Balance de fin de curso
Sánchez se abona al silencio para no dar explicaciones
El presidente califica de «montaje patético» la visita del juez Peinado a Moncloa y recupera el «federalismo» para justificar el pacto fiscal con ERC
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, cerró ayer el curso político con el tradicional balance de su gestión en el Palacio de la Moncloa. La comparecencia pública se produjo justo 24 horas después de su testifical en privado ante el juez Juan Carlos Peinado. Fue el jefe del Ejecutivo quien añadió más expectación a esta comparecencia tras emplazarse el martes por la tarde desde Palma de Mallorca –donde acudió para participar en el despacho de verano con el Rey Felipe VI– a dar en este foro todos los detalles de su declaración ante el magistrado que instruye la causa contra su mujer, Begoña Gómez.
Sin embargo, Sánchez se convirtió en un frontón y frustró todas las expectativas generadas, negándose a ofrecer explicación o detalle alguno sobre los dos grandes asuntos candentes: el pacto entre ERC y el PSC y la investigación contra su esposa. El presidente lo hizo, además, tildando de «valorativas» las preguntas de los periodistas que incidieron en las contradicciones de su discurso y en la necesaria rendición de cuentas.
Sánchez dibujó un balance triunfalista de su gestión, magnificando los logros del Gobierno y contraponiéndolos con los del Ejecutivo de su predecesor, Mariano Rajoy. Lo hizo en materia económica –reservándose el anuncio de un pacto tripartito con los agentes sociales sobre pensiones– o en avances en justicia social. «El estado de bienestar ha vuelto a florecer», dijo.
Pero lo cierto es que toda esta gestión, de los «ocho meses intensos» de legislatura, quedó eclipsada por el cerco judicial que sufre el presidente y su familia. Sánchez calificó su declaración como un «montaje» y se burló del espectáculo «absolutamente patético y bochornoso» de las acusaciones particulares, vinculadas a la «ultraderecha», peleándose por entrar en la Moncloa para presenciar la testifical.
El presidente presentó el suyo como un gobierno «valiente» que ha resuelto las tres crisis: económica, social y territorial que heredó en 2018 y que, ante este escenario inapelable, a la oposición «frustrada» no le queda otra opción para atacar al Ejecutivo que «fabular» con un «no caso». «Esto es un “no caso” derivado de la frustración y la impotencia de la oposición, que ha renunciado a la batalla legítima de las ideas y demuestra el fracaso estruendoso de su proyecto político», señaló, evitando dar explicaciones sobre los interrogantes que todavía sobrevuelan el «caso Begoña Gómez». «Ya he dado sobradas explicaciones en el Congreso de los Diputados», se limitó a señalar como toda respuesta.
Sánchez tampoco quiso entrar en el contenido de la querella presentada en su nombre por la Abogacía del Estado contra el juez Juan Carlos Peinado, más allá de respaldar que se hace «en defensa de la institución de la Presidencia del Gobierno» y de la «separación de poderes». «El tiempo pondrá las cosas en su sitio. Este gobierno está a lo importante, a sacar leyes en beneficio de la mayoría social. Nosotros gobernamos, otros que continúen fabulando», repitió en varias ocasiones, claramente, el mantra que se quiere instalar.
El Gobierno se afana por tratar de dar «normalidad» a la acción del presidente, manteniendo su agenda oficial y sin querer que la declaración ante el juez alterase su hoja de ruta. «Este juez no nos marca la agenda», dicen en el Ejecutivo. Sin embargo, la comparecencia que se celebró ayer estaba prevista para principios de semana –para el lunes– y se desplazó a este miércoles para que no fuera una previa sobre su testifical, sino que permitiera a Sánchez, al ser posterior, apuntalar su relato sobre la «persecución» que está sufriendo antes del parón estival.
Tampoco aportó el presidente mayor novedad sobre el preacuerdo entre el PSC y ERC. Sin desgranar el contenido ni bajar al detalle del mismo, Sánchez se refirió al mismo como «un magnífico preacuerdo». Abonado, como está todo el Ejecutivo, a la prudencia para no «interferir» en la consulta a las bases republicanas del próximo viernes y evitar, así, que el aval al mismo descarrille. Sánchez sacó pecho por su política de estabilización en Cataluña, tras heredar la «crisis constitucional más importante de la democracia».
Como ya hiciera el martes desde Palma, el presidente pidió respeto para ERC, en su proceso interno, e incidió en el «reconocimiento» por su papel en esa estabilización de Cataluña.
El giro discursivo de la jornada se produjo cuando Sánchez recuperó la apuesta por la España federal para justificar el pacto. «Estamos dando un paso en la federalización de nuestro Estado autonómico», dijo, apuntando inmediatamente que «esto es una muy buena noticia para el sistema político español». El argumento causó cierta sorpresa porque no es uno de los elementos que se defiendan por parte del PSOE. Esta tradicional aspiración de los socialistas, que se consagró en la Declaración de Granada de 2013, en tiempos de Alfredo Pérez Rubalcaba, lleva tiempo escorada.
El propio Sánchez llegó a llevar la «España plurinacional» en su programa electoral y el PSOE asumió esta cuestión en su 39º Congreso federal en 2017, pero no era una reclamación que estuviera viva en la actualidad. Todo para intentar orillar la realidad de que el modelo del «cupo catalán» es un modelo que no comparten y una nueva cesión ante el independentismo.
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