Cataluña
El día en el que todos somos uno
LA RAZÓN reúne a doce personajes públicos, perfiles de distinto signo, e incluso divergentes en lo ideológico, que estrechan sus manos como símbolo de que no existen distancias insalvables cuando el objetivo es común. Unos son catalanes; otros, de diferentes lugares del resto de España. Hacen un alegato en favor del entendimiento.
LA RAZÓN reúne a doce personajes públicos, perfiles de distinto signo, e incluso divergentes en lo ideológico, que estrechan sus manos como símbolo de que no existen distancias insalvables cuando el objetivo es común. Unos son catalanes; otros, de diferentes lugares del resto de España. Hacen un alegato en favor del entendimiento.
1 de octubre. El día sobre el que tanto se ha escrito, teorizado y debatido ha llegado. Temido para unos, ansiado para otros, no deja de ser una fecha más en el calendario. Una fecha, eso sí, a la que los independentistas han conferido un cariz de ruptura y división. Ruptura entre Cataluña y España y división de la sociedad catalana, que asiste impotente a como una mitad quiere convertir en extranjera a la otra mitad. En contraposición a este movimiento excluyente, alza la voz una mayoría –que en ocasiones permanece silenciosa o silenciada– pero que ante un desafío de estas características quiere hacer un alegato en favor del entendimiento, la unidad y la convivencia. Tres pilares claves para avanzar en la resolución de una crisis sin precedentes, que trasciende lo meramente territorial y que tendrá que abordarse superado el 1 de octubre. LA RAZÓN ha reunido a doce personajes públicos, referentes en diversos campos, perfiles diferentes e incluso divergentes en lo ideológico, pero que estrechan sus manos como símbolo de que no existen distancias insalvables.
El presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, observa con preocupación lo que ocurre en Cataluña, pero apunta que no se solventará con «soluciones rápidas ni milagrosas», sino que «se necesitará tiempo, mucho antibiótico político y recordar cómo los españoles hemos superado fracturas de una envergadura mucho mayor» como fue la salida de la dictadura hacia la Transición. Como entonces, el contexto demandará «mucha mano izquierda» y la «recomposición del nacionalismo catalán que ahora se ha escorado hacia el independentismo». Page pone en valor la apertura de vías de diálogo «pero con el límite de la Constitución», que como toda carta magna «debe estar dispuesta a ser mejorada». Un diálogo sin exclusiones y en el que los españoles también tengan voz: «Como español quiero ser consultado si me van a amputar un brazo o una pierna, porque Cataluña forma parte de mi identidad como ciudadano». Un diálogo, que en todo caso, debe ajustarse a la ley, pues –en su opinión– «es muy grave y muy absurdo que un Parlamento y un Gobierno que tienen su origen y su legitimidad en la Constitución nieguen a la misma».
Precisamente Andrea Levy estuvo presente en el Parlament cuando se perpetró el desafío al Estado con la aprobación de las leyes de desconexión. Considera que «un responsable público que incumple la ley se inhabilita a sí mismo para encauzar políticamente soluciones de convivencia», porque «la ley es el contorno formal de la democracia». La secretaria de Estudios y Programas del PP entiende que de cara al futuro «es indispensable superar el debate identitario» y ese nacionalismo que «prefiere dividir y señalar al otro, al que considera enemigo», que «ha hecho política desde el victimismo, desde los agravios inventados y desde la distorsión de que España es hostil para los catalanes». La diputada catalana confía en que superada esta «triste etapa» se abra una oportunidad para volver a encauzar en el terreno de lo posible y en la concordia la política catalana. Un contexto en el que no se quiebre la convivencia y desaparezca la «tensión emocional» que han creado «aquellos políticos independentistas que han jugado con los sentimientos» y «llaman a la agitación callejera y a la confrontación». «La democracia ha de ser entendida como un diálogo permanente que nunca puede abandonarse», zanja Levy con la confianza de que en un futuro «puedan recomponerse los afectos».
