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Pedro Sánchez: Y a los 579 días resucitó
Mantiene sus adversarios en el partido, pero afronta la presidencia con «serenidad y sintiéndose fuerte», afirma su entorno. «Ha aprendido de los errores».
Mantiene sus adversarios en el partido, pero afronta la presidencia con «serenidad y sintiéndose fuerte», afirma su entorno. «Ha aprendido de los errores».
«Lo único que tengo y lo único que tengo que preservar son mis convicciones», dijo 24 horas antes de dimitir como diputado en el Congreso. No quería abstenerse en la votación de la investidura de Mariano Rajoy y optó por irse. Ayer volvió al hemiciclo, después de 579 días para presentar una moción de censura. Pedro Sánchez Pérez Castejón será el nuevo presidente del Gobierno, tras obtener los votos de la mayoría absoluta de la Cámara. Economista, con experiencia en el Parlamento Europeo y como asesor de Carlos Westendorp como representante de Naciones Unidas en la guerra de Kosovo, se afilió al PSOE en 1993. El año de la victoria por los pelos de Felipe González ante Aznar. Luego ha sido concejal en Madrid, diputado y secretario general del PSOE, por dos veces, ganando en ambas ocasiones unas primarias.
Tiene 46 años, aunque sólo ha podido cumplir de verdad 11, porque nació en un día bisiesto de 1972 en el madrileño barrio de Tetuán y estudió en el Ramiro de Maetzu, lo que le llevó a ser jugador del Estudiantes. Tiene dos hijas, Ainhoa y Carlota, de las que está orgulloso, aunque reconoce con pesar que las ve menos de lo que quisiera. «En el colegio me defienden», afirmó con una amplia sonrisa hace apenas quince días cuando concedió una entrevista a LA RAZÓN. «He cambiado mucho», nos dijo, haciendo referencia a su anterior etapa al frente del PSOE que acabó abruptamente el 1 de octubre de 2016. Ciertamente, Sánchez ha mostrado una humildad antes impensable y se ha acercado a periodistas, profesionales liberales, sindicatos, empresarios... «He aprendido de los errores», afirma sin rubor. Uno de sus colaboradores más cercanos en los peores momentos, Juanma Serrano, lo confirma: «Es más cercano, escucha más». La prueba del algodón la da su despacho. El continuo goteo de visitas del mundo de la política o de la sociedad civil dan prueba de ello. Quizás, este nuevo Sánchez ha puesto de los nervios a los más sanchistas que se creían con el monopolio de acercarse al líder. El nuevo Pedro ha abierto su despacho, sobrio como lo es el mismo, a todos. Otra prueba. Lo que pasó ayer en el debate. Sorprendió Pedro Sánchez cuando al final de su rifirrafe con Rajoy le reconoció al ya ex presidente «su respeto personal y político» y le recordó sus largas conversaciones en Moncloa a cuenta del 155. Una relación personal inexistente desde 2014 hasta 2016. Carmen Calvo recuerda esos días de tensión y conversaciones con Rajoy. «Acabamos con lumbago», recuerda una de las personas más cercanas a Sánchez, sin olvidar a Adriana Lastra, José Luís Ábalos, Margarita Robles, Odón Elorza entre aquellos diputados que le siguieron en los duros días que siguieron en su defenestración y el cuerpo a cuerpo de las primarias. Fuera de su núcleo duro, hay que mirar al principal responsable del cambio en la actitud y en las formas del líder socialista, que tiene nombre y apellidos: Iván Redondo, su asesor y estratega de cabecera que ha influido en los movimientos que han conformado a Pedro Sánchez como un nuevo líder del PSOE y que ha doblado el pulso a un PP que parecía estar cómodamente instalado en los mandos del Gobierno de España. En sólo seis días, Redondo tras Sánchez han dado una patada al tablero de ajedrez de la política española y ganado la partida. Hace apenas 15 días, los sabios del lugar los delimitaban a un equipo que aspiraba a la permanencia en la división de honor. Hoy han ganado la liga.
No era lo previsto. La sentencia del «caso Gurtel» rompió sus planes. Su obsesión era ganar las municipales del 2019. Buscaba, y busca, candidatos que den al PSOE una victoria que iba a ser preludio de las generales. Ahora este ritmo puede cambiar. En su partido sigue con grandes adversarios, ésos que decían «si pierde se tendrá que ir». No se irá porque ha ganado, pero la unidad interna sigue bajo mínimos, aunque ahora «la afronta con serenidad, busca entendimientos, aunque todo hay que decirlo, se siente fuerte», porque su gran valor son las bases que «han reaccionado con entusiasmo cuando Pedro presentó la moción». Le ocupa y le preocupa recuperar la ilusión de la gente, su verdadera patria.
En su despacho siempre destaca una foto de Kennedy y Willy Brant en Berlín. No los señala a ellos, señala a la gente. Lo han investigado por activa y por pasiva para desacreditarle, y lo conseguido no ha superado la barrera que separa la inmundicia de la información. El nuevo Pedro encaja mejor las críticas, pero sigue firme en lo único que le importa: las convicciones.
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