José Antonio Vera
Malversación a la medida
Leguina, militante de la vieja guardia que no se ha movido un ápice ideológicamente, es de aquellos que piensan que hay líneas rojas que no se pueden traspasar.
Van a por todas. Sí, este Gobierno va a por todas y sin complejos. Que Leguina sale contestón, pues se le expedienta y a la calle. Da igual que fuese el mejor presidente socialista de la Comunidad de Madrid, con varias mayorías absolutas consecutivas. Desde que salió de la Puerta del Sol, no ha vuelto a ocupar aquella presidencia ningún otro miembro del partido. Por algo será. Claro que Leguina, militante de la vieja guardia que no se ha movido un ápice ideológicamente, es de aquellos que piensan que hay líneas rojas que no se pueden traspasar. Por ejemplo, pactar con los representantes de los que asesinaron a bocajarro a cientos de españoles y a numerosos socialistas. O con quienes quieren romper España a trozos. Otegi y Junqueras no se esconden. Para ellos el apoyo a Pedro Sánchez es mera estrategia para lograr lo único que les interesa: la independencia. Y ahí están. Mandan en el Estado quienes pretenden destruirlo, sólo que poco a poco, a golpe de indulto, logrando hoy la derogación de la sedición, mañana la reforma de la malversación.
Es verdad que España se está argentinizando. Quienes nos gobiernan han tomado la senda peronista y no se paran ante nada. Todo con tal de seguir en el poder. Populismo de dádivas, economía subsidiada, deuda creciente, impuestos asfixiantes. Y retorcimiento de las leyes en beneficio de quienes gobiernan y sus aliados, cargando contra los jueces como ahora hace Podemos por la condena a Cristina Kirchner por defraudar al Estado, no pagar impuestos y malversar dinero público. A la señora Kischner le han caído 6 años de cárcel e inhabilitación perpetua por un delito de corrupción, solo que su caso habrá de ser revisado por el Supremo, como ya ocurriera en el Brasil de Lula. De ahí el interés por controlar el Tribunal Supremo y el Tribunal Constitucional en España. Los tribunales políticos absuelven a los políticos que les nombraron. Lula acabó siendo un héroe y la Kischner terminará igual, con opción a presentarse de nuevo a las elecciones y a ganarlas.
En España el héroe ahora se llama Junqueras. Pasó unos años en la cárcel, con todas las prebendas inherentes a su condición política, pero salió de ella victorioso. Pese a promover una conspiración para la rebelión, como sostenía la Fiscalía, declarar la independencia de Cataluña sale gratis. Se trata apenas de un caso de «desorden público», como cuando los de las CUP cortan carreteras. Más aún. Es un desorden público al que no cabe aplicarle la pena de malversación. Ni a Oriol Junqueras ni a quienes, como él, usaron fondos para una actividad diferente a la presupuestariamente consignada, para más inri ilegal.
Da manera que ahí estamos, promoviendo una reforma de la ley para consagrar una suerte de malversación a la medida. Es decir, como ya no hay sedición, pues desaparece del Código Penal, tampoco puede haber malversación para la sedición. Y como no hay malversación para desórdenes públicos, Junqueras y compañía ni son sediciosos ni malversaron nada. Son en realidad víctimas del PP, y por eso el Gobierno se atreve con esta amnistía encubierta que permitirá que se puedan presentar otra vez a las elecciones, salir elegidos e intentar de nuevo declarar la independencia, que es lo único que les interesa, según ellos mismos reconocen.
Eso sí, hay que vestirlo todo de “homologación a los estándares europeos”, como si en Europa hubiese algún tipo de armonización al respecto. La cruda realidad es que se trata de una reforma a la carta hecha por ERC para socorrer a ERC y a sus dirigentes. También beneficiará a Puigdemont y a su corte de huidos, que se ríen sin parar en Waterloo. Solo falta poner los nombres y apellidos de los beneficiarios. Una reforma prevaricadora, en definitiva, pues sólo se puede llamar así a lo acometido por un mandatario público en perfecto conocimiento de que lo que hace es discriminatorio e injusto a sabiendas.
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