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Belén Bajo

La libertad de expresión de Puente

Más que un ministro entrevistado pareció un cobarde acorralado

Óscar Puente AgenciasAgencias

Tenía muchas expectativas en la entrevista de Espejo Público al ministro Óscar Puente, por el desparpajo que se gasta en las redes y como se maneja con el insulto, disciplina que supera con creces.

Esperaba que sus expresiones cariñosas a las que nos tiene acostumbrados salieran en tropel por su linda boca. Pero nada de eso ocurrió en directo.

Nadie fue tildado de matón, ni de saco de mierda ni de fachosfera. Más que un ministro siendo entrevistado, parecía un alumno en el despacho del director del centro después de haber sido pillado in fraganti.

Teniendo incluso la osadía de darnos un lección magistral de lo que a su entender es la libertad de expresión.

La libertad de expresión es según se mire y según quien la utilice. En unos casos, como el suyo cuando acusa a los jueces del Tribunal Supremo de extralimitarse en su modo de aplicar la Ley de Amnistía en lo relativo al delito de malversación, sí es libertad de expresión porque es la opinión autorizada de alguien que ha gestionado el Derecho durante 20 años y porque uno se debe expresar con claridad, de acuerdo a sus convicciones. Es sabido, véase la ironía, el prestigio de experto jurista por el que es conocido.

Pero, a su entender, cuando en la estación de Chamartín los trenes llevan un retraso de más de dos horas, un tren está detenido con pasajeros dentro, sin aire acondicionado y sin luz, los usuarios de Renfe ya no caben en la estación, que se publiquen unas fotos de sus vacaciones jugando al golf no es libertad de expresión, ni derecho a la información, es denostar a su persona.

Más que un ministro entrevistado parecía un cobarde acorralado en el despacho del director de un colegio. No podía bloquear a la opinión pública.