Crisis política en Italia
Roma locuta , ¿causa finita?
La política italiana nunca deja de sorprendernos. Un amigo romano me dice que los italianos no son cartesianos occidentales como nosotros –que razonamos con silogismos–, sino que ellos son pragmáticos y reflexionan como orientales. Lo cierto es que, siendo Italia una democracia parlamentaria liberal, ninguno de los últimos cinco Primeros Ministros ha pasado por las urnas: Monti, Letta, Renzi, Gentiloni y Conte. Ahora se superan: Conte ha pasado de presidir un gobierno «impensable» para nuestros esquemas mentales (algo parecido a una coalición entre UP y Vox), a presidir otro con los, hasta ahora encarnizados enemigos políticos, el M5E y el PD. Sabemos que este cambio ha sido consecuencia del órdago de Salvini, rompiendo el Gobierno para precipitar unas elecciones anticipadas en las que –según los sondeos, y tras su éxito en las europeas–, hubiera sido el previsible vencedor. Su éxito electoral se debe a que ha sido «políticamente incorrecto», en particular en la gestión de la inmigración irregular que, desde Libia hasta Lampedusa, se ha convertido en asunto de especial preocupación para los italianos. Pero puede que haya «muerto de éxito», al haberse ganado demasiados enemigos: el Vaticano –por su política migratoria–, Merkel, Macron y Trump; poco partidarios de socios incómodos, por independendientes. Reunidos en Biarritz durante el G-7, con el PM Conte entre ellos, la suerte de Salvini estaba echada. Pero el problema sigue ahí: los italianos han conocido otras políticas y –parece– les han gustado.
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