Tribuna
El paseo necrófilo de Pedro Sánchez en el Valle de los Caídos entre beatos y otros caídos del bando «nacional»
Parte de la visita del presidente a Cuelgamuros se desarrolló en un osario de víctimas de represaliados por socialistas, comunistas y anarquistas
Esta semana hemos tenido la oportunidad de comprobar, una vez más, que el presidente del Gobierno de España no manifiesta ningún pudor a la hora de rebasar todo tipo de límites con fines propagandísticos a mayor gloria de sí mismo. Me estoy refiriendo – como el lector ya puede suponer– a su visita a la Basílica Pontificia del Valle de los Caídos acaecida la mañana del jueves, acompañado casi del mismo número de fotógrafos como de escoltas y de sus máximos responsables de memoria democrática, Ángel Víctor Torres y Fernando Martínez. Esperando a la comitiva oficial se encontraba ya en Cuelgamuros el equipo forense que se encarga del análisis de los restos de los caídos, incluyendo los de aquellos cuyas familias no han dado permiso para ello. A la cabeza sobresalían los espléndidamente remunerados para esta labor Francisco Etxeberria y Francisco Ferrandiz.
Enseguida se dirigieron a los espacios de enterramiento ubicados tras la capilla del Santo Sepulcro, cerrada al culto por el Gobierno desde diciembre de 2022, en lo que supone una intolerable violación de un lugar de culto, cuestión perfectamente regulada en los vigentes acuerdos entre el Estado español y la Santa Sede sobre asuntos jurídicos. Ya en la capilla y según nos ha hecho saber uno de los asistentes a ese acto entre necrófilo y político, cuya identidad debo omitir por cuestiones obvias, el presidente comenzó a posar prestando más atención a los fotógrafos allí desplazados desde Moncloa que a las indicaciones de los forenses allí presentes. Forenses expresamente desplazados al Valle para la ocasión. De hecho, llevaban desde principios de enero sin aparecer por el lugar.
El resultado lo conocemos bien todos ya que el departamento de Comunicación de Presidencia del Gobierno distribuyó a los medios el reportaje fotográfico a gran resolución para que no pasara desapercibido ni el detalle más nimio. Y no puede ser más aberrante. La impúdica exhibición de restos cadavéricos con fines políticos y electoralistas por parte del sectario Sánchez, tan acostumbrado a recurrir a este tipo de prácticas, y más tratándose del Valle de los Caídos, cuando las encuestas y los sonrojantes casos de presunta corrupción política no le son propicios.
Pero es que además se da la circunstancia, y desconozco si es por su ignorancia o por el ánimo de dar una vuelta más de tuerca en su manera de humillar a las víctimas, que conociéndole pudiera ser, de que parte de la sesión fotográfica se desarrolló en el osario sito en el primer nivel de los cinco con los que cuentan los ubicados tras la capilla aludida.
En ese osario, apelando a la documentación que obra en poder de la Asociación para la Defensa del Valle de los Caídos, se encuentran inhumados en un porcentaje no inferior al 85%, los restos de combatientes del Ejército nacional. Entre ellos, y a modo de ejemplo, tenemos los más de 100 marineros del buque «Castillo de Olite», vapor que fue bombardeado por la artillería republicana en la bocana del puerto de Cartagena, el 7 de marzo de 1939. Murieron 1.500 soldados. Junto a ellos, y compartiendo espacio de enterramiento encontramos un significativo numero de caídos – siempre del bando nacional– procedentes, sobre todo, de Castellón y su provincia, además de Cuenca, Valencia y Andalucía.
El resto de los allí inhumados pertenecen a paisanos –no combatientes– represaliados en la retaguardia roja, víctimas de la barbarie cometida por milicias socialistas, comunistas y anarquistas principalmente durante los primeros meses de la guerra. Entre ellos tenemos los 91 enterramientos procedentes del madrileño cementerio de la Almudena, cuyos ocupantes fueron fusilados en sus tapias exteriores, o los 34 cordobeses de Torrecampo, salvajemente fusilados a finales de julio del 36, muchos de ellos estudiantes. También están en el mismo osario los 93 vecinos de Alcázar de San Juan, en su mayoría miembros de Acción Católica, fusilados en septiembre del mismo año, o los 35 represaliados de Fuensalida, Toledo, trabajadores del campo en su mayoría y militantes de Acción Popular.
Me parece importante dar a conocer que en ese mismo osario también se encuentran una treintena de religiosos y 14 mártires de la guerra, cuatro beatos y 10 siervos de Dios, todos declarados como tales por la Iglesia Católica. Entre los beatos tenemos a los padres agustinos Jacinto Martínez Ayuela y Nicolás Mier Francisco, asesinados en las tapias del cementerio de Cuenca al comienzo de la guerra. Ambos fueron beatificados por Benedicto XVI el 28 de octubre de 2007.
Los otros dos beatos mártires que hay en el osario escogido por Sánchez para su acto de propaganda son dos seglares. Uno es Andrés Rueda Rojas, martirizado a los 41 años en la localidad cordobesa de Pedro Abad. Murió fusilado al grito de «¡Viva Cristo Rey!» el 10 de octubre de 1936. Antes había dado su perdón a sus asesinos.
El cuarto beato es un niño de 15 años, Antonio Gaitán Perabad. Era natural de El Carpio, Córdoba. Miembro de una familia de 7 hijos, de los que solo sobrevivieron 4, Antonio ayudaba a su padre en la tienda familiar. Él, su padre y dos primos fueron detenidos al principio de la guerra por su condición de cristianos. La noche del 21 de agosto del 36 fueron sacados de prisión y conducidos hacia el cementerio donde iban a ser fusilados. Un miliciano al que le dio lástima el niño le invitó a que «corriera junto a su madre». Él no quiso dejar solo a su padre y junto a él y los demás fue fusilado. Murió abrazado a su padre. Ambos fueron enterrados en El Carpio y años más tarde trasladados al Valle de los Caídos por expreso deseo de su familia.
Sería bueno que estos ejemplos de martirio fueran dados a conocer, sobre todo para que las autoridades eclesiásticas de España se dieran cuenta que no sólo se están removiendo restos de caídos en el Valle, sino que también se están exhibiendo sin pudor reliquias de nuestros beatos.
* Pablo Linares es presidente de la Asociación para la Defensa del Valle de los Caídos (ADVC)
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