Rita Barberá
Barberá: política hasta el final
La ex alcaldesa de Valencia y senadora del PP fallece en Madrid a los 68 años tras sufrir un infarto.
El corazón político de Madrid se vio sacudido a primera hora de ayer cuando se conoció el fallecimiento de Rita Barberá, ex alcaldesa de Valencia y senadora, una noticia que volvió más desapacible una mañana en el que la lluvia y el frío se conjugaron para despedir a esta figura política insustituible en la historia reciente del país; un personaje entrañablemente querido en su Valencia natal que fue objeto durante los meses finales de su vida de un «linchamiento» en el que «se traspasaron todas las fronteras», por utilizar las palabras de su compañero de partido durante tantos años, Rafael Hernando, portavoz del PP en el Congreso. Barberá había acudido a Madrid el lunes para declarar ante el Tribunal Supremo como investigada ante el magistrado Conde-Pumpido y esclarecer su posible responsabilidad en un caso de blanqueo de capitales por un donativo de 1.000 euros que dio al grupo municipal del PP en Valencia. El fiscal general del Estado debía decidir si existían suficientes indicios de delito para pedir el suplicatorio al Senado pero Barberá ya había sido juzgada –y condenada– en diversos tribunales tanto políticos como mediáticos de nuestro país. Fuentes cercanas a la familia de Barberá confirmaron a LA RAZÓN que tras su declaración ante el Supremo, la ex alcaldesa estaba «tranquila, convencida de su inocencia y confiada en en el funcionamiento de la Justicia». La senadora estaba pasando un momento de especial tensión debido a la investigación en el Supremo y, sobre todo, según confirmaron las mismas fuentes, a la falta de lealtad que algunos compañeros del partido al que ella había entregando su décadas de trabajo estaban demostrando. Al día siguiente, el martes, la senadora tenía previsto participar en la sesión de control al Gobierno en el Senado, a la que asistió el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Sin embargo, Barberá llamó a la Cámara Alta para avisar de que finalmente no se sentaría en su escaño debido a que no se encontraba bien. Fuentes parlamentarias explicaron además a Ep que la senadora tenía previsto acudir también a una comida con otros senadores valencianos con los que solía compartir mesa en el restaurante del Senado, y que el martes contaban con ella.
Su hermana y un sobrino la acompañaron durante las que, a la postre, serían sus últimas horas de vida en el Hotel Villa Real, situado frente a la puerta principal de la Cámara Baja y utilizado frecuentemente por diputados y senadores que viven fuera de Madrid para sus estancias en la capital. María José Barberá, junto a uno de los sobrinos de la ex alcaldes, se decidieron a viajar rápidamente a la capital después de que, el martes, Barberá les comunicara por teléfono que no se encontraba muy bien. En una entrevista concedida a «Espejo Público», el ex ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, informó de que Rita Barberá estaba tomando una fuerte medicación contra la depresión a raíz de la presión política y mediática que estaba sufriendo en los últimos meses.
Fue precisamente María José, su hermana, quién alertó con una llamada a los servicios de urgencias a las 7:00 de que a Barberá le constaba respirar. Un equipo de facultativos del Summa acudió inmediatamente a la habitación de la ex alcaldesa de Valencia, donde se encontraron con que Barberá, de 68 años de edad, sufría parada cardiorespiratoria. A pesar de que se practicaron maniobras de reanimación durante 30 minutos, finalmente los médicos sólo pudieron confirmar su fallecimiento.
Desde el momento en el que se conoció la muerte de Barberá, el Hotel Villa Real fue escenario de un velatorio improvisado en el que hicieron aparición el ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido; la titular de Defensa y secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal y otros miembros del PP como el vicesecretario de Política Autonómica y Local, Javier Arenas; el presidente del Senado, Pío García-Escudero; el portavoz del PP en la Cámara Alta, José Manuel Barreiro, la ex alcaldesa de Cádiz, Teófila Martínez y el ex presidente de La Rioja, Pedro Sanz, todos ellos senadores. También José Manuel García-Margallo e Íñigo de la Serna, ministro de Fomento. Este último fue el único en hacer declaraciones a la salida del hotel: «Fue una gran alcaldesa, lo lamento mucho», dijo. También se desplazó al hotel un equipo de la policía científica y el juez de guardia de diligencias sobre las 9:30. El cuerpo sin vida de Barberá se trasladó al Instituto Anatómico Forense, donde se realizó la autopsia y se determinó oficialmente que la causa de su fallecimiento fue un infarto. El cadáver de la ex alcaldesa viajó finalmente a Valencia, donde hoy por la tarde se oficiará un funeral en que su familia ha expresado su deseo de que se celebre en la intimidad, sin la presencia de instituciones ni partidos políticos.
De manera espontánea, cientos de valencianos visitaron ayer el portal del domicilio de Rita Barberá en la capital del Turia y depositaron en el lugar ramos de flores y velas en señal de homenaje para la que fuera su alcaldesa durante 24 años claves para el desarrollo de la ciudad. El cardenal de Valencia, Antonio Cañizares, celebró la Santa Misa en la catedral de la ciudad del Turia para el eterno descanso del alma de la senadora.
Durante los últimos meses, cuando la figura de Barberá fue sometida a un continuo bombardeo mediático a raíz del «caso Imelsa», no existió unanimidad completa entre los dirigentes del PP en cuanto a las posibles responsabilidades políticas de la ex alcaldesa. No obstante, su principal valedor desde el primer momento fue Mariano Rajoy, que ante las primeras noticias relativas al presunto delito de blanqueo de capitales del grupo municipal del PP en Valencia, salió en defensa de Barberá. «Se nos pide que en 24 horas, porque aparezca algo en la portada de un periódico, tomemos una decisión que en muchos casos puede ser injusta e irreversible», dijo en febrero el entonces presidente en funciones.
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