La Razón de...
El público aclama la «mayoría absoluta» para Ayuso
Hasta 500 invitados ocupaban la sala en la que todos querían su foto con Ayuso. El efecto Ayuso es así: unos tienen que contratar extras y otras solo poner un pie delante de otro
Aunque el acto empezaba a las siete, eran apenas las seis y ya preguntaban los despistados en la calle si es que allí se celebraba una fiesta. Y es que no lo era, pero lo parecía. Ni cruzar la calle tranquilamente se podía, los taxistas le mandaban a Ayuso recuerdos por periodista interpuesto y aún no eran y cuarto cuando ya se distinguían las primeras caras conocidas. Isabel Tocino, Ana Pastor, Marta Robles o Cayetano de Alba destacaban entre alcaldes de municipios de la Comunidad, seguidos de consejeros, diputados y senadores.
Hasta quinientos invitados ocupaban por completo la sala y también la anexa, habilitada en el exterior para dar cabida a todos los asistentes. La intensificación del murmullo y algunos correteos anticipaban la llegada de una Isabel Díaz Ayuso, de traje púrpura y con el pelo recogido, que era recibida como se recibiría a una reina del pop (a una diva con nombre, un montón de ilusión). El que no se levantaba de su silla para acercarse a saludarla (ella devolvía el saludo afable y cercana), no podía evitar reparar en ella y comentar su paso. Los móviles se elevaban para fotografiarla sin reparos, como si aquello fuese un monumento y, el público, un montón de turistas orientales. El Efecto Ayuso es así: mientras algunos tienen que contratar a un cáfila de extras de la tercera edad que juegue a la petanca y le dé conversación para que le vean con gente entusiasmada, otras solo tienen que poner un pie delante del otro y echar a andar. Le nombro aunque no haga falta porque el lector ya sabe que me estoy refiriendo al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
Algo más tarde que ella llegaba el líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, que pasaba bastante más desapercibido, todo hay que decirlo, y solo despertaba cierto revuelo entre los fotógrafos junto al photocall. Y un poco más tarde aún, José Luis Martínez-Almeida, un poco más jaleado en su recibimiento pero sin ser Ayuso tampoco. Ayuso solo hay una. Por fin, tras la proyección de un video que recorría en imágenes su trayectoria política y la bienvenida del director de LA RAZÓN, Francisco Marhuenda, tomaba la palabra la presidenta. Con el final de una intervención que arrancaba aplausos de un público entregado, se escuchaban los primeros «mayoría absoluta, esto va a ser mayoría absoluta». Y se repetiría el comentario ya entre los asistentes durante lo que quedaba de acto, uno en el que Ayuso no ha evitado ninguna de las preguntas e, incluso, ha sido muy clara en lo referente al incidente protocolario de los actos del dos de mayo. Sin citar por su nombre al ministro de la Presidencia Félix Bolaños, eso sí, ha dejado claro que lo sucedido había sido un «avasallamiento institucional» y lamentaba la situación destacando por encima de todo como lo importante de ese día a los premiados, a los madrileños y a los españoles. Alababa también la labor de su jefa de protocolo, esa mujer de la que nos hemos enamorado tantos y a la que queremos tener como mejor amiga y siempre de nuestro lado. Qué estilazo en el placaje, qué donosura interceptando provocadores.
Vuelvo a Ayuso. No solo arrancaba aplausos sino también risas con alguno de sus comentarios. Memorable ese en el que, tras ser preguntada por lo que haría en Madrid con la ley de Vivienda, respondía, chispeante, que «en Madrid cumplimos las leyes» y añadía con un guiño pícaro «y el protocolo». De no tener en ese momento al público ya rendido, a eso no se le habría resistido nadie. Ha conseguido Ayuso, digo, que una hora y media se pasase volando, que lo más escuchado entre el público fuese «mayoría absoluta» y que un miércoles cualquiera, por su sola presencia, pareciese fiesta de guardar.
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