
Editorial
En el Congreso hay que hablar de defensa
Política de Estado que no puede despacharse desde las urgencias partidistas del momento ni desde la presunción de que la oposición viene obligada a respaldar cualquier ocurrencia gubernamental.

Nada más impropio políticamente que utilizar la defensa nacional a la mayor gloria de la propaganda partidista, que es, desafortunadamente, lo que estamos viendo desde que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, encontró en la crisis de confianza creada por Donald Trump el escaparate idóneo para exhibir pedigrí de estadista. Pero la política de defensa, por definición, trasciende mandatos, aunque sólo sea porque los sistemas de armamento y el entrenamiento e integración de los hombres y mujeres llamados a utilizarlos no se improvisan ni admiten «cambios de opinión» según las necesidades de apoyo parlamentario del ejecutivo de turno.
Que la Armada española esté bajo mínimos en el arma submarina, factor estratégico indispensable, tras los problemas de diseño de la nueva serie de buques, es el mejor ejemplo de lo que queremos señalar. Más aún, cuando nos hallamos ante una nueva experiencia, la de la guerra de Ucrania, que ha trastocado muchas de las certezas que se consideraban inamovibles sobre el empleo táctico de los medios acorazados, barridos del campo de batalla por la emergencia de los sistemas de drones, por citar la más evidente.
De ahí que el diseño de la estrategia de seguridad de la Nación exija el compromiso a medio y largo plazo de los representantes políticos, puesto que, como ya hemos indicado, tratamos de la dotación presupuestaria de sistemas de armas y demás medios materiales que irán entrando en servicio a lo largo de las próximas décadas. En definitiva, política de Estado con todas sus letras que no puede despacharse desde las urgencias partidistas del momento ni desde la presunción de que la oposición viene obligada a respaldar cualquier ocurrencia gubernamental bajo la exigencia de un mal entendido patriotismo.
Ciertamente, nada tenemos contra la invitación a tomar un café rápido del presidente del Gobierno a los dirigentes de los partidos presentes en el Congreso –a excepción de la formación de Santiago Abascal, que representa a más de tres millones de españoles, indignos, según se desprende de la decisión gubernamental, de entender sobre la defensa de España– pero sí debemos señalar que es el el pleno de la Cámara Baja, tras la deliberación de las correspondientes comisiones parlamentarias, donde hay que tratar del futuro de la estrategia de seguridad española, del incremento del gasto y de las fórmulas para allegar las correspondientes partidas, que exigirán, nadie lo dude, un esfuerzo fiscal más al conjunto de los españoles.
Sabemos de las dificultades que afronta el inquilino de La Moncloa para conseguir el respaldo político de sus socios de gobierno y de investidura en este campo, pero, desde luego, no han sido los partidos de la oposición los responsables de sus acuerdos con grupos de extrema izquierda y separatistas en las antípodas de los intereses de la defensa nacional.
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