Opinión
Un mes sin pisar las Cortes
En el Gobierno central ni reconocen error ni piden perdón
Después de la Cumbre Hispano-Portuguesa, el paseo por la India y las fotos de Azerbaiyán, justificaciones para retrasar su presencia en las Cortes, tampoco este próximo miércolesPedro Sánchez asistirá al Congreso, ahora por la reunión del G20 en Brasil. Quizás sea ésta última la que más avale sus reiteradas ausencias de las sesiones de control parlamentario, hecho no justificable por mucho que lo intente vestir con galas de compromisos internacionales ineludibles. Ninguna cita fuera de España es obligatoria, y cualquiera de ellas se puede mover o aplazar, siempre que exista voluntad de hacerlo.
Al presidente del Gobierno se le hace cada vez más insoportable la presencia en el país, y de ahí que agende cuantos eventos mejor fuera de las fronteras, evitando plenos y debates, abucheos en plena calle o reproches en los lugares más insospechados. Si lo de Brasil parece obligatorio, no así lo era la reunión de Bakú, a la que no asistió nadie importante, y como tales citamos a los máximos dirigentes de EE UU, UE, Francia, Alemania o Gran Bretaña. Claro que era la excusa perfecta para no tener que dar explicaciones por la DANA.
Finalmente, esa comparecencia tendrá lugar el día 27, un mes después de la tragedia. Demasiado tiempo para no contestar a los requerimientos de la oposición por las inundaciones más dramáticas sufridas en España en mucho tiempo. Hablar, como ha hecho, ante las cámaras de TV para anunciar ayudas, no es suficiente. Ayudas que, por otra parte, podrían ser más generosas, y sobre todo directas, a fondo perdido, no en forma de créditos «avalados».
Un crédito avalado es un dinero que hay que pagar, cuando el problema es que quien se quedó sin su negocio no tiene ahora para vivir. Por muy avalado que esté, o por escaso interés que tenga, el préstamo hay que pagarlo tarde o temprano, y la inmensa mayoría de los damnificados se quedó sin sustento, por lo que hacer frente a un préstamo, por muy protegido que esté, es realmente imposible.
Aunque si las ayudas se quedan cortas, peor es lo demás, empezando por la no declaración de la Emergencia Nacional, y siguiendo por el cúmulo de despropósitos derivados de la gestión de la vicepresidenta Rivera, la Aemet y la Cuenca Hidrográfica del Júcar en materia de cauces, limpieza de ríos y el desembalse de las presas.
El Gobierno y sus terminales han querido focalizar el desastre en Mazón y su más que nefasta gestión. Pero sin eludir la acumulación de errores cometidos por el presidente valenciano, es evidente que hubo otros fallos y responsables que no deben librarse de la crítica. Mazón al menos lo ha reconocido y pedido perdón. En el Gobierno central ni reconocen error alguno ni piden perdón por nada.
Cada día está más claro que todo ha sido un lamentable cálculo para dejar solo frente al drama al ejecutivo regional, abandonando con ello a las víctimas.
Decir, como dijo Sánchez, que «si necesita recursos, que los pida», es una frase que delata a quien la pronuncia. La responsabilidad en la coordinación de la gestión de la catástrofe no podía ser más que del Gobierno central, como ha reconocido Felipe González. Solo era cuestión de accionar la Emergencia Nacional poniendo al frente al ministro del Interior, para coordinar al Ejército, las FSE, la ayuda internacional y los medios de protección civil de la Generalidad, éstos últimos claramente insuficientes.
En la gestión de la crisis, el único que ha estado a la altura ha sido Óscar Puente. Tan excesivo otras veces, le ha dado ahora una lección al presidente Pedro Sánchez.
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