congreso la patata caliente de la suspensión de los encausados.

Como lo cortés no quita lo valiente, Sánchez y Abascal se saludan, algo inevitable dado que el dirigente de Vox se sienta detrás del presidente. El numerito de los independentistas se ciñe a la palabra libertad en sus papeletas. Y como siempre, erigido en su ego exacerbado, Pablo Iglesias muy efusivo con Junqueras, para que se note lo que piensa de Cataluña. Minutos antes, a Sánchez se le llenaba la boca con otra palabra, España, en la reunión con el grupo socialista y las lindezas que dedicó a sus dos candidatos a presidir las Cámaras, Mertixell Batet y Manuel Cruz. El subidón fue cuando Junqueras saludó a Sánchez, la foto más esperada y anunciada por el bufón Gabriel Rufián.

En el apretón de manos, el rostro de Sánchez se mantuvo serio. El de Junqueras, suplicante, casi limosnero. «Le está pidiendo el indulto», soltó un aguerrido Albert Rivera. «Es una vergüenza, que les quiten ya el escaño», repetía. El republicano felicitó a Sánchez y le espetó: «Suerte». A algunos ministros se les atragantó el saludo.

Mientras, Junqueras, Turull y Rull hablaban por el teléfono permitido, sin quitarse de encima a Iglesias. El podemita hizo un alarde excesivo de apoyo y protagonismo hacia los presos. Luego se colgó del brazo de Irene Montero y se lanzó hacia Adriana Lastra. «Quiere demostrar que manda mucho en la Mesa», ironizaban en el PP, ante un satisfecho Aitor Esteban.

Y a la segunda va la vencida. Batet luce sonrisa al ser elegida nueva presidenta del Congreso, mientras Jordi Sánchez le dirige un gesto amable. Ana Pastor, siempre correcta, aplaude a su sucesora.

Arranca la XIII Legislatura y un veterano recuerda aquella frase del gran escritor Wenceslao Fernández Flórez: «Más que una crónica parlamentaria hay que hacerla de sucesos». Una premonición de lo que se avecina.