Casa Real
Una abdicación que mejoró la relación
El viernes se cumplen tres años desde que Don Juan Carlos abdicó en su hijo. El Rey Emérito sigue asesorando a Felipe VI, pero ha entendido que la sociedad ha cambiado y la Monarquía también.
El viernes se cumplen tres años desde que Don Juan Carlos abdicó en su hijo. El Rey Emérito sigue asesorando a Felipe VI, pero ha entendido que la sociedad ha cambiado y la Monarquía también.
El próximo viernes se cumplen tres años de la abdicación del Rey Don Juan Carlos, una oportunidad para echar la vista atrás y comprobar cómo ha sido el reinado de Felipe VI y cuál ha sido el papel institucional de su padre, el Rey Emérito, desde entonces. Me permitiré sin embargo alguna cuestión previa que puede servir también para juzgar algunos de aquellos acontecimientos.
La primera idea que es bueno recordar, por mucho que haya pasado el tiempo, es que la Monarquía de Juan Carlos recibió el trono de Franco y de las leyes que entonces había. Hasta 1978 –tres años después– no recibirá Don Juan Carlos la legitimidad popular gracias al referéndum de la Constitución. Por eso es bueno recordar que Don Juan Carlos reinó los tres primeros años como un Monarca casi absoluto, con todos los poderes heredados del anterior Jefe del Estado, y a los que él mismo empezó a renunciar tras las elecciones de junio de 1977, hace ahora cuarenta años.
Pues bien, estos tres primeros años de Don Felipe poco se parecen a los de su padre, salvo quizá en una cuestión paralela. Don Felipe también recibió la corona en un momento difícil. La popularidad de su padre estaba muy tocada en las encuestas, también por el «caso Nòos». Y aunque Don Felipe había sido proclamado Rey por unas Cortes democráticas –no como su padre– las circunstancias recientes pesaban tanto que habían forzado la abdicación de Juan Carlos I. Recuerdo que cuando se produjo aquel relevo –por cierto inesperado para todos– yo ya había escrito en este mismo periódico lo razonable que era el cambio aunque había personas que me recordaban una y otra vez lo difícil que iba a ser la convivencia de dos Reyes –uno en ejercicio y otro emérito– en el día a día de la gobernanza. Aquello no sucedió. Era evidente que Don Juan Carlos tenía que desaparecer, al menos momentáneamente, de la vida pública. Y Don Felipe tampoco podía ser un monarca que viviera en el juancarlismo vicario, sobre todo cuando era absolutamente necesario hacer visible un cambio, no sólo de personas sino de actitud en la propia Casa del Rey.
Quizá por eso la maquinaria se puso en marcha y Don Felipe se rodeó de una guardia de corps diferente, con personal antiguo y otros recuperados –alguno depurado por su padre– que cambiaron de manera notable la visibilidad del Rey que hasta entonces teníamos: desde su presencia institucional, hasta las relaciones con los medios de comunicación.
Quizá lo más llamativo ha sido la relación del Rey con los empresarios y empresas del llamado Ibex 35. Don Juan Carlos tenía un contacto personal y frecuente con muchos de ellos; relación de la que carecía su hijo. Hubo un antes y después desde la abdicación. Incluso cuando algunos quisieron que Don Juan Carlos presidiese una fundación donde participaban bastantes de ellos y Don Felipe frenó el proyecto en seco.
Por aquel entonces también trascendió que Don Juan Carlos había puesto su despacho en el Palacio Real de Madrid. ¿Pero no seguía viviendo y teniendo su despacho en La Zarzuela? ¿A que venía aquella distancia, sobre todo en sus circunstancias físicas? Los rumores los cortó el propio Don Felipe asegurando que seguía siendo asesorado por su padre. Pero quizá el cambio más significativo ha venido a ser el relativo a los viajes de Don Juan Carlos. Después de varios meses en los que su presencia en el extranjero se plasmaba en las tomas de posesión del los presidentes iberoamericanos y por otras imágenes en fiestas y recepciones privadas, Don Juan Carlos ha vuelto a reaparecer en viajes de otro perfil –como el reciente a Arabia Saudí– donde la relación personal con su Familia Real ha sido un motivo más para apoyar las inversiones españolas en aquel país. Y la guinda de estas apariciones de Don Juan Carlos han sido las también recientes junto a su esposa, la Reina Doña Sofía, con la que hacía meses que no se les veía juntos. Gran cambio.
Don Felipe ha tenido tiempo de aprender de los errores de la Familia Real. Tampoco es un niño: el próximo mes de enero cumplirá 50 años. Quiere seguir rodeado de la misma guardia pretoriana que desde el principio: hay muy pocas filtraciones y, cuando se producen –normalmente por temas de agenda privada– arde Troya en La Zarzuela.
Nadie duda de que la relación de padre e hijo es ahora mejor. Todo empezó a suavizarse en los dos procesos de investidura que tanta presión arrojaron sobre el nuevo soberano. Y Don Juan Carlos, al decir de un amigo suyo, también se ha dado cuenta de que la sociedad española ha cambiado, y de que es necesario que la monarquía también lo haga.
Es un hecho que las dificultades han ayudado a la relación entre padre e hijo. Y por eso el golpe institucional que los independentistas preparan en Cataluña puede también ayudar en la misma dirección.
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