Cristina L. Schlichting
Sánchez hizo bien en espiar a Aragonès
Ahora son socios de legislatura aquellos que en su momento condenó y persiguió. El follón en el que se ha metido es monumental
Si no fuese perverso, cabría pasarlo muy bien con el espectáculo de Pedro Sánchez fabricándose una tela de araña en la que se enreda solito. Fue él quien en octubre de 2017 apoyó a Mariano Rajoy en la aplicación del 155 en Cataluña, para parar el golpe de Estado de Carles Puigdemont. Fue él quien prometió que traería al fugado de Waterloo a España, para que fuese juzgado. Y fue él quien autorizó el espionaje de Pere Aragonès que solicitaba el CNI, entre otras cosas porque Esquerra Republicana de Cataluña apoyaba y alentaba públicamente a los CDR y a Tsunami Democratic.
Pedro Sánchez ha dado un cambiazo absoluto. Ahora son socios de legislatura aquellos que en su momento condenó y persiguió. Claro, el follón en el que se ha metido es monumental. Tiene un pacto con los que espió, tiene que traer a España libre al que «condenó al exilio» e impedir que el juez García Castellón califique de terrorismo los delitos que en su día él mismo consideraba terroristas. Me pregunto cuánto puede durar esto.
Es verdad que está dispuesto a pagar compensaciones de todo tipo para seguir en el Gobierno, y a mentir calificando de bueno lo que antes tipificó de malo, pero es que para ello tiene que desmontar y acallar todo el mecanismo de defensa del sistema institucional que se alzó en 2017 contra el "procés". Me refiero a los jueces, las leyes, los cuerpos de seguridad del Estado y la opinión pública.
En los cuerpos de Policía hay indignación ante el hecho de que se amnistíe a los que han dejado inválidos a compañeros, por ejemplo los que se enfrentaron a los CDR en Urquinaona. Entre los magistrados y jueces hay perplejidad doble. Por un lado, por una amnistía que la Constitución no permite. En segundo lugar, por la inclusión en la amnistía de delitos de terrorismo de «baja intensidad» (los que no hayan causado violaciones graves de derechos humanos).
Me pregunto, finalmente, si la opinión va a comprarle a Sánchez el relato tramposo. Parece que la mayor parte del socialismo está en ello. Que se lo digan a García-Page. Pero, ¿y el resto? Mañana está convocada una manifestación al respecto a las 12:00 horas en Plaza de España y tengo verdadera curiosidad por ver si hay asistencia o la resignación ha cubierto con su manto la indignación inicial por la injusticia.
No sé, desde luego, el espectáculo de traición y cinismo es sobrecogedor. Durante los días previos al referendo, las organizaciones políticas llamaron a participar en los CDR. La lista de los convocantes incluye no solo a la «Candidatura de Unidad Popular», «Endavant», «Arran», «Sindicato de Estudiantes de los Países Catalanes», «Coordinadora Obrera Sindical», «Asamblea Nacional Catalana» o a «Omnium Cultural», sino a ERC y el entorno de Puigdemont.
La Audiencia Nacional ha demostrado que los CDR reportaban de manera precisa y constante al expresidente, incluso en Waterloo. Puigdemont dirigía el «procés» y el «procés» fue el escenario de numerosas acciones terroristas. Y si algo sabemos en España, es qué es terrorismo. A saber, una acción organizada y jerarquizada para subvertir el orden constitucional, presionar a las autoridades y aterrorizar a la población con el empleo de la fuerza. Decir ahora que el juez García Castellón «no puede culpar a Puigdemont de que un francés muriese por accidente en el aeropuerto del Prat» es pretender borrarnos de la memoria las agresiones físicas a los agentes que impidieron la votación ilegal, a los policías en Urquinaona, a los que custodiaban la central policial de Vía Layetana ¿Acaso no lo vimos todos? El problema no lo tenemos nosotros ni lo tiene el sistema, ni siquiera lo tienen los independentistas, el problema lo tiene el presidente.
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