Cristina Cifuentes
Cibeles pasa por Carmena
Rajoy y Sánchez decidirán la lista municipal según los pasos que dé la alcaldesa. En las quinielas del PP están Sáenz de Santamaría y Cospedal; en el PSOE la falta de banquillo queda en evidencia. Cs repetirá con Villacís.
Rajoy y Sánchez decidirán la lista municipal según los pasos que dé la alcaldesa. En las quinielas del PP están Sáenz de Santamaría y Cospedal; en el PSOE la falta de banquillo queda en evidencia. Cs repetirá con Villacís.
La conquista de Madrid ya está en marcha con un año por delante, envuelta en un evidente clima de incertidumbre. La única certeza a día de hoy es que no hay certezas. Los frentes están entrelazados: por un lado la alcaldía, por otro la comunidad autónoma; pero del tirón de sus respectivos candidatos dependerá el «efecto arrastre» en votos. Si se apuesta por la capital se buscará que llene las arcas para la región. E idéntico razonamiento en el caso contrario. Son las reglas de juego y están sobre la mesa, el contexto perfectamente definido y los contrincantes por identificar.
Manuela Carmena representará la auténtica bola de cristal del cuartel general de Podemos, qué duda cabe, pero también de PP y PSOE. En función de si la alcaldesa opta o no a la reelección, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez decidirán quién encabezará la lista municipal más emblemática de España. La audacia que presidente del Gobierno y secretario general socialista pongan a su lista dependerá en buena medida de la ex jueza. Una retirada suya hundiría a Pablo Iglesias en circunstancias absolutamente adversas. Y más aún a quien está llamado a formar tándem con ella en la comunidad, Íñigo Errejón, ya suficientemente dañado tras filtrarse el plan de Carolina Bescansa proponiéndole descabalgar a su secretario general. Por suerte para él, las señales emitidas hasta ahora por Carmena apuntan a un nuevo paso al frente.
Con la ruidosa salida de Cristina Cifuentes de la política, las filas populares han dado por abierta, a efectos públicos, la batalla por Madrid y sueñan con un ticket electoral lo más «potente» posible. Soraya Sáenz de Santamaría despunta ya en las diferentes ternas de sus compañeros de siglas. Es una figura muy reconocida por el votante de centro-derecha e incluso se sale de los márgenes del partido. La apuesta de la vicepresidenta por la alcaldía podría tirar definitivamente de una lista a la Comunidad de Madrid encabezada por Pablo Casado. La tesis de quienes defienden esta posibilidad es que el roto de Cifuentes sólo se puede remediar con Sáenz de Santamaría, que ofrecería evidentes resistencias a dar el salto. En la candidatura le esperaría para ejercer de guía José Luis Martínez-Almeida, actual portavoz municipal y figura de moda en los exclusivos comités de dirección nacional del PP. Cuenta con preparación y, como lo que hace le apasiona, ha madurado a velocidad de vértigo. Será una apuesta a medio-largo plazo. Obviamente, en una decisión de ese calibre pesaría el papel fundamental que su vicepresidenta desempeña para Rajoy.
Sáenz de Santamaría acumula la ingente labor de coordinación del Gobierno, la relación con las comunidades autónomas, tiene bajo su responsabilidad el CNI, y en los últimos meses las funciones y competencias de presidenta de la Generalitat de Cataluña. En las bambalinas del casting ha surgido otro nombre de tronío entre populares, María Dolores de Cospedal. Estaríamos ante un cartel de lujo. «Un éxito asegurado», a decir de sus partidarios. Ya logró lo que muchos añoraban: arrebatarle Castilla-La Mancha al PSOE. A ello se suma su amplio conocimiento y control de los resortes del partido. La secretaria general del PP es inteligente, leal, trabajadora, sabe delegar, tiene mano a la hora de rodearse de gente eficiente y desde que Rajoy le entregó la cartera de Defensa ha demostrado una eficaz dedicación. Además de Sáenz de Santamaría y Cospedal, otros dirigentes populares entran en las quinielas, como la ministra de Agricultura, Isabel García Tejerina. Y últimamente corre como la pólvora en los corrillos la frase: «¿Y si es Pío [García Escudero]?» ¿Por qué no el presidente del Senado? ¿Y Ángel Garrido? De momento parece transparente.
El runrún tampoco cesa en el PSOE, aunque la ley que impera es la del silencio tras tantear con nulo éxito Pedro Sánchez a la propia Carmena. Es difícil, por no decir imposible, hallar un episodio político tan torpe como el protagonizado por los socialistas en la búsqueda de una candidata a la alcaldía. Para empezar, ha quedado en evidencia la preocupante falta de banquillo. Además, el mensaje lanzado a sus huestes por el rechazo inequívoco de Cristina Narbona, presidenta del partido, o de Margarita Robles, portavoz parlamentaria en el Congreso, no puede ser más negativo: nadie cuenta con un triunfo. Sánchez lleva varios meses dejando crecer las expectativas y se ha comprometido en primera persona a ofrecer un cartel de referencia para la izquierda política y social, pero en los mentideros sólo viene cobrando renovadas fuerzas el nombre de Beatriz Corredor, tan castigada a día de hoy con el escabroso tema de la financiación irregular del socialismo valenciano cuando fue ministra de Zapatero. Si la ex ministra de Vivienda, anteriormente edil en Madrid, acaba siendo la carta en la bocamanga del líder socialista, «la ruina está asegurada», se dice internamente. La procesión va por dentro, aunque se nota desde fuera. Mientras, como candidato socialista a la Comunidad no hay la menor duda de que repetirá Ángel Gabilondo.
A diferencia de sus rivales, Cs vive a medio camino entre la expectación y la euforia, consciente del crecimiento sostenido augurado por todas las encuestas. Ni en sus mejores sueños podría haber imaginado Begoña Villacís un escenario más favorable a sus intereses electorales. A la buena imagen del rostro naranja en el Palacio de Cibeles, su juventud, su labor, además de la transversalidad de su candidatura, se añade el respaldo inequívoco de Albert Rivera. Las dudas han venido siendo mucho mayores con Ignacio Aguado. Él mismo se sabe cuestionado y cuenta con detractores en el núcleo duro del «jefe», como Miguel Gutiérrez o Marta Rivera de la Cruz, que han intentado, de espaldas a la galería, moverle la silla. El «caso Máster», sin embargo, parece haberle dado oxígeno suficiente para repetir como cabeza de lista. «¡Quién lo iba a decir!», comentan en el seno de su grupo, aunque él tiene muy presente la querencia de Rivera por los golpes de efecto de última hora. De todos modos, faltan doce meses, una eternidad en política.