Elecciones
La noche de los sujetadores rotos
Populismo también es Begoña Villacís votando a lo Meghan Markle. Pues ni por esas. Poca épica en «un día histórico» en el que el PP aguantó el sostén de Madrid.
Populismo también es Begoña Villacís votando a lo Meghan Markle. Pues ni por esas. Poca épica en «un día histórico» en el que el PP aguantó el sostén de Madrid.
Estamos en el centro de Madrid cruzando calles con poemas como si fueran las páginas de un libro olvidable. Entre los regalos de Carmena están estos versos que nos sirven de autoayuda a los malos escritores. «Te haré el humor hasta llegar al orgasmo», leo antes de poner un pie en el paso de cebra. «Me sentí astronauta perdido en tus lunares». «No hay mejores brindis que los que hacen tus pestañas» (esto se asemeja a un piropo, vade retro). Es tanto el dulzor que un compañero se apresta a llamar al Samur no vaya a sobrevenir una subida de azúcar. En cuanto se levanta la vista, cientos de guiris arrastran sus maletas, el signo de que el fin de semana se acaba y se vacían los pisos turísticos. Se siente un cierto olor acre por los orines de la madrugada. Eso sí que es un poema. Si hasta Colau mea de pie por qué no ha de hacerlo la juventud baila, de regreso a la resaca.
«A colocarse todos», dejó dicho Tierno Galván. Debe ser lo único en lo que el pueblo ha seguido los consejos de un político. Hasta los pobres en huelga de la alcaldesa de Madrid, una maravillosa figura retórica, ahuyentaban moscas tan temprano. Uno se parecía a Nacho Vegas. A punto estuvimos de pedir una canción protesta. El centro de Madrid es un río de vertidos tóxicos. Gabilondo prometía un cambio radical. Bibliotecas, metafísica, algo que nadie entienda para hacer comprensible el galimatías. La ciudad que nunca duerme bosteza a pie de los colegios electorales. El Frente Popular estaba a las puertas pero no se respiraba un ápice de épica. El equivalente a la carga de los mamelucos o el advenimiento de la gloriosa República se vive en un «after hour». Un poco de «glamour» para cambiar de tercio. Qué mona Begoña Villacís a lo Meghan Markle. Vestido camisero blanco y, en lugar de un patinete, un cochecito de bebé. «¡Alcaldesa, alcaldesa!», sus fieles se sintieron un momento en Windsor, figurantes del «couché».
Los candidatos de Ciudadanos tiran más al rosa que al naranja. El próximo debate electoral se hará en el polígrafo del «Deluxe». En sus manos, la Gran Vía sería la Pasarela Cibeles, pero donde la diosa a esa hora todavía estaba la abuela aguardando al nietísimo. Supervivientes a la espera de resistir como Isabel Pantoja. Al final fue el despelote. La noche de los sujetadores rotos que ya predecía en Cataluña una apoderada de ERC que se quedó tal cual cuando otro apoderado de Vox le afeó que llevara una camiseta en apoyo a los «presos políticos». Habría que preguntar si esta chica con pinta de feminista militante era de las feas o de las guapas. Me reservo la opinión. Madrid era el sostén popular, del Partido Popular digo, y hubo wonderbra que consiguió enaltecer las ubres ya gastadas de ese tanto ir y venir del carajo, que diría García Márquez. Desnudos por aquí y tapadas en Ceuta donde una mujer con burka presidió una mesa. Aquello pareció el divorcio de Ágatha Ruiz de la Prada. A nosotros nos pidieron el carnet de identidad. Será cuestión de probar en las próximas a ver si cuela. Sería un interesante reportaje a lo gonzo y, a la vista de como uno va demacrándose, una actitud más «fashion» que la de Villacís.
Así los hombres seríamos invisibles, que es lo que se lleva. Voto, pues, por el burka masculino. Llegan las clásicas imágenes de cada cita plebiscitaria y nos preguntamos por qué a los fotógrafos les sigue llamando la atención las monjas votando. Unas se pararon a charlar con Errejón. No lo vieron mis ojos. Rezo para que sea verdad. Hijo mío, confiesa que has pecado. Hoy es el día de los arrepentimientos y de la penitencia. Y el de los remordimientos. Iban unos chicos por la derecha peleándose y dieron un volantazo que acabó empotrando el coche en la izquierda. Menos mal que el bipartidismo vuelve. Quién lo diría.
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