Cataluña
Oriol: «Un nuevo golpe bajo» para el patriarca
La Audiencia de Barcelona ordena el ingreso en prisión de otro de los hijos del ex presidente por el «caso ITV».
La Audiencia de Barcelona ordena el ingreso en prisión de otro de los hijos del ex presidente por el «caso ITV».
El patriarca de la saga, Jordi Pujol i Soley, como ausente y abatido. La «dona» Marta Ferrusola, con el gesto contenido y enrabietado. Así reaccionaron quienes fueron el matrimonio más poderoso e influyente de Cataluña ante la noticia de la entrada en prisión de su hijo Oriol. Una decisión de la magistrada de la Audiencia de Barcelona, Maria del Carmen Zabalegui, por su implicación en el escándalo de las ITV que supone un gran mazazo para la familia. Según fuentes de su entorno, los Pujol recibieron el veredicto en su casa barcelonesa de la Ronda del General Mitre, dónde estaban tras haber pasado fuera los días navideños. Oriol siempre fue el niño favorito, el «delfín», el único que se dedicó a la política bien colocado para ser el «hereu» de su padre. La corrupción y los graves delitos por los que fue imputado se lo impidieron.
Fuentes próximas a la familia confirman que este es un caso aún más doloroso que el de su primogénito, Jordi Pujol Ferrusola, que permaneció seis meses en la cárcel de Soto del Real por cobros de comisiones ilegales hasta pagar una fianza de medio millón de euros. Oriol es el quinto de los siete hermanos y siempre fue el ojito derecho de sus padres, escogido para perpetuar el poder del Clan. Secretario general de Convergència y mano derecha de su padre en La Generalitat y el partido, todo apuntaba a que sería claramente el sucesor hasta que estalló el escándalo de las ITV. Las esperanzas del jefe de la saga se derrumbaron y desde entonces nada fue ya igual. Por ello, este mazazo es el más fuerte recibido hasta ahora por la familia: «Esto es un nuevo golpe bajo», musitó el patriarca según las mismas fuentes, mientras Marta Ferrusola lanzaba sus habituales improperios.
Oriol Pujol Ferrusola fue siempre el favorito y el único con enorme influencia política. Casado con Anna Vidal Maragall, padre de tres hijos, tejió junto a su padre un entramado de poder e influencias hasta que en el año 2013 fue imputado por las ITV. Aquello fue el inicio del ocaso del Clan, una decadencia imparable que llevó al ex presidente a pronunciar una frase: «Todo se derrumba». El «delfín» tuvo que dimitir para dar paso a Artur Mas, cuyo desenlace es bien conocido. El poder, las influencias, el cortijo convergente y la corte de La Generalitat se tornaron en un calvario judicial que acabó con la imputación de la familia en el caso de las cuentas opacas de Andorra. El Muy Honorable president y su familia pasaron a ser unos relegados sociales, se escudaron en el ostracismo, comparecieron en los tribunales y aguardaron sus condenas.
Mientras el ex presidente se ha mostrado distante y más discreto, la «dona» Ferrusola no se para en barras de arremeter contra todos aquellos que tanto les deben. La misma actitud que mantienen ahora ante la condena a prisión de su favorito que, de todos modos, puede no ser inminente. Según su equipo defensor, ante la sentencia cabe un recurso de súplica que los abogados están ya preparando para paralizar por el momento la entrada en la cárcel. De no ser así, la magistrada concede solo diez días para el ingreso en un centro penitenciario en un auto «durísimo», en opinión de expertos juristas. La familia confía en el recurso, pero aún recuerdan la mañana en que agentes de la UDEF se personaron en su domicilio. «Pasen, no es la primera vez», les espetó entonces Marta Ferrusola con enorme frialdad al recordar que se produjo un idéntico registro en octubre de 2015. Había estallado el escándalo de las cuentas secretas en Andorra y el hijo primogénito, Jordi Pujol Ferrusola, fue trasladado a la comisaría de la Policía Nacional en La Verneda y luego a la cárcel de Soto del Real, dónde el juez le decretó prisión incondicional.
Según ha sabido este periódico, hace días que la familia pujolista temía malas noticias. Sus abogados les habían informado de que la sentencia iba a ser muy dura. Por ello, la noticia de la cárcel para Oriol no les pilló por sorpresa, si bien el patriarca de la saga había acudido al médico hace unos días para la revisión de sus molestias auditivas. El ex presidente está a punto de cumplir casi 90 años y arrastra una ligera cojera en la pierna izquierda, pero sobre todo una incipiente sordera junto a su tradicional «tic» nervioso ocular. «En general, está bien de salud, pero esto le vuelve a dejar muy tocado», dicen en el entorno familiar dónde aseguran que «el clan sigue siendo una piña». Instalado en su nuevo despacho, Pujol sigue recibiendo a muchas personas que él llama directamente sin pasar por secretaria, obsesionado con su etapa como presidente de La Generalitat ante la caída del mayor entramado de influencia en Cataluña y la entrada en prisión del segundo de sus hijos.
Indignado, distante e impávido ante el desfile judicial de sus hijos. Así describen en su entorno el estado anímico de Jordi Pujol i Soley: «Aún no entiende lo que sucede y los defiende». Hace tiempo decidió dejar su retiro, olvidar el ostracismo social y reivindicar su legado político. Empresarios, historiadores, periodistas y políticos veteranos compañeros de viaje que le han visitado coinciden en que sigue siendo un hombre vanidoso que intenta justificar sus veinticinco años como el dirigente más poderoso de Cataluña. Con preocupación por cómo será recordado, a todos ellos les trasladaba una advertencia: «La historia me hará justicia». A los siete años de su incendiaria confesión sobre las cuentas ocultas en Andorra, el ex presidente se dejaba ver en actos públicos para poner en valor su obra de gobierno. Ahora, el nuevo calvario judicial se recrudece con su hijo preferido, su heredero frustrado, condenado a la cárcel. Según estas fuentes, las causas judiciales han reforzado los lazos con sus hijos, nueras y nietos. Pero el posible ingreso en prisión del hijo más mimado ha sido un aldabonazo brutal, reconocen fuentes de la familia: «De momento, el cuerpo aguanta y el corazón sufre». Es el final de una impunidad, ya sin remedio.
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