Entrevista
García-Margallo: «El choque entre Casado y Ayuso es muy dañino para el PP»
El ex ministro lamenta que el Gobierno español “pierde siempre en el tema Puigdemont» y advierte: «Para que el pacto Sánchez-Aragonés dé frutos, debe venir lo más tarde posible o para ser juzgado sólo por malversación»
Está al tanto de lo que se cuece en Bruselas y desde la experiencia acumulada en Europa, y como ministro, analiza la detención del ex presidente Carles Puigdemont en Cerdeña y mira también hacia la Convención Nacional del PP que se abre esta semana.
-¿Puigdemont gana siempre?
Digamos que el Gobierno español pierde siempre.
-¿Por qué?
-No tengo los documentos originales, pero, de lo que se conoce, se deduce que Puigdemont estaba muy seguro de que su salida a Italia no podía producirle una detención. Según los argumentos de su defensa profesional, la cuestión prejudicial que había planteado el juez Llarena sobre el caso del ex conseller Lluis Puig paralizaba la entrega en cualquier país de la UE. Cosa que el Tribunal Supremo niega. La clave es el escrito de la Abogacía del Estado en el que comunica al Tribunal de la Unión Europea que la orden de detención sí paralizaba la entrega en cualquier país europeo. Y Puigdemont, sobre la base de esa comunicación, se desplaza a Italia, es detenido, y la defensa utiliza a su favor el escrito de la Abogacía del Estado.
-¿Qué intencionalidad atribuye a ese escrito de la Abogacía del Estado?
-Hay que saber si ha habido un error por parte de la Abogacía del Estado al pronunciarse de una manera inexacta o si esto responde a una instrucción con una intención premeditada.
-¿Y usted qué cree?
-Hay un pacto cerrado entre Aragonés y Sánchez. Aragonés busca consolidarse como presidente de la Generalitat, y Sánchez quiere garantizarse el apoyo de ERC. Puigdemont es el único obstáculo para que esa unión produzca los beneficios que buscan a un lado y al otro. Al Gobierno le interesa que Puigdemont venga lo más tarde posible a España o que venga para ser juzgado sólo por un delito de malversación de fondos, con un juicio exprés y un indulto exprés. Un juicio largo por malversación y sedición entorpecería todos los planes de refuerzo mutuo.
-¿Está diciendo que Sánchez trabaja para que Puigdemont no venga o venga para que se le juzgue por el delito menos grave?
-Lo único que estoy diciendo es que, para que el pacto de Sánchez y Aragonés dé sus frutos, Puigdemont tiene que seguir fuera de España, o venir solo para juzgarle por un delito de malversación.
-Sánchez recordó ayer la responsabilidad de Rajoy en la fuga del ex presidente.
-Sí, pero, antes de entrar en ese tema, permítame que le insista en que Sánchez es como San Agustín, que rezaba al Señor pidiéndole «dame la castidad, pero sin prisa». Pues Sánchez lo que le pide al Señor es «dame a Puigdemont, pero sin prisa».
-¿Y sobre Rajoy?
-La responsabilidad de la crisis catalana viene de mucho más lejos. Viene desde el Estatuto de Cataluña de 2003. Y luego han ido poniéndose piedras en el camino hasta llegar al referéndum de independencia de 2014, que, como ya dije públicamente, se debía haber evitado aplicando de manera exprés el artículo 155 de la Constitución, con lo que, además, se habría evitado también la judicialización posterior del problema, que es donde estamos ahora. Con este error hemos dado alas al separatismo para que crea que un golpe de estado es gratis. Y, luego, ya llegó la declaración unilateral de independencia de 2017. A partir de ahí todo se confunde porque este Gobierno necesita de los apoyos de ERC y de Podemos para sobrevivir, que es lo que explica todo.
-¿Qué coste tiene este nuevo capítulo de Puigdemont para las instituciones españolas?
-El coste reputacional es grande. Y debe haber una enorme irritación en Luxemburgo porque la Abogacía del Estado, que depende del Gobierno, le diga que no hace falta que usted continúe manteniendo la inmunidad porque ya nadie le va a detener. Asumen esa indicación y se produce una detención. Con lo que se demuestra que la tesis de la Abogacía del Estado era falsa.
-¿Nuestra diplomacia está haciendo todo lo posible para que en Europa se siga entendiendo qué es el independentismo después de los indultos?
