Editorial

Demasiada táctica sanchista para la UE

No es Pedro Sánchez el único dirigente europeo que vende «ardor guerrero» para disimular sus problemas políticos domésticos, pero sí que es el gobernante al que se le nota más.

Pedro Sánchez y María Jesús Montero en la sesión del Congreso
Pedro Sánchez y María Jesús Montero en la sesión del CongresoAlberto R. RoldánLa Razón

Sería una ingenuidad impropia del presidente del Gobierno pretender que nuestros socios en Bruselas y en la OTAN no están perfectamente informados de las dificultades internas que atraviesa el ejecutivo español para transformar en hechos el, por momentos, discurso belicista de La Moncloa. Así que más tarde o más temprano la proverbial táctica sanchista de agitación y propaganda dejará ver a las claras sus costuras con la inevitable pérdida de crédito exterior de nuestro país.

Se nos dirá que el proceso de rearme también está encontrando problemas en otras capitales europeas, lo que es cierto, pero con la notable diferencia de que esos gobiernos tienen posturas políticas reconocibles por sus respectivas opiniones públicas, como puede ser la posición más templada de la presidencia italiana de Giorgia Meloni, algo que no sucede en España con un Pedro Sánchez de retórica inflamada frente a Putin, pero cuya máxima aspiración en esta encrucijada es conseguir que sean los socios europeos quienes pongan los fondos mancomunadamente para afrontar los gastos del rearme, como hicieron con la pandemia.

Nada más sintomático de la situación que comentamos que lo sucedido con el pequeño malentendido del secretario general de la OTAN, Mark Rutte –que interpretó que el gobierno español estaba dispuesto a alcanzar el 2 por ciento del PIB en materia de defensa para este próximo verano– respondido por parte del Gabinete español como si hubiera mentado la soga en casa del ahorcado. El problema es que en las respuestas ministeriales a Rutte tampoco ha habido coordinación –incluso un ministro se ha atrevido a dar el final de año como fecha fija para el incremento presupuestario militar– y sólo sabemos, los españoles, la OTAN y la UE, que el Gobierno está trabajando para cumplir con sus compromisos defensivos lo antes posible y desde la seguridad de que no se tocará el estado de bienestar ni, por supuesto, el gasto social.

Que para llegar al 2 por ciento del PIB se declare paladinamente que los distintos ministerios están rebuscando partidas que puedan sumarse al presupuesto militar no es algo que dejará impasibles a unos socios atlánticos que, como Reino Unido o Alemania, ya han advertido a sus ciudadanos, tratados como mayores de edad, de que habrá que llevar a cabo imprescindibles ajustes económicos. No hay que esperar de nuestro actual Gobierno nada parecido, porque se prioriza la elaboración de un relato digerible para la izquierda social sobre la tozuda realidad, hasta el punto de vender el rearme militar con el rebuscado eufemismo de «salto tecnológico». No es Pedro Sánchez el único dirigente europeo que vende «ardor guerrero» para disimular sus problemas políticos domésticos –ahí tenemos a Macron, sin ir más lejos–, pero sí que es el gobernante al que se le nota más.