El desafío independentista
Torra no condena y atribuye el caos a "grupos infiltrados"
Después de participar en las manifestaciones da un breve discurso de madrugada tras un tuit de Puigdemont. Consellers de ERC y JxCat, molestos con su gestión.
Después de participar en las manifestaciones da un breve discurso de madrugada tras un tuit de Puigdemont. Consellers de ERC y JxCat, molestos con su gestión.
En pleno huracán independentista tras la sentencia del «procés», Quim Torra ha dejado de lado su rol de presidente de la Generalitat para fundirse con la calle. Torra, lejos de tomar cartas en el asunto e implicarse ante las circunstancias de máxima tensión en las que se encuentra Cataluña, se desentendió y se marchó hacia Gerona para unirse a una de las cinco marchas que partieron desde cinco puntos de la autonomía para confluir mañana en Barcelona. «Torra se va a manifestar y Aragonès gobierna», aseguraban fuentes del Govern.
El papel activista de Torra, en este sentido, se ha multiplicado durante las últimas horas. Ya no solo por su complicidad con la calle, sumándose ayer a las protestas donde estuvo acompañado por el ex lendakari Juan José Ibarretxe, sino también por su prolongado silencio después de los incidentes del martes. Hasta las 16 horas no condenó la violencia, después de que los periodistas preguntaran insistentemente. Usó las redes sociales para evitar una condena verbal. «Unidos, cívicos y pacíficos. Porque la violencia no nos representa y el sentido de justicia nos empuja», expuso, de manera tímida, en Twitter tras una atención a los medios en la que no admitió preguntas «Es fantástico ver al pueblo movilizado. Que nadie dude de que este presidente y este Govern están al lado de la gente», aseguró.
La conducta de Torra ha terminado por exasperar a buena parte de los consellers que forman el Govern. Ya no solo ERC expresa en privado su malestar con el president, ahora también consellers de JxCat empiezan a mostrar su enfado por la gestión que está haciendo el jefe del Ejecutivo. De hecho, el hartazgo es de tal magnitud que Esquerra albergaba ayer, incluso, la esperanza de que el president dimitiera. En este sentido, la pasividad de Torra ha sido bastante evidente durante las últimas horas: primero, por el tiempo que ha tardado en condenar la violencia del martes, y, después, porque la reunión que ayer celebraron a primera hora en el Palau de la Generalitat con diversos miembros del Govern fue convocada por el vicepresidente económico, Pere Aragonès. La cita tenía como objetivo abordar los disturbios del martes, pero acabó acentuando todavía más el descontento de los consellers hacia Torra.
Tras esta tensión, de madrugada y en una breve intervención en TV3, el president hizo un llamamiento a «parar ahora mismo» los actos vandálicos para evitar que estos incidentes dañen al independentismo, a la vez que alertó sobre «grupos infiltrados» en estos disturbios. El presidente catalán tildó de «normal y bueno» que haya protestas ante una sentencia «aberrante», en alusión al fallo del Tribunal Supremo por el «procés».
Antes se había pronunciado en Twitter el ex presidente de la Generalitat Carles Puigdemont, que rechazaba los disturbios contra la sentencia del 1-O: «No necesitamos la violencia para ganar, la necesita el Estado para derrotarnos». En un tuit se preguntaba: «¿Visteis alguna vez a estos incendiarios escondiendo urnas o imprimiendo papeletas? No estuvieron nunca entre nosotros».
«(El 1-O) Derrotamos al Estado sin ninguna piedra, ningún fuego, ningún destrozo», y pidió textualmente serenidad, movilización y no violencia.
Tras su reunión, Quim Torra se marchó a Gerona junto a su mujer, donde participó en la marcha organizada por la ANC. La marcha parte desde cinco puntos distintos –Tàrrega, Tarragona, Vic, Berga y Girona– y confluye mañana en Barcelona, cuando también hay convocada una huelga general.
Antes, a lo largo de esta mañana, Torra comparecerá en el Parlament, donde desgranará sus propuestas para la nueva fase postsentencia. El formato del Pleno, en todo caso, impedirá aprobar medidas con efectos jurídicos ya que no se podrán votar resoluciones. Una circunstancia que ha desatado un nuevo choque entre los propios independentistas –la CUP quería aprobar iniciativas en respuesta a la sentencia– aunque también ha demostrado la prudencia que está tomando el independentismo con las instituciones. El temor a una nueva intervención autonómica, así como las últimas advertencias del Tribunal Constitucional, han frenado la iniciativa separatista.
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