Menos optimista se muestra el dramaturgo catalán Albert Boadella que considera que «no existen demasiadas posibilidades de reconducción», pues «la ficción delirante y paranoica contra España afecta hoy a demasiada gente». Frente a esta situación, el ex director de Els Joglars entiende que «la única posibilidad es que el Estado democrático imponga sin complejos la legitimidad que le confiere la soberanía nacional ante una rebelión», porque los dirigentes catalanes que han transgredido la ley se han convertido en «delincuentes». «Con unos delincuentes no cabe dialogo en el mismo plano. Primero se aplica la ley y después se toman las medidas para que no vuelva a repetirse el delito», asegura. En este sentido, entiende que si se modifica la Constitución debería ser para «poner fuera de la ley a los partidos que promulgan la destrucción del Estado español privándole de una parte de su territorio». «El nacionalismo nos viene costando muy caro», zanja.
Irene Villa comparte esta visión crítica del yugo que ha supuesto el nacionalismo, tratando durante de años de inocular odio al resto del país en vez de amor por su tierra. «Todos anhelan una Cataluña en la que nadie te señale por hablar castellano o sentirte español». La periodista madrileña hace hincapié en la importancia de una «educación sin manipulaciones, imposiciones ni egoísmos» en la que se apueste por «la convivencia y la libertad de pensamiento».
El presidente de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, considera que una de las prioridades en este conflicto es reconciliar la fractura que existe en la sociedad catalana. «El pueblo catalán, que siempre ha sido abierto y acogedor no se merece lo que está pasando. Es fundamental recuperar el respeto a las opiniones de todos, también de la mayoría que no se siente independentista», defiende. No menos importante es el respeto a la ley, «cualquier demócrata sabe que en la distinción entre el desacuerdo con la ley y la desobediencia a la misma está precisamente la clave de la democracia». «El desacuerdo es un derecho permanente. La desobediencia es el peor atajo al autoritarismo», señala Feijóo. En el escenario que se abre tras el referéndum, el presidente gallego sostiene que «volver a la convivencia, a la estabilidad y a la preservación de un Estado que garantiza las libertades de las personas y de los pueblos es el mejor camino para pasar este lamentable capítulo y abrir otra etapa».
La alcaldesa de L’Hospitalet de Llogregat, Núria Marín, le espetó a Carles Puigdemont que «dejaran en paz a los alcaldes» después de la campaña de acoso que sus compañeros del PSC están sufriendo en Cataluña. Sin embargo, es una firme defensora del diálogo: «Sería irresponsable tirar la toalla. En democracia nunca es tarde para hablar y acordar». Marín discrepa con Feijóo y considera que es tan «despropósito saltarse la ley como utilizar tan solo la ley para resolver un problema» como el catalán, por lo que llama a que tanto la Generalitat como el Gobierno «pongan fin a los dos caminos –el del independentismo y el del inmovilismo– que nunca van a converger». Apelando a «la cordura» y a las soluciones políticas para problemas políticos, la alcaldesa recuerda que desde el PSOE han puesto sobre la mesa la reforma constitucional hacia un modelo federal como posible salida para el conflicto. «Una solución que signifique un avance real en autogobierno, mejor financiación y mayor reconocimiento a nuestra lengua y cultura», señala.
DIÁLOGO Y ENTENDIMIENTO
El Padre Ángel, por su parte, hace una apelación constante al diálogo como vía para llegar a «cualquier reconciliación» y pone como ejemplo que el Papa Francisco «lo ha usado para mediar en fracturas más profundas que ésta». «La fractura se genera porque, como señaló Machado, solemos convertir en bandera cualquier idea que para nosotros es irrefutable. Y si el de enfrente no piensa lo mismo, hacemos oídos sordos, mientras nuestra bandera no deja de ondear». El fundador de la ONG Mensajeros de la Paz afronta el 1-O desde un prisma «constructivo» y cree que puede ser resorte de «conductas más positivas que negativas». «Confiaremos en que esta situación dé lugar a un escenario más tranquilo, de entendimiento, de mirar a atrás para aprender de los errores y de perdón», señala. En un marco de «comprensión y reconciliación» también pone el acento en la «voluntad política», pues –a su juicio– «es la única que puede hacer posible la reforma o cualquier cambio». «Jesucristo se sentó a hablar con el mismo demonio. Sin empatía y sin diálogo no puede alcanzarse el consenso». Respecto al día después, el Padre Ángel recomienda «relativizar» y entender que no se va a «acabar el mundo» hoy. «Hemos demostrado en peores épocas una fina capacidad para comprender las posiciones de los otros, y esta vez no va a ser distinto», destaca.
