Pilar Ferrer
Manuel Marchena, con disciplina militar
Renunció a presidir el Supremo y el CGPJ por su utilización partidista y ahora dirige el juicio más político que se recuerda. Este magistrado, que escucha más que habla, afronta el proceso con rigor e independencia
Renunció a presidir el Supremo y el CGPJ por su utilización partidista y ahora dirige el juicio más político que se recuerda. Este magistrado, que escucha más que habla, afronta el proceso con rigor e independencia.
Es poco conocido en su biografía, pero Manuel Marchena Gómez lleva inscrito en su ADN la formación castrense. Su padre, un alto militar de la Legión, siempre quiso que su hijo fuera militar, pero a Manolo, desde su infancia, siempre le gustaron el Derecho y las leyes por encima de todo. Nacido en Las Palmas de Gran Canaria en 1959 y cursó sus primeros estudios en el Instituto General Alonso de El Aaiun (Sáhara), donde su progenitor estaba destinado, y en el Colegio San Ignacio de Loyola de la isla canaria. Los jesuitas vieron en él un chico de gran valía, motivo por el que le enviaron a la cuna docente de Deusto para licenciarse y volver de nuevo a la Universidad de La Laguna para doctorarse. Sus compañeros de entonces le definen como un joven tímido, reservado, muy estudioso y con un profundo sentido de la disciplina militar. Miraba el reloj a todas horas, devoraba libros jurídicos y tenía una gran pasión: acudir al paseo marítimo de Las Palmas a última hora de la noche para poder ver el crepúsculo y meditar. Es la historia personal del magistrado, el hombre que hoy afronta el juicio del «procés» contra los separatistas catalanes.
Su carrera profesional, brillante a la par que discreta, se hizo a la sombra de aquel famoso Fiscal General del Estado, Eligio Hernández, apodado el «pollo del pinar», bajo el Gobierno socialista de Felipe González y el biministro de Justicia e Interior, Juan Alberto Belloch. Eran el llamado «clan de los canarios», donde años después Marchena se convertiría en el fiscal de Sala más joven de España con otro representante del Ministerio Público, Jesús Cardenal.
Pero su salto a la fama se produjo cuando fue nombrado magistrado-instructor de la Audiencia Nacional en el proceso para investigar al juez Baltasar Garzón por supuestos cobros ilegales y prevaricación, lo que le llevarían a su inhabilitación. Algo que Garzón jamás le perdonará, ni tampoco su mano derecha ahora en el Gobierno de Pedro Sánchez, la ministra de Justicia, Dolores Delgado. Todas las fuentes jurídicas consultadas le atribuyen a Lola Delgado y a su gran amigo Garzón las filtraciones que llevaron a Manuel Marchena a renunciar a la presidencia del Tribunal Supremo y el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), en un episodio más que polémico y sin precedentes en el mundo jurídico.
En aquel momento, algunos compañeros de la carrera judicial le acusaron de achicarse y de falta de coraje, mientras otros de ser demasiado prudente. Lo cierto es que Marchena renunció a ocupar el máximo puesto de la Judicatura española, el Tribunal Supremo y el CGPJ, en favor de que permaneciera, contra todo pronóstico, el que iba a ser cesado, Carlos Lesmes, con quien no mantiene una buena relación. Nadie sabe a ciencia cierta por qué lo hizo, pero sí que llegó a confesar a su círculo más cercano estar bastante harto de la utilización política. Quién le iba a decir que, precisamente ahora, preside el juicio más político que se recuerda en España, con una repercusión mediática de campeonato y unas consecuencias totalmente impredecibles.
Manuel Marchena Gómez y todos los magistrados de su Sala en el Tribunal Supremo afrontan desde hoy un capítulo que es ya histórico contra el «procés». La tensión y las reacciones de los independentistas están servidas.
De carácter insular, como dicen en su tierra canaria, tranquilo y bien formado, es un juez «muy pegado a la realidad». En su casa familiar de La Laguna se recoge cuando puede, pero también habla con los paisanos y se patea la calle. Algo que en Madrid, por razones de seguridad, lo tiene prohibido.
Intelectual profundo, es autor de un centenar de publicaciones y ensayos jurídicos. Hace un año, la Asociación de Comunicadores e Informadores Jurídicos (ACIJUR), le otorgó su premio «Puñetas de Oro» por su brillante trayectoria profesional y decidida defensa de la independencia judicial.
Dicen sus colaboradores que escucha mucho y habla poco, aunque en este complejo juicio contra el «procés» deberá no temblarle el pulso. El Alto Tribunal que juzgará a los separatistas catalanes será un plató de televisión en directo bajo miles de miradas hacia su magistrado presidente, Manuel Marchena, quien lo afronta con tres pautas de actuación: disciplina, rigor e independencia.