Intercambio de carteras

Ajuste de cuentas en el Gobierno

Laya e Iceta mostraron su descontento, Bolaños atizó a Redondo y Ábalos y Campo se «olvidaron» de Sánchez en su discurso

Carmen Calvo y Félix Bolaños se funden en un abrazo en el relevo "más amoroso" de los que se produjeron ayer
Carmen Calvo y Félix Bolaños se funden en un abrazo en el relevo "más amoroso" de los que se produjeron ayerJavier LizónAgencia EFE

Pedro Sánchez mantuvo el secretismo sobre la remodelación del Gobierno hasta el final. No fue hasta la misma mañana del sábado 10 de julio cuando algunos de los ministros entrantes y salientes fueron conscientes de su nueva realidad. La reestructuración del Gabinete era ya un clamor, pero el propio presidente del Gobierno se ocupaba en cada intervención pública de enfriar esta posibilidad. «No es una prioridad», decía hasta 48 horas antes, pero lo cierto es que sí lo era. Y su contundencia lo ha demostrado. Tal como avanzó este diario, Sánchez quería acometerla antes del verano para que los nuevos ministros tuvieran tiempo de conformar sus equipos y engrasarlos para abordar el inicio del curso político en septiembre a pleno rendimiento. Un tiempo que también van a necesitar los titulares salientes, si nos atenemos a las reacciones –con síntomas claros de indigestión– que ayer hicieron visibles en los traspasos de carteras. Los discursos de los relevos que, tradicionalmente, están plagados de agradecimientos y buenos deseos para los sucesores, acabaron monopolizados por un abanico de reproches, reivindicaciones propias, recados y omisiones deliberadas. El protocolario intercambio de cargos fue todo menos protocolario.

Volaron los cuchillos y sin la presión ni el lastre de la cartera, ya entregada, se produjo una suerte de ajuste de cuentas. El primero en abrir fuego fue Félix Bolaños que, curiosamente, no salía, sino que entraba en el Gabinete. El nuevo ministro de Presidencia y ahora hombre fuerte del presidente, tras la defenestración de su núcleo duro, envió un elocuente mensaje a quien en otra época componía junto a él el tándem futbolístico: «Oliver y Benji». Nada queda de esa conexión futbolística, más allá de la entrada, directa a la espinilla de Iván Redondo, que Bolaños le dedicó en su intervención. «Las veces que me he alegrado de no ser ministro. Estas cosas (los ministerios) ni se deben pedir ni se pueden rechazar», sentenció. Un pronunciamiento que, aunque él mismo aclaraba después en un corrillo con periodistas que no iba «para nada» con esa intención, se interpretaba en clave del cruce de versiones sobre la salida del jefe de Gabinete de Moncloa. El entorno del presidente sostiene que le echó un pulso para ser ministro, mientras que, como publica hoy LA RAZÓN, fue Sánchez quien le ofreció en dos ocasiones el Ministerio de Presidencia que ahora detenta Bolaños.

Recibió la cartera de Carmen Calvo que se mostró muy «amorosa» con su predecesor y dijo salir de Moncloa con la «sensación del deber cumplido». El cese de la vicepresidenta del Gobierno lo adelantó este diario y la dirigente socialista ya lo ha digerido. En los últimos tiempos había perdido influencia en el Gabinete, como quedó de manifiesto en la redacción de la Ley Trans, y arrastraba el deterioro físico que los estragos que la Covid dejaron en ella. Calvo se reivindicó recordando que ha sido «un pilar» para Sánchez en el Ejecutivo y que cede a Bolaños la Ley de Memoria Democrática que estaba prevista para el Consejo de Ministros de hoy, pero que tendrá que esperar porque el nuevo ministro la quiere revisar.

Ábalos, desconcertado

Junto a Redondo y Calvo, Ábalos es la otra pata que confirmó el cariz «estructural» de la crisis de Gobierno. La intervención del ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana estuvo caracterizada por las ausencias y los silencios deliberados. Al que fuera hombre de confianza de Sánchez en Ferraz y en Moncloa no le acompañó ningún miembro del Gabinete –por los diez que lo hicieron a Bolaños– y tampoco hubo presencia de su núcleo duro del partido. Santos Cerdán, mano derecha en la dirección, prefirió asistir a la de José Manuel Albares en Exteriores y Adriana Lastra hizo lo propio y se trasladó al Senado para seguir la elección de Ander Gil como presidente de la Cámara Alta.

Ábalos sigue desconcertado por su cese. Bien es cierto que no aceptó un cambio de ministerio y que le había trasladado al presidente hace tiempo que quería «algo más tranquilo», pero no fue hasta la mañana del sábado cuando Sánchez le trasladó su decisión «final». La tensión entre ambos, que tienen una conversación pendiente, es tal que Ábalos no le dedicó ni un minuto de su discurso al presidente y puso en valor el papel de pararrayos de Sánchez que había ejercido: «Uno es la cabeza a la que golpear», llegó a decir. El ya ex ministro anunció ayer la decisión de apartarse también de sus responsabilidades en el PSOE, pero quiere continuar como diputado.

Tampoco Juan Carlos Campo se acordó de Sánchez en su intervención, antes de cederle la cartera a Pilar Llop. El ex ministro de Justicia está molesto por el cese, que se produce inmediatamente después de la concesión de los indultos, una decisión de la que ha asumido el coste en su totalidad. Está previsto que se reincorpore en su plaza en la Audiencia Nacional y ayer reivindicó el trabajo hecho al frente del ministerio: «Te voy a dar una maleta, pero, aunque no te lo creas, no está vacía, va llena», destacó, para añadir: «Hemos logrado, y es lo que te ofrezco, una Justicia cogobernada».

«Agridulce». Así definió su marcha la hasta ahora titular de Exteriores, Arancha González Laya. A ritmo de canción de Robbie Williams: «No Regrets» («Sin remordimientos») se despidió la jefa de la diplomacia, que no ha desplegado, precisamente, estas dotes durante este año y medio. Si algunos ministros reivindicaron su labor, Laya no fue menos, pero sí trasluce en ella la sensación de no haber tenido la oportunidad de restablecer las relaciones con Marruecos, después de la crisis desatada con la acogida del líder del Frente Polisario. El cese de la ministra de Exteriores le permite a Rabat cobrarse la pieza y su sucesor ya intentó estrechar lazos en su discurso en el que lo definió como un país «amigo».

«Así de claro lo voy a decir»

Tampoco pasó desapercibida la sentencia de Miquel Iceta en su acto de relevo en el Ministerio de Política Territorial. El primer secretario del PSC, que llegó a sonar para portavoz e incluso vicepresidente, ha acabado relegado al Ministerio de Cultura y Deporte, una cartera para nada principal en el Gobierno de Sánchez. Su pérdida de influencia, Sánchez le fichó hace solo seis meses, tiene también un reflejo en la relación con Cataluña, que parece trasladar el mensaje de no ser ya prioritaria. Con la castellanomanchega Isabel Rodríguez al frente de la cartera no se prevé que se mantenga una relación de bilateralidad similar a la actual. Iceta mostró su descontento expresamente. «Siento mucho dejar este ministerio, así de claro lo voy a decir», aseguró, destacando, que tenía todavía mucha tarea por hacer. Entre sus últimos hitos, la definitiva transferencia de prisiones al País Vasco.