La campeona olímpica de Judo en Barcelona 92, Miriam Blasco, recoge el guante del diálogo que lanza el Padre Ángel. Considera que debe existir siempre, en la búsqueda de «caminos que nos unan y no nos separen», aunque no se lleguen a alcanzar acuerdos. La medallista olímpica confía en que se logre una solución porque no concibe una España sin Cataluña. «Tenemos que buscar caminos que nos unan, se tendrán que buscar soluciones que no sean tan drásticas. Tiene que haber voluntad por las dos partes para llegar a acuerdos y espero que los encuentren», confía.
Por su parte, el dramaturgo Juan Carlos Pérez de la Fuente denuncia el «enorme desgarro social» y la «sensación de aturdimiento, de vértigo y de pesadilla» que viven catalanes y no catalanes. «Pero, ¿de verdad nos está sucediendo esto?». Por ello, anima a «recuperar la cordura, el seny, vamos», «tener paciencia y echar mano, cómo no, de la cultura, de la educación y hacer mucha pedagogía. Este pueblo siempre sabe dar la talla cuando hay que darla», señala. En cierto sentido porque «estamos irremediablemente abocados a entendernos». Aquí no hay dos bandos, aquí cabemos todos. Pero para poder llevar esta necesaria cohesión a la práctica hace falta «voluntad», por parte de los políticos y de la ciudadanía. «Los políticos a trabajar (no para las cámaras) y que se encierren hasta que se entiendan. Que trabajen por este país, por esta nación que todavía se llama España. Y el resto a ejercitarnos en la noble práctica del respeto». «¡Se han dicho tantas mentiras! Y la culpa es de quien las dice y de quien tiene la necesidad de creerlas», admite.
La presentadora de Espejo Público, Susanna Griso, muestra su preocupación por «el divorcio que se ha creado entre Cataluña y España» y que espera no sea «irreversible». «Por un lado percibo desafección y por el otro hartazgo». Aunque reconoce que «estamos en rumbo de colisión», pues llegados a este punto «unos aceleran y otros rezan para que no haya descarrilamiento», da más importancia al día después que al propio 1 de octubre. «Habrá que gestionar con mucha inteligencia política la inmensa frustración que se generará tras el 1-O», pues la CUP solo se conforma con la Declaración Unilateral de Independencia y «una buena parte de la sociedad catalana –entre los que incluyo a independentistas de nuevo cuño– son partidarios de una tercera vía que incluya una reforma constitucional y un nuevo sistema de financiación».
«Respeto». A este principio indispensable apela el compositor Sabino Méndez, que no pierde la confianza en que pueda «cerrarse la fractura política e inducida» en la sociedad catalana. El compositor es consciente de que «unos no pueden aspirar a la desaparición sin más del secesionismo y otros deben permitir de una vez la participación de los no independentistas en las instituciones regionales y en los medios de comunicación públicos». A partir de ahí, «se puede crear un gran debate», en el que el respeto de la ley sea lo prioritario. «Si de algo puede servir toda esta situación absurda que se ha creado es como catarsis. Siempre es más factible curar un sentimiento autosugestionado que cambiar todo un sistema político (que mal que bien funciona) por un aventurismo político que promete muy pocas posibilidades de democracia».
En el plano político, Begoña Villacís considera que la fractura que han provocado Carles Puigdemont y Oriol Junqueras sólo se podrá «reparar con un nuevo gobierno legítimo que piense en todos los catalanes y no esté obsesionado con sacarlos de España». «Hay que hacer es convocar elecciones», señala. Para la concejal madrileña se necesita un interlocutor válido en Cataluña con el que se pueda dialogar y que no esté instalado en la ilegalidad y la desobediencia. «Necesitamos ser valientes y hacer política y reformas», destaca. «Tenemos que ser capaces de ofrecer al conjunto de los ciudadanos un proyecto de España, nuevo y limpio de corrupción, no tirar la toalla y salir a ganar a los nacionalistas en las urnas en Cataluña».