-La decisión del ministro Albares de suprimir la marca España me parece desafortunada. En mi etapa había una reunión todos los viernes del año para analizar la acción exterior de la Generalitat y las medidas para contrarrestarla. Suprimir la marca España en un momento en el que el separatismo ha vuelto a su ofensiva diplomática no es la decisión más acertada que se puede tomar.
-Puede hacerse quizás esa labor de réplica por otras vías distintas a las que ustedes utilizaban.
-De lo que no hay duda es de que es urgente defender las razones de España frente la propaganda separatista. Y no parece que se vaya por esa dirección.
-¿El bloqueo del CGPJ beneficia a Puigdemont?
-La UE ha dicho que para despolitizar la Justicia es necesario que los partidos políticos no elijan a los jueces. El empecinamiento del Gobierno en hacer lo contrario no mejora la imagen de una Justicia independiente, que es, precisamente, el argumento que maneja el secesionismo catalán.
-Tampoco ayuda la campaña del PP o de las asociaciones judiciales cuestionando en Bruselas la independencia de la Justicia española, ¿no?
-Existe la convicción de que la Justicia española está politizada y esa politización deriva de que son los partidos políticos los que eligen a los jueces: la solución es cambiar el sistema de elección. Me parece que es obvio que la responsabilidad de la politización es de quien mantiene esta situación, pese a lo que nos está pidiendo la UE.
-¿Se apoya la nueva dirección del PP en su experiencia en política exterior?
-El PP tiene su estructura y tendrá sus propios asesores. A mí nadie me ha preguntado nada.
-En el PP no es sólo Esperanza Aguirre quien opina que es un error que esta nueva dirección no cuente con la experiencia de ministros y políticos que han gestionado y han estado en primera línea.
-Creo que aquí podría ayudar Rafael Catalán, que ha sido ministro de Justicia. Igual que Alberto Ruiz-Gallardón. También José Manuel Soria, por ejemplo, podría ayudar en el tema de luz..., y se me ocurren más nombres. Pero cada dirección, cuando entra, tiene la sensación de que debe hacer un equipo propio y eso es su responsabilidad y su decisión. Estoy seguro de que saben muy bien lo que tienen que hacer y a quién tienen que preguntar.
-En vísperas de la Convención Nacional del PP, ¿le ha llamado la atención el choque entre Casado y Ayuso?
-Me parece absolutamente innecesario y muy dañino para para los intereses del Partido Popular. El objetivo es acabar con el Gobierno de Sánchez, que está en una deriva extraordinariamente peligrosa y que, si se perpetua así, lo será todavía más. Y nuestra obligación es ser una alternativa sólida, a lo que no ayuda que nos dediquemos a discutir y airear cuestiones internas que no le interesan a nadie más que a nosotros. España es el único país, de los que nacieron en el Renacimiento, que cuestiona su propia existencia periódicamente. Y en una situación tan grave, no debemos discutir sobre cosas que no interesan a nadie. La gente lo que espera es que acabemos con este Gobierno que está llevando a España al desastre. Y de nuestros problemas internos no quiere saber nada.
-En su partido plantean que esto se corregiría con un liderazgo más seguro y menos preocupado de que le hagan sombra desde dentro.
-Lo importante es tener una idea de España y en base a esa idea de España tener un programa a medio y largo plazo sobre el que se basen los programas electorales. Hay que conducir mirando hacia adelante, no sólo a los espejos laterales, y, mucho menos, sólo por el retrovisor. Lo más importante es el programa, es el partido, y no quien represente al partido en cada momento.
-¿Este PP tiene esa idea de España?
¿El PP tiene una idea de España? Espero que sí. En estos momentos todo está en términos muy simples y casi caben en un tuit. ¿Estamos en la España constitucional que reconoce la autonomía de las regiones o en un Estado cuasi federal y que permite la autodeterminación de sus territorios? La España de la Constitución reconoce la reforma de la Constitución, pero manteniendo lo que Cánovas llamaba las «verdades madre», y que son muy pocas: la unidad de España, la monarquía parlamentaria, la igualdad de derechos y obligaciones que se aleja de cualquier intento de federalismo asimétrico, la economía social de mercado y el multilateralismo. Y, desde luego, éstas son las ideas de España que defienden los partidos constitucionales como el mío